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El terror de perderte,
De observarte,
Y no tenerte,
Es preferible
A quererte.

La niebla era densa, no podía ver a través de ella y eso era lo que más le preocupaba, el no verlo. Deambulaba tambaleándose, preguntándose en como estaría él, en como se encontraría después de aquella lucha en la cual a pesar de lograr deshacerse de Apocrifto, habían quedado separados.

Su brazo izquierdo dolía a horrores, trataba de soportar el dolor, de no tomarlo en cuenta y seguir como si nada. Su brazo izquierdo sangraba, la mitad de su rostro estaba cubierta por aquel líquido carmesí así como la mayoría de sus prendas y su cabello. Su ojo se mantenía cerrado ya que estaba herido, sus piernas comenzaban a sentirse pesadas, mientras sentía su garganta arder.

No escuchaba nada, era aterrador.

Llegó a un punto en el que el dolor era insoportable, cayó al suelo provocando un gran sonido y un eco, miro hacia enfrente, no veía nada pero no podía quedarse ahí. Como pudo, con su brazo derecho siguió impulsando se para seguir adelante - Yu... - Trato de decir en un hilo de voz, no quería pensar en que lo había perdido, en que... No, negó con la cabeza, Yu era fuerte, seguirá vivo.

Un pequeño destello azul lo hizo recobrar las esperanzas, sin saber cómo logro llegar hasta él, hasta donde estaba ese espadachín gruñon.  Se arrepintió.

Su ser entero se lleno de tristeza, miedo, terror... Coraje...

El peliazul estaba sangrando, su torso completamente sin ropa solo dejaba ver una gran herida que no dejaba de sangrar, su rostro estaba completamente lleno de varias líneas delgadizas y rojas. Parte de sus brazos eran cubiertos por moretones.

Comenzó a llorar - Yu... - Volvió a repetir mientras repasaba los hechos, Kanda había recibido ese golpe mortal por protegerlo de esa miserable inocencia. Su ser entero se sintió invadido por culpa - Yu... - Volvió a repetir mientras sus ojos comenzaban a sentirse pesados.

¿Qué podía hacer? No quería perderlo, no quería.  Daría todo por no perderlo, todo, incluso su vida. Entonces recordó lo que esa inocencia dijo - Así... Que si eres...  Mi corazón -

Kanda había bebido la inocencia, eso significaba que esta estaba dentro de él, recorriendo su cuerpo. Lo abrazo con fuerza - No... Te va.. Yas... - Lo besó mientras pensaba en su objetivo, que la inocencia lo salvará como una vez lo hizo con él.

Sintió su cuerpo extraño, todo se comenzaba a revólver en su interior. Se separó abruptamente y comenzó a devolver sangre aún lado de azulino. La sangre salía de su boca si  escrúpulos, su garganta dolió, su brazo comenzó a doblarse provocándole aún más dolor pero no podía gritar,  estaba ya muy ocupado devolviendo sangre.

Su vista se torno borrosa, lo único que alcanzó a ver era que la herida de su espadachín estaba cerrando, sonrió y cayó mientras todo a su alrededor se volvía de un color negro intenso.

Todos en la orden estaban preocupados, en primer lugar por que varios reclutas estaban muertos, en segundo por que no sabían a ciencia cierta que es lo que pasaría de ahora en adelante pero lo que más preocupados los tenia era que Allen había logrado escapar de esta.

Sus heridas no habían sanado aún, de hecho no entendían como aquello era posible si él estaba muy débil.  Pero el más afectado por eso era el general Kanda, no muchos sabían de su relación de él con el albino —siendo solo Lenalee, Lavi, Komui y su propio maestro, el general Tiedoll— los que sabían de esta misma. Yu no descansaba, hacia solo tres semanas en las que el albino había logrado escapar y él lo buscaba como loco.

No lo decía, pero no pasaba ni una hora de su regreso de una misión y se iba a otra poniendo como pretexto que si perdían al corazón sería su fin. En parte era cierto, en parte no. Lo que lo mantenía noches enteras sin dormir,  lo que le quitaba el apetito y lo hacía estar de peor humor del que normalmente estaba era esa carta, esa estúpida carta que dejó el albino.

Lo buscaba con desespero, mataba a todo Akuma que podía, viajó por todas partes, pero no encontraba nada, era como si hubiera desaparecido.

Tenía ojeras muy marcadas, su cabello ya no estaba tan cuidado como antes, su aspecto era fatal y muchos lo notaban.

- Kanda... - Habló la peli verde mientras lo veía con tristeza - Aquí... No está él-

Otra misión, una donde se supone había inocencia pero no había nada. Desde que se enteraron que el albino era el corazón de la inocencia y este había escapado, estas desaparecían. Seguramente él las estaba juntando. Otra cosa por la que preocuparse.

No dijo nada y simplemente salio del gran bosque mientras la peli verde lo miraba con tristeza, desde su separación, Kanda no era el mismo.

Si bien, el albino estaba juntando las inocencias, le era complicado, el que los Akumas aparecieran para atraparlo, le complicaban las cosas. Un día en el cual luchaba contra Neah, se le juntaron varios akumas a su alrededor.

Neah solo quería salir, quería hacer lo que quería, lo que según él tenia que hacer.

No soporto más, trataba de no hacerle daño porque quería que ambos trabajarán juntos, por Road, especialmente, por que ella tenían algo con el Noah...  Pero ya no podía, ya no aguantaba el dolor.

Su poder se desató a gran escala, una gran explosión que acabó con los Akumas, que lo dejó inconciente y con muchas heridas —porque aún no se curaba bien de lo de la última vez— que acabó con Neah sin que él lo quisiera.

Desgracia, esa palabra lo definía bien.

Sacrificio, eso era lo que debía ser.

Dolor, eso era lo que siempre causaba.

Amor, esa palabra... No iba con él.

El general Kanda y el general Tiedoll al enterarse de esa explosión y encontrándose casualmente cerca, actuaron rápidamente. Corrieron al lugar de los hecho, siendo Kanda el más rápido.

Lo que encontraron era algo que no esperaban. Allen estaba en el suelo, tirado con los ojos cerrados y sin prenda alguna. Kanda se acercó y rápidamente lo cubrió con su abrigo. Lo abrazo con  fuerza mientras miraba su rostro, le daban ganas de golpearlo, de regañarlo e insultarlo

Pero...

También quería besarlo, de abrazarlo aún más fuerte, de decirle cuanto lo amaba, de eso y muchas cosas más, lo cargo y junto con su maestro, lo llevaron de regreso a la Orden Oscura.  Los días pasaron rápido, dos semanas se habían cumplido y el albino no despertaba, su cuerpo estaba completamente vendado, tal parecía que el poder que tenía era demasiado para su cuerpo, y si volvía a usarlo lo más seguro era que moriría.

Yu siempre trataba de estar con él, siendo protegido por los hermanos Lee.  Siempre hacia lo mismo, día tras día iba a la enfermería, tomaba su mano y mientras acariciaba su cabello le decía:

- Moyashi... Despierta - 

El toque del olvido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora