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Entre la ignorancia
de las voces,
y los sueños acogedores,
recordando una fragancia,
recordando un nombre...

- ¿Cómo haz dicho?- Preguntó  hastiado e irritado al haber escuchado las palabras anteriores, no entendía el porque tan repentinamente la noticia.

- Como escuchaste - Respondió tangente -Necesitas conocer a más personas Kanda, es necesario que lo hagas- Dejo salir un suspiro cansado al ver el entrecejo fruncido del joven - Tal vez encuentres lo que buscas-   

-Hmm- Dicho esto se puso de pie, y dando una reverencia, se alejó cerrando la puerta corrediza detrás de si.

Camino por la casa que era de un estilo tradicional japonesa, observó, que como siempre sólo estaba él, junto con su "familia" y nada más. No comprendía como era posible que en tan enorme casa solo vivieran ellos, pero a pesar de eso sentía que se contradecía completamente.

La verdad es que le gustaba su espacio, donde podía meditar y estar en completo silencio, era relajante y a la vez muy cómodo, sin embargo, habían ocasiones en las cuales, sin saber porque, era incómodo. Era como si faltara algo, como si algo importante se le fuera siempre y a pesar de tratar de querer saber que era eso que faltaba simplemente, era algo borroso.

Se dice bien, que uno aveces puede tener un deja vu, sucesos que aún no pasan pero bien sientes que ya pasaron. Eso sentía él, un sentimiento de incomodidad, incorfomidad y sobre todo soledad. Completamente a la mitad, así era como se veía él.

¿Qué faltaba?

Paso cerca de la cocina, tenía un poco de hambre, y mientras prepara su plato de soba, comenzó a pensar en la nueva noticia. Asistiría a un colegio. No le agradaba esa idea, sobre todo porqué tendría que ir para convivir con las personas, era un fastidio aquello.

Sin más termino de servir su porción de soba y antes de salir de la cocina para ir a su habitación, algo llamó su atención.

Ese olor, tan dulce y empalagoso, tan suave y a la vez fuerte, miró a su lado derecho donde se encontraba sobre la mesa unos dangos. Aquel olor que emitían estos, era algo que recordaba siempre, y no porque le gustaran de hecho se le hacían demasiado dulces, simplemente por las noches llegaba aquel olor tan característico de estos. 

Volteo la mirada y siguió su camino, al llegar a su habitación, abrió la puerta corrediza de esta, donde se podían observar los bellos arboles algo frondosos, el estanque con agua cristalina y pura que brillaba tan intensamente reflejando la luz de la luna y las estrellas, y unas bellas flores de loto. 

Termino de comer su amada soba, se re-costo en el futón y cerró los ojos para dejar que su cuerpo descansara y pudiera reponer las energías perdidas en el día. 

-¿Dónde estoy?- Se pregunto en voz baja al observarse parado cerca de lo que parecía ser una pequeña cama. Miró al rededor y nada, obscuridad absoluta, miró de nueva cuenta a la cama y como lo sospechaba de nuevo no había nadie ahí.

De repente una tenue luz apareció a su lado, justamente frente a la cama. La miró con el ceño fruncido y al momento de tocarla una explosión de luz blanca hizo acto de presencia, alumbrando todo, haciendo que cerrara los ojos, porque, a decir verdad era muy fuerte el brillo que emitía.

Al abrir de nueva cuenta los ojos observó a alguien de baja estatura cerca de la cama, sentada al borde de esta, vestía unas ropas algo extrañas, de color negro y rojo; pero lo más llamativo era que no podía ver su rostro, solo su cabello de color blanco.  Se hizo aún lado y al ver la cama observó a un chico de cabello azul azabache como el suyo, solo que más largo, el cual parecía dormir plácidamente en esta. 

-........- El joven de cabellera blanca parecía decir algo, pero no podía escuchar lo que decía.

Al tratar de tocar, como siempre, a esa persona una rafaga de viento se hizo presente. Con su brazo derecho se cubrió el rostro y para cuando la rafaga paso y se descubrió, el olor dulce y empalagoso se hizo presente. La persona estaba frente a él y le extendió la mano.

-¿Quién eres?- Le pregunto seriamente, sin embargo no hubo contestación -¿Porqué apareces siempre en mis sueños?- De nuevo nada -¡Responde!-

-......- El tintineo de una campana -............- El segundo -len- El tercero y de nuevo despertó.

Se sentó y toco sus mejillas húmedas, se limpió con fuerza y desespero -Joder- Murmuro.

La escuela era algo grande, debía admitirlo, pero de verdad quería seguir tomando clases particulares, frunció aún más el ceño y adentrándose en el instituto, literalmente hizo que todos se pararan en seco y le abrieran paso, no querían ser víctimas de ese oji azul que parecía matar a cualquiera que se le acercara.

Vio su hoja, donde estaba escrito el salón de clases y horarios que le tocaban. Caminó por donde creyó que era el lugar al cuál debía ir, subió escaleras, paso por un pasillo y sin necesidad de preguntar encontró su aula.

Al tocar la puerta para abrirla algo completamente inesperado le paso, escucho unas voces provenientes de dentro de esta, de una chica y de un chico, normalmente las ignoraría pero se quedo estático al escuchar el gran parecido que tenía una de estas con el último susurró de la persona proveniente de sus sueños. 

-Lo siento- Se escuchaba rota, arrepentida y llena de desesperación aquella voz -Lo siento- 

-Lo siento Kanda-

Abrió los ojos y con el cuerpo completamente tieso y el corazón latiendo rápidamente dejó, sin querer, salir una lágrima acompañada de un murmullo...

-Mi nombre es.... 

-Allen- 

 
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Hola.

Espero que les guste este pequeño tramo de la historia. Comenten que les pareció, dejen su estrellita y compartan.

Nos vemos y gracias por leer... 

El toque del olvido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora