Epílogo

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Dime que todo es una mentira,
Que el final es junto a ti.
Que nuestro destino no conspira,
Y que nuestra vida no expira.

La ciudad de día era muy tranquila. Cada quien se dedicaba a hacer algo con gusto, todos llevaban una vida normal, sonrientes, sabiendo que al día siguiente verían a su familia, amigos... A su persona preciada.

No era su caso.

Alma con lentitud en sus movimientos corto las flores con tranquilidad, él se merecía flores frescas y que estuvieran bonitas. Se detuvo por un momento a olerlas, extrañaba a su hermano.

Sus insultos, sonrisas, pleitos... Todo...

Las lágrimas amenazaban con salir pero debía ser fuerte, por su hermano, por el novio de su hermano. Con un nudo en la garganta y una sonrisa melancólica hizo un bonito ramo que arregló y decoró con un listón, para después salir del jardín de su casa y poner lo necesario en una canasta.

El té, la comida y las flores no podían faltar.

Camino hacia la salida y antes de abrir la puerta gritó -¡Iré a ver a Yu!- Y dicho eso salió de la casa.

Camino con tranquilidad por las calles, pasó por una cafetería y se detuvo frente a esta.

Kanda la había llevado una vez para celebrar su salida de la universidad y la última vez fue para presentarle a Allen, su novio. Siguió caminando, tarareando. Debía mantener los ánimos si iba a ver ambos.

Pero le costaba tanto no llorar.

El accidente tenía ya tres años de haber ocurrido.

Se mordió el labio inferior con fuerza y negó con la cabeza, no ganaría nada deprimiendose. Lo mejor sería ver a Yu y Allen con una sonrisa.

Tomó un poco de aire antes de llegar a la parada de autobuses, en días así lo que menos quería era conducir. Subió y pagó. Se sentó cerca de la ventana y miro el paisaje, los árboles se mecían al compás del viento, los pajaritos cantaban con alegría, las personas se veían felices... Pero para ella todo era nostálgico...

Observó a los pajaritos, volando lejos...

Volvió a negar con la cabeza para después darse cuenta de que había llegado, bajo con cuidado de no resbalar por las escaleras del transporte y se dirigió a la entrada. Como si nada siguió su camino pues ya conocía por demás el lugar.

Paredes blancas.

Tomó el elevador y subió, al llegar arriba saludo a sus compañeros y se dirigió a la habitación. Tocó la puerta y la abrió, se adentro al lugar y observó a su hermano sentado en el sillón tomando la mano de alguien.

- Yu... Te he traído la comida... - Habló de manera suave, mientras su hermano asentía con la cabeza -¿Cómo está Allen?- Kanda negó con la cabeza.

Le dolía verlo así.

Miró a la persona que estaba en la cama, conectado a varios aparatos médicos que cuidaban su pulso, el oxígeno... Literalmente el funcionamiento de todo el cuerpo del menor.

Llevaba tres años en coma.

Se acercó a su hermano y le tocó el hombro en signo de apoyo, por un momento ambos se quedaron en silencio hasta que Alma le sonrió -Vamos afuera a comer ¿si?-

Al principio el azabache no aceptó, no quería despegarse de su amado por nada del mundo pero Alma le dijo que Allen necesitaba que él estuviera fuerte y fue como accedió. Antes de abandonar la habitación la rubia colocó las flores en un florero con agua y las dejo aun lado de la camilla.

El toque del olvido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora