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Las palabras se callan,
pero los ojos hablan.
Las lágrimas avanzan,
mientras los corazones danzan.

-Allen

Kanda se quedó estático mientras una traviesa lágrima recorría su suave rostro, dejando una pequeña línea húmeda en el, aquello se le hacía tan conocido, tanto que el tiempo comenzaba a desvanecerse, y completamente perdido escucho los latidos de su corazón parar, como si con tan solo decir aquel nombre fuese a morir en aquel instante.

- Kanda, Kanda, el viejo Kanda~

Y de nuevo aquella voz resonaba en su  cabeza con infantil y juguetón tono que por alguna extraña razón lo hacia sentir, nostálgico.

- Kanda ¿tu me quieres?

Un dolor fuerte en la cabeza lo hizo llevar sus manos a esta, mientras daba algunos pasos hacia atrás, esa voz le era tan familiar pero a la vez tan desconocida, ¿porqué? si se suponía él jamás había escuchado esa voz que era irritante pero también; dulce y melodiosa, llena de amor y vida. Era como si su ser entero quisiera desvanecerse y la culpa le recorría cada fibra de su ser, célula por célula estaba contaminándose con aquello ¿estaba perdiendo la cabeza?

- Kanda...

- Kanda - Tan inverso estaba en sus pensamientos que no escuchaba ni prestaba atención a lo que pasaba a su alrededor, solo quería averiguar que era aquello - Kanda - Era molesto y a la vez agradable escuchar una y otra vez esa voz -¡Kanda!-

Se giró sobre sus talones al salir de sus pensamientos que parecían querer ahogarlo, al girar observó al que suponía sería su nuevo profesor. Frunció el ceño -¿Qué?-

-¿Tu eres Yu Kanda? - Preguntó el profesor mientras Kanda trago saliva intentando mantener la compostura, que según él, nunca debía perder. Asintió con la cabeza -Bien, primero que nada debes firmar unos papeles ya sabes el reglamento y eso, después te presentaras con tus profesores y al final con tus compañeros, sígueme-

Alejo su mano lentamente de la puerta, y aunque maldecía al profesor por interrumpir sus pensamientos decidió hacerle caso, por lo menos hoy debía hacerlo. 

Allen se sentía con ganas de llorar, de simplemente tirar todo por la borda e irse para siempre, pero bien sabía que si él no cumplía con sus obligaciones a las que se comprometió ese día alguien más tendría que hacerlo, y por muy egoísta que llegara a ser, él no podía permitir eso. No tenía a donde regresar, lo había dado todo por el bien de la humanidad y de los akumas, pero sobre todo de sus compañeros, sus amigos y lo más importante de su familia.

Por que si, los de la orden llegaron a ser su familia, que era tan acogedora y cálida, que a pesar de todo lo pasado logró salir adelante, rodeado de seres queridos y siempre con compañía, pensó que aunque él muriera ellos lo recordarían.



Que equivocado estaba.



Incluso él lo había olvidado.


Aveces se llegaba a decir idiota, porque eso era, un idiota porque decidió que lo mejor era olvidar en vez de avanzar, tomo decisiones que no le correspondían y aquí estaban los resultados, sus consecuencias.


Estar solo eternamente.


-Bien chicos tomen asiento- Ignoro cuando llegaron los demás, dejo eso de lado y prestó atención, es lo único que sabía hacer, es lo único que podía hacer - A partir de hoy tendremos un alumno nuevo, quiero que se comporten y cuiden de él, ¿entendido?- 

-¡SI!- Gritaron todos al uniso.

 -Bien- El profesor miro la puerta -Bien puedes pasar- 

Y entonces cayó aún más profundamente en el abismo que de por sí ya se encontraba, la oscuridad aclamaba su nombre mientras rodeaba su cuerpo y lo atraía con fuerza y por más que gritara parecía que la voz se le iba, ¿porqué?

-Baka

¿Porqué él?

 -Idiota, si mueres nunca podrás protegerme 

De todas las personas que podían atravesar la puerta tenía que ser él, justamente él, aquel que conoció en aquel que era su hogar, aquel que lo había golpeado un millón de veces, que lo insulto y lastimo, pero sobre todo aquel por el que había dado su vida.

-Allen, te amo

Los recuerdos golpearon su cabeza con fuerza haciéndolo sentir débil. Su corazón comenzó a latir fuertemente al ver a aquel chico de mirada fría, le miro con atención al sentirse asfixiado. El cabello tan largo era corto pero no perdió su tono azul azabache, su rostro aún era un poco afeminado pero de igual forma era hermoso, sus labios un poco resecos a comparación de como los recordaba, pero esos ojos azules llenos de valor y determinación que le recordaban la noche,  estaban presentes, mirándolo atentamente, y entonces se dio cuenta de lo que pasaba. 

Su ser entero se estremeció y sin saber el porque desvió la mirada -Bien, tu asiento será al lado de... de... - El profesor observó con atención los lugares y al ver que uno estaba desocupado le quería dar ese asiento sin embargo él no se había dado cuenta que no sabía del nombre del chico de cabello blanquecino.

-Ya entendí- Le dijo Kanda un tanto hastiado. Camino hacia el lugar vacío, ignorando las miradas de todos, tomo asiento y al ver de reojo al chico de cabello blanquecino que ahora miraba por la ventana, la voz se hizo nuevamente presente.

-Kanda ¿tú me quieres?


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Hola, Ever Chan se hace presente de nuevo.

Espero les guste esta parte por que a mí me gustó escribirla. No olviden dejar su comentario -Vamos hablen que a Ever le gusta hablar y se se siente solita T-T- y si quieren votar tal vez incluso compartirla.

Nos vemos y gracias por leer. 

El toque del olvido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora