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No te acerques,
Soy un intruso
No te acerques,
Soy un demonio,
No te acerques,
Olvidame y dejame.

El tiempo era lento,  el amanecer era frío pero eso no quitaba el brillo del Sol que se asomaba por el horizonte,  a lo lejos. Tomando sus guantes se acerco a la salida de su 'casa' -Me voy- Miro de nueva cuenta el interior de esta y no escucho nada,  ni siquiera el canto de un pájaro, el rechinido de la madera o una sola palabra, nada.

Volvió a caminar. Sus ganas de seguir eran nulas,  sus ganas de vivir ya no existían pero él había sido advertido de que sería duro. Nadie lo había engañado,  él sabía a lo que se enfrentaría y lo había aceptado... Pero simplemente no creyó que fuera tan cruel el mundo como para ponerle a esa persona en frente y que no pudiera tocarla, ni hablarle o mirarle.

Cross se lo había dicho, le advirtió que no era bueno enamorarse pero él de idiota lo ignoro. Miro su mano izquierda,  aquella que utilizó para liberar a los Akumas,  aquella que antes contenía la inocencia que ahora estaba esparcida por todo su cuerpo. Era normal aquello, después de todo resultó ser el corazón de la inocencia y por tanto en la lucha final tuvo que aceptarlo.

Llegó a su asiento, como de costumbre todos lo ignoraron mientras él escondía su rostro entre sus brazos. Así se quedó. Así se mantuvo hasta que llegó la hora del descanso.

Kanda,  por su parte solo lo observó detenidamente, era él. El mismo chico que había visto en sus sueños, el mismo chico que por alguna razón lo cuido cuando se desmayo —según lo que le había dicho la enfermera— no había error.  Ese chico ocultaba algo, tenía algo que escondía y él se sentía interesado, soñaba con él con más frecuencia,  siempre el mismo sueño... Aunque no estaba seguro si solo era un sueño o tal vez era un recuerdo.

Pero, se sentía tan real, sentía el dolor y frustración de no poder hacer nada.

Observó como el chico se levantó de su asiento y se fue, él hizo lo mismo. Lo siguió con cautela,  tratando de que no se diera cuenta de que lo seguía, se sentía como un acosador pero es que estaba tan interesado que la curiosidad le ganaba. Y aunque quería hablarle no podía, en un principio pensó en como hacerlo pero no había forma de hacerlo.

Siguió al chico que por alguna extraña razón se dirigía a la azotea, miró hacia ambos lados, asegurándose de que nadie los viera o estuviera cerca, al percatarse de que no había nadie abrió la puerta y salió hacia la azotea. No había nadie.

Buscó de un lado, nada; del otro y lo mismo,  camino hacia enfrente y escucho esa voz de nuevo -¿Me estás siguiendo?-

Volteo rápidamente, el chico se encontraba parado frente a él con la mirada sería. ¿Qué debía hacer ahora? Había sido descubierto, pero en cuento miro esos ojos quedó sin palabras, sin saber que decir, esos ojos lo cautivaron por completo se parecían a los suyos de cierta manera, era como si esos ojos pidieran a gritos que alguien lo salvará.

-¿Por qué me estás siguiendo? - Allen trataba de sonar seguro, no quería enfrentarlo a pesar de que ya se había dado cuenta de que lo estaba siguiendo. Pero lo mejor sería alejarlo como a los demás, si eso sería lo mejor.

- Necesito preguntarte algo- Como siempre directo, pensó el albino. Kanda por su parte se acercó al joven que no se inmutó ante su presencia, quedaron frente a frente -¿Qué ocultas? -

- ¿Ah? - El albino fruncio el ceño -¿Quién eres tú para decir eso? - Se volteo y comenzó a caminar hacia la puerta dejando al azabache según él -Alejate de mi -

Kanda se molesto demasiado, cuando el chico estaba por abrir la puerta corrió y lo tomo del brazo, el chico se alteró y se soltó volteando se inmediatamente. Mala decisión, Yu lo acorraló contra la puerta mientras ponía ambas manos a los costado evitando que así escapará.

- Contesta - Le dijo en tono demandante mientras lo miraba directamente a los ojos, quería respuestas y haría lo que fuera necesario por conseguirlas.

-Alejate - Allen desvío la mirada, no quería verlo a los ojos. Sentía que la culpa lo recorría, célula por célula. ¿Habia hecho mal?  Si, esa era la respuesta. Si se hubiera ido no estaría en esa situación, su corazón no latiria tan rápido, su mente no estaría en blanco y tampoco sentirá culpa... Ni miedo.

- No lo haré hasta que respondas - El azabache tomo su rostro con su mano y como era de esperarse quedó paralizado.

-¡Kanda! - Grito Allen empujándolo, pero solo logro hacer que el mencionado cayera de rodillas con los ojos sin brillo alguno, sin contestar ni nada por el estilo -Kanda no... Tú no- Le dijo mientras con sus manos enguantadas tomaba sus hombros y se arrodillada para estar como él.

Lo sabía, era una mala idea.

Lo sabía, no debía acercarse.

Lo sabía, él debía alejarlo.

Lo sabía, debía olvidarlo.

Lo sabía, él era un monstruo.

-¡Kanda por favor, responde! -Miedo, eso era lo que sentía. Otra vez lo miraba de esa miserable forma como aquella vez en la que casi lo pierde, en la que tomó la decisión de alejarse y le dejó esa carta, en la que le fue a reclamar. De nuevo lo miraba de una forma en la que no quería verlo, todo por su culpa - BaKanda idiota...  Te debiste alejar... - En ese momento Kanda se puso de pie y comenzó a caminar, seguramente de nuevo al aula.

Allen se quedó arrodillado, apretando los puños de sus manos mientras escuchaba como él se alejaba -Kanda- El mencionado no se detuvo en ningún momento -Alejate de mi - Susurro - No te me acerques -

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Espero les guste esta parte de la historia.

Nos vemos y gracias por leer.

El toque del olvido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora