Prólogo.

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El tiempo se va
Llevándose sin piedad
Recuerdos que 
Nunca llegaran

No queda nada a que aferrarse.

Si nada, si sólo el tiempo comenzara de nuevo, si nuca hubiera existido esa guerra no estaríamos así, no deberías sufrir, las vidas que se perdieron fueron muchas y el sufrimiento era constante, nadie sabía que hacer, nadie sabía que seguía. Todos eran libres, absolutamente libres, ya no había tal peligro, ya no existía. 

Entonces ¿porqué no lograban conciliar el sueño?, ¿porqué no podían olvidar a la inocencia y al conde?, ¿porqué sentían que algo faltaba?, ¿porqué se sentían tan... vacíos?

¿Crees qué fue incorrecto tomar su mano?

Estiro su mano mientras dejaba salir una pequeña lágrima de su ojo, la cual recorrió rápidamente la marca que se encontraba de bajo de este mismo, era el único que faltaba, era el único que se había negado a olvidar todo, a dejar todo atrás...  A dejarlo a él atrás.

Sonrío al ver que dormía con el entrecejo fruncido, ni dormido dejaba de fruncir lo, era algo típico de él. Se removió al sentir la presencia de su persona, pero sabía que eso ya no importaba, porqué no quería verlo escoger el caos y después verlo arder mientras él solo observaba, tanto desolación que había pasado que merecía ser feliz incluso si no era con él.

Me acerco lo suficiente para tocarte pero tu huyes.

Otra lágrima cayó por su rostro que, a pesar que sentía su ser derrumbarse, seguía manteniendo una sonrisa cálida y a la vez llena de ternura. Susurro con su voz algo roca y quebradiza algunas palabras mientras su mano temblorosa y llena de miedo tocaba delicadamente el largo cabello de aquel que dormía plácidamente. 

"Lo siento" Fue su último susurro mientras con su dedo índice acariciaba suavemente aquel rostro que nunca más volvería a tocar en su vida. Le decía un adiós silencioso, dejaría que olvidara todo aquello que tanto daño le había hecho, que los había unido, haría que lo olvidara todo y saliera del abismo dejándolo sólo a él, no importaba que solo ellos salieran si con eso eran feliz.

Él lo había dicho, era un egoísta por aquello, pero ese era su deseo. Todo fue desapareciendo mientras se convertía todo recuerdo de los noah, del conde, de la orden oscura, de sus amigos y de él mismo en cenizas, nada sería recordado y de eso se debía asegurar él. Le dio un último beso en los labios mientras su cuerpo se desvanecía dejando una estela blanquecina, y aunque él no lo recordara jamas, sabía que su corazón de él y del azabache siempre serían el mismo, no importara donde fueran o si se separaban. Un solo ser aunque nunca estuvieran juntos. 

El tiempo se esta desvaneciendo. 

Incluso en días lluviosos, ese chico de cabello blanquecino no dejaba de tocar el piano, era admirado por todos, y a la vez odiado. A él no le importaba eso, de hecho agradecía, aveces, que eso fuera lo que pasara, dentro de sí sabía que no podría llevar una vida normal nunca más, no desde de que su maestro le había dicho aquello.

Esa era su carga y la de nadie más, y aunque puede que tuviera sus ventajas, jamas ocupaba ese toque para nada, no le gustaba, y se prometió no utilizarlo a menos que fuera una emergencia.

Y hasta el momento todo iba bien, y aunque aveces se alejaba de todos y le dolía, sabía que era lo mejor, porque si bien es cierto no puedes evitar que te toquen siempre. No, habrá un momento en el que lo hagan y por eso él siempre se alejaba.

¿Para que formar lazos si al final terminaran olvidándome? 

Nunca hay que juzgar, pero al él lo juzgaban, no había un solo día en el cual al pobre chico albino no le dijeran un insulto o incluso le molestaran. No, no había forma de escapar de aquello, llevaba ya acompañado solo de su soledad y de su silencio muchos años, más de los que recordaba, y llegó un punto en el que dejó de intentar acercase a los demás, ya no importaba si no lo elegían para hacer equipo de trabajos con él, o que lo hicieran aún lado en deportes, ni que los años se pasaran volando, ni que sus amigos ya ni si quiera supieran de su existencia o incluso que no recordaran su nombre.

Ya daba igual, por que al final de cuentas sabía que nadie de esforzaría en recordarlo, ni en su casa, ni en la escuela, ni tan siquiera en los más profundos sueños que suelen tener las personas.

Deje de esforzarme hace ya mucho tiempo, tanto que ni siquiera recuerdo el olor de las bellas flores de aquel entonces.

¿Desde hace cuanto tiempo había olvidado lo que era tener una amistad? ¿Cuándo fue la última vez que le importo hablar con alguien más? Y el tan mencionado "Bienvenido a casa" ¿Dónde había quedado?, ¿Dónde había quedado él?, Sabía que lo había olvidado pero incluso muy dentro de su corazón sentía que seguían unidos aunque no era así. Solo se tenía a si mismo y eso bastaba.

Independiente y fuerte, con una sonrisa en el rostro y una cicatriz en el pecho, sin importarle nada e importándole todo. Era su carga, su tan preciado don, aquel que solo él poseía y que fuera como fuera era suyo y solamente de él. No había nadie más que le ayudase y aunque lo odiase siempre recordaría aquello.

El que me olviden no significa que yo pueda olvidar, por que este es mi don.
El ser olvidado y nunca olvidar.

    

El toque del olvido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora