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Todo había ocurrido muy rápido, Chris aún no podía creerse que Jon era rey. Aquel día festejaron su nombramiento a lo grande, riendo y bailando, pero Chris no tenía mucho interés en la fiesta y se marchó hacia la habitación que le había dado Sansa. La alegre música se escuchaba desde la ventana, donde caían claros copos de nieve sobre el oscuro fondo nocturno. Chris se situaba sentada sobre la cama, apoyando los codos sobre los muslos.

No hacía nada en especial, simplemente pensaba sobre todo lo que había vivido. Se había quitado los zapatos y los había dejado junto a la puerta y aunque la madera del suelo estuviera gélida, necesitaba descansar los pies. No llevaba ninguna clase de vestido digno de una princesa ni ninguna señora, su chaleco ajustado era de cuero, unido por varias costuras en forma de cruz por la mitad del pecho y apretado a la cintura con un cinturón. Sus mangas también eran largas y estrechas, hasta cubrir media mano, lo que hacía más fácil para luchar y más abrigado a la vez. Los dos lados del chaleco se alargaban hasta la rodilla, donde se abrían dejando paso a unos estrechos pantalones marrones.

Se soltó su, ahora castaño cabello hasta dejarlo caer sobre los hombros y hasta la cintura. Aquel pelo tan largo era incómodo a la hora de combatir, sin embargo ella nunca se lo había cortado, y era el único rastro que le quedaba de su antigua vida.

Permanecía callada, sintiendo el frío de la noche y escuchando la tenue música que salía del lejano comedor.

La puerta sonó con un ligero golpe de nudillos y se abrió, dejando ver con la luz de las antorchas del exterior el anaranjado cabello de Sansa Stark.

-Mi señora...- Chris enderezó la espalda, quitando los codos de los muslos y apoyando las manos en el borde de la cama. Después se percató de que Sansa le había dicho que odiaba los formalismos.- Sansa.

-Hola.- Ella esbozó una ligera sonrisa.- ¿Puedo... pasar?

-Por supuesto.

Chris se levantó y fue a por una silla que había en una esquina para colocarla cerca de la chimenea. Después hizo un gesto hacia ella, queriendo decir que se sentase.

-Gracias.- Sansa recogió el bajo de su capa y se sentó delicadamente. Después Chris volvió a sentarse en la cama, en la misma posición erguida de antes.- No es nada especial, solo... tengo curiosidad. No quería estar en aquella fiesta y con esta música es imposible dormir.

-Pregunta lo que desees.- Dijo Chris.

A Sansa le tomo unos instantes pensar en la pregunta, y antes de formularla manifestó una expresión de extrañeza.

-Todos... dicen que has cambiado. Te admiraban. ¿Cómo... ¿Por que lo hiciste?

-Verás...- Chris bajó la vista hacia sus manos, que comenzó a entrelazar.- Yo antes era como una niña. Inmadura, soñadora, dulce y buena, según lo que todos solían decir. -Chris sonrío.- Me gustaban los grandes castillos y los vestidos de colores. Amaba peinar a mis hermanas y escuchar todos sus cuentos fantásticos, en los que me gustaba creer. Podría decirse que vivía en un cuento de hadas, en mi cabeza. Hasta que... bueno, la vida no me ha tratado muy bien. Ha muerto mucha gente, me he dado cuenta de lo que es el mundo real.

Sansa sonrío.

-Sé de lo que me hablas. Yo también solía ser así.- Ella abrazo sus rodillas y miro hacia diferentes lugares de la habitación mientras hablaba con Chris.- Soñaba con ser reina y casarme con preciosos y nobles principies. Amaba coser y hablar de forma cortés. Pero al igual que a ti, el mundo real me despertó del sueño.- A Sansa se le borró la sonrisa de la cara.- Durante toda mi vida he estado dependiendo de otras personas. A veces eran personas horribles, y otras no tanto. Decidí tomar las riendas de mi propio destino.

GUERRERA - Juego de Tronos (Segunda parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora