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Tu sonrisa era lo único que necesitaba,
Más se fue mientras te mataba,
Así te llevaste mi calma,
Junto con mi alma.

Era tan difícil decir lo que sentía, solo trataba de decir "Lo siento" con todas sus fuerzas, de gritarlo a los cuatro vientos por no saber exactamente quién era.

¿El corazón?

¿El destructor del tiempo?

Un noah ya no.

Neah ya no...

Aún sabiendo que el noah ya no existía en su interior por un error suyo, todos en la orden lo consideraban eso. Y dolía... Dolía mucho...

No los culpaba pero admitía que hubiera querido que todos tuvieran un poco más de decencia para mirarlo, porque a sus ojos solo veían a una basura, un traidor... Un destructor...

Tomo un poco de aire mientras se sentaba en la cama, solo, solitario... En una prisión...

No literalmente claro, se encontraba aún en la enfermería pues su cuerpo aún estaba muy lastimado y no tenía ni fuerzas para abrir el arca, eso, y contando que los exorcistas se turnaban para cuidarlo y que no escapara no le dejaba muchas opciones para hacerlo.

Sonrió de forma débil.

Los días pasaban de forma lenta, a su alrededor siempre escuchaba silencio y apreciaba eso porque de no ser así escucharía insultos hacia su persona. O lamentos de sus seres queridos, como de Miranda, la exorcista que ayudaba a curarlo pero que cada vez que lo veía soltaba pequeñas lágrimas, de culpa y arrepentimiento. Odiaba eso... Hacer sufrir a sus compañeros, a sus amigos... A su familia.

Claro que aquello no se comparaba con cómo sufría por el espadachín.

Que al parecer no se rendía.

-General Kanda-san- Habló de forma suave mientras sonreía a la vez que ​este entraba. Desde el día de su pelea no le llamaba por "Yu" ni por "BaKanda"... Ni siquiera le hablaba de forma informal porque debía mantener distancia ahora que ya no eran nada.

-Moya- -

-¿Disculpe? ¿A quién le habla?-

Kanda gruño de forma audible para de inmediato sentarse a su lado mientras le retiraba la venda de los ojos, porque incluso eso hicieron los altos mandos, vendarle los ojos para que no viera y ponerle sellos alrededor del cuerpo para que no hiciera daño.

- Walker...- ​Habló de forma baja mientras le miraba a los ojos, aquellos que removía su ser por completo.

-¿Si?-

Lo odiaba, odiaba que se tuvieran que tratar de esa forma, que no pudiera abrazarlo. Odiaba verlo con todos esos sellos en su cuerpo imposibilitando su movimiento... Sobre todo odiaba que Allen pusiera esa sonrisa aún cuando estaba en una situación así.

-Me podrías decir ¿quién eres?-

Allen desvío la mirada. Kanda todas las tardes llegaba y le hacía esa misma ñ pregunta, de seguro para fastidiarlo... NO... Era más bien para que aceptara lo que no debía. Con sutileza negó con la cabeza pero para antes de que tan siquiera que alguno de los dos pudiera hacer un movimiento o decir una sola palabra todo explotó.

La orden estaba siendo atacada.

Disparos, sollozos, gritos... Muerte...

Todo fue tan rápido.

Ambos peleaban con desesperación, sus amigos trataban de protegerlo...

Era un desastre, un campo minado. No quería eso, ya no.

Estaba harto de tener que pelear por lo que quería, de ser la estúpida causa de una guerra que podía ganar pero que si lo hacía....

No.

Ya era hora.

Corrió con desespero mientras Kanda trataba de detenerlo pero no podía seguir su paso por los noah.

Las espadas chocando, creando ese sonido metálico al que tanto estaba acostumbrado no se hicieron esperar, tardó en llegar con el Conde, pero lo logró.

Miró a su alrededor en donde cada quien luchaba por su vida, por no caer debajo de los escombros de lo que alguna vez fue su hogar.

-¡Regresame a Neah! - El conde estaba fuera de sí, y era su culpa. ​

No necesito pensarlo, lo único que necesito fue actuar.

Pero... Cuando lo hizo el mundo de Yu se hizo añicos, aplasto sus sueños, esperanzas, deseos... Su futuro...

Abrazó al Conde mientras sonreía, su estúpida sonrisa de nuevo. Miró al azabache quien en ese momento llegaba con el torso descubierto cómo era su mala costumbre, la cual adoraba y le dijo un débil -Soy tu Moyashi-

Y la inocencia hizo su trabajo.

Se sacrifico por todos.

-¡¡¡¡Baka Moyashi!!!!-

Kanda no podía creer lo que había visto, su moyashi no podía haber hecho eso.

Él no podía haber activado esa fase de su inocencia porque significaría dar su vida.

Cuando recuperó la vista tras la explosión causada corrió a como pudo hacia el lugar, el conde no estaba... Su albino se hallaba por la mitad.

La parte de sus piernas emitía un brillo verde y desaparecía, su aliento se fue...

¡Sus ojos lo engañaban!

Se acercó a Allen quien estaba cubierto de sangre, rasguños, moretones y con los ojos apenas entreabiertos un poco. Le sonrío.

-I-Idiota... -​ Murmuró entre sollozos el azabache mientras acariciaba la mejilla del albino con delicadeza pero aquello solo hizo que esa parte de la cara del menor también comenzará a desaparecer - Idiota.. Idiota... ¡Eres un idiota!-

Allen río un poco mientras asentía con la cabeza -P-perdón- Miró a los pocos sobrevivientes de la orden de los cuales los únicos vivos eran sus amigos y eso lo alegró, volvió su mirada hacia el espadachín que no paraba de llorar.

Oh no, lo había hecho llorar.

-N-No llores... Ba-Ba-Bakanda-​ Subió su mano hacía su mejilla y quitó las lágrimas.

Kanda no quería perderlo, no ahora que todo había acabado. Se suponía que ellos ahora debían tener un final feliz donde cada día despertarían uno al lado del otro, desayunarían juntos, comerían dangos aunque a él no le gustaran tanto, pelearían para después darse un beso y tener una noche llena de pasión desbordante. Se suponía que siempre se amarían y estarían uno al lado del otro.

¡Esto no estaba Bien!

¡ASÍ NO DEBÍA SER!

- ¡Detente! ¡Idiota! ¡Si mueres.. Yo! ​- ​No termino su oración pues el moyashi acercó su rostro al suyo y lo calló con un beso.

Ese beso melancólico que presenciaron su familia llenas de lágrimas.

- Gracia.. as... Yu... Lo ... Siento... Te.. A.. M​ -

Y jamás acabo de decirle eso.

Su cuerpo desapareció por completo, no dejó nada más que los recuerdos del amor, de uno que pocos tienen la suerte de probar porque el amor nacido en una guerra es el más fuerte que puede haber.

-No... No... ¡ALLEN!-​ Pero así como es de fuerte y sincero es uno de los que más duelen.

Yu lo vivió, sintió como su alma se desgarraba por dentro y como las lágrimas no paraban de salir mientras sus brazos permanecían vacíos.

Vivió el peor final de todos.

El toque del olvido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora