>Libro XV<

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Una copa rota. Una grieta sin regreso.

Cae el agua lentamente, y sus vidrios las manos le cortan. Ya no puede moverlas, ya no puede sentirlas, pero siguen siendo sus la manos las que le hacen cosquillas.

No...

¡Grita pequeño pajarillo, que tus alas nadie te devolverá!

Sale entonces el padre en busca de alimentos para dar a sus dos pequeños hijos. Trabaja sin descanso día y noche, se humilla ante su amo, sufre dolor sin descanso alguna, y regresa a casa con moretones en las rodillas, con la mente pesada, con tristeza en la mirada.

Sin embargo, lo haría una y otra vez... pero ya no tiene caso.

Al llegar a casa sus hijos han muerto, pues el hambre se los ha llevado.

Y dice entonces sin parar de reír:

Nada.

No dice nada el pobre pajarraco.

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