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Víctima de tu ira,
Ante la verdad distorsionada,
Provocando desconfianza,
Ante la mentira callada.

Las manecillas del reloj lo torturaban, lentas avanzaban una tras otra, segundo a segundo y minuto a minuto todo empeoraba. El tiempo siempre fue su enemigo, cuando quería estar en paz avanzaba de forma rápida y cuando quería que avanzará de forma lenta hacía lo contrario. Tenía solo un día, un maldito día para sacar respuestas y no avanzaba, estaba ahora aún más confundido que antes porque ¿lo estaba no?

Según lo que decía Allen todo iba bien, no necesitaba de nadie para nada, incluso eso lo reflejaba en el lugar que era su casa, alejada de todo ser entonces ¿Por qué él no sentía que fuera de esa forma? Cierto, ahora lo recordaba.

Kanda podía ver a través de las mentiras del albino.

Los arreglos del festival estaban técnicamente ya terminados, la mañana siguiente sería de lo mejor para muchos pues era último festival que tendrían en esa escuela, pronto todos dirían adiós, pero aquello no los tenía mal porque veían el lado positivo, todos habían creado maravillosos recuerdos que en un futuro cercano podrían revivir contando las anécdotas de lo que hicieron y vivieron.

Allen suspiro, él no era como ellos y jamás lo sería.

El destino se encargó de hacerlo recordar eso cuando tocó por accidente a Bak, fue un golpe duro pero era lo que necesitaba porque ahora que había recordado lo que pasaba y como todo se le estaba yendo de las manos, había empacado sus cosas. Si Kanda era quien lo estaba confundiendo y desviando de su camino era mejor alejarse todo lo posible.

Incluso si eso significaba irse del país.

Las clases terminaron, rápidas para el albino pero lentas para el azabache. El tiempo los tenía separados, por mucho. Allen con tranquilidad se acercó a Kanda y le sonrió, si le quedaban unas horas con Kanda quería aprovecharlas todo lo que pudiera, así que disfrutaría del último ensayo y al día siguiente del festival, por lo menos solo un poco antes de irse.

Caminaron como era su costumbre por las calles menos concurridas de la ciudad hasta la casa del azabache. Al entrar se dieron cuenta de que estaban solos, no había nadie y era mejor, Allen no quería que nadie los interrumpiera, quería ser egoísta por una última vez.

Sólo que sus planes no salieron.

-¿Estás mejor?- Preguntó Kanda mientras se sentaba aun lado de él y le daba una taza de té.

-¿De qué hablas?- Ladeó la cabeza confuso y ante eso el azabache solo suspiro.

-Ayer, después de que saliste del baño te vi- Silencio, Allen quedó estático ¿Kanda vio todo? No, no podía ser cierto. Río de forma nerviosa mientras desviaba la mirada hacia cualquier parte de la habitación, evitando el contacto visual entre ellos porque si lo miraba a los ojos todo se vendría abajo.

-¿Qué viste?-

-Al rubio, como cayó... ¿Qué me ocultas?-

De nuevo, otra vez de la misma forma.

Kanda se colocó sobre Allen evitando que pudiera hacer cualquier movimientos, solo que esta vez el contacto visual era mayor. Sus respiraciones se podían sentir mezcladas, el ritmo cardíaco aumentaba, y el sudor bajaba por su frente.

El toque del olvido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora