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El camino hacia Puerto Blanco fue más rápido de lo que esperaron.  Tardaron poco menos de un día en toparse con las primeras casas de la ciudad,  con lo cual el viaje duro a penas unas horas a galope. Cuando llegaron,  el sol ya se había escondido bajo la cima de una de las montañas al oeste,  y el cielo estaba teñido de un rosa anaranjado que,  a pesar de la nieve y el frío,  transmitía una agradable sensación de calidez. Cabalgaron a paso lento por las calles,  introduciéndose poco a poco en el corazón de la ciudad.

Chris no tardó mucho en identificar los recorridos por los que iban,  y en recordar todas las vivencias que tuvo,  medio año atrás.

Un hombre, de estatura baja y regordete se acerco con expresión de extrañeza,  limpiando sus manos sucias en un viejo paño.

-¿Se os ha perdido algo por aquí,  forasteros? - Dijo,  un tanto enfurruñado.

-Estamos buscando a una persona. La señora Lidden. - Contesto Franck.

-Ya veo... -  El hombre echo un vistazo a Chris de arriba a abajo.

-Es ebanista. -  Añadió ella,  en un intento de aclarar la situación.

-No soy estúpido,  se quién es la señora Líder,  todos la conocemos por aquí. - Cruzó los brazos.

-¿Y bien? -  Franck comenzaba a desesperarse.

-Continua esta calle hasta toparte con una pequeña fuente y gira a la izquierda.  Verás el letrero de la ebanistería al final de la esquina.

Franck agitó las riendas del caballo y se puso en marcha en dirección a la fuente.

-Gracias.- Contesto ella en un intento de ser amable.

El hombre sin embargo la contesto con una expresión de repulsión y volvió a meterse en el taller del que había salido.

Chris agitó las riendas y dio un pequeño golpe de talón en el vientre del caballo para acelerar y volver a la altura de Franck.

Ambos avanzaron hacia la fuente,  con aguas verdosas y giraron hacia la izquierda,  hasta toparse con un gran  letrero de madera que anunciaba la ebanistería.  Bajaron de sus caballos de un salto y los ataron a unos pequeños postes de madera.

-¿Por que crees que ese hombre nos miraba tan mal?- Dijo ella mientras enlazaba el nudo.

-Solamente te miraba mal a ti.

Ella le miro con extrañeza.

-¿Por que?

- Bueno,  era evidente que sabía que veníamos del Castillo Negro. Puede que no le guste la idea de ver a una mujer manejando una espada.

-Vaya estupidez. - Contesto ella.

-Chris, es algo serio, es un tema que no muchas personas aceptan.

-¿Tu lo haces? - Dijo ella cuando terminó el nudo.

-Me gustaría no aceptarlo, -Dijo con una sonrisa torcida.- pero por desgracia te he visto manejar la espada, y aunque me cueste admitirlo se te da mejor que a mi. - Hizo una pausa. - Supongo que eres diferente.

Chris sonrió.

-Quizás por el hecho de que no a muchas mujeres se les ha dado la oportunidad de empuñar una espada.

Y concluyendo la conversación,  abrió la puerta, de la que sonó una pequeña campanilla y entró,  con su amigo detrás.

El interior tenía un decorado de lo más rústico, con las paredes y el suelo de una oscura madera y las cortinas de una gruesa tela verde oscura con bordados de animales. En el centro había una pequeña mesa para recibir a los clientes y a los lados, toda clase de muebles de madera con diferentes tallados. Chris admiró el ciervo de madera que decoraba una gran mecedora, observando cada pequeño detalle. Finalmente llegó a la conclusión de que aquella mujer era una gran artista.

GUERRERA - Juego de Tronos (Segunda parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora