Howe estaba muy ocupado escribiendo tres libros a la vez, pues amaba retarse a sí mismo. No tenía tiempo para prestarle atención a nada que no fueran sus locuras, pero eso era algo que su admirador no parecía entender.
El amor y las ganas desesperadas que aquel chico sentía por estar a su lado se hacían cada vez más insoportables, pero Howe no lo sabía. Howe no entendía el amor.
—Tu último libro fue maravilloso. Lo juro, Joseph, lloré toda la noche en cuanto llegó el final. Yo solo quería leer un poco más...
El demente no respondió. Escribir tres obras maestras en una estación de tren mientras era acosado por un adorable idiota de ojos azules no le permitía hacer una tarea tan compleja como lo era entablar una conversación.
Además, él estaba logrando resquebrajar todas sus paredes de papel. Poco a poco traía el infierno a su vida, y eso era algo que le atemorizaba cada vez un poco más.
—¿Podrías firmar mi libro? Sé que ya has firmado uno antes, pero compré uno nuevo esta semana y quería...
—¿Podrías no molestarme más?
Su voz estaba llena de molestia. Su admirador le agradaba, tal vez más que solo eso, pero en esos momentos no tenía tiempo para idiotas babeando por su increíble mente y agraciado físico.
Amaba ser tan amado, pero a veces le resultaba agotador.
—Está bien. Yo solo... Supongo que podemos reunirnos en un café, en tu casa, en el cine, en esta estación.
De nuevo, no dijo nada.
—Me gustaría tener una cita contigo, Joseph, porque tú realmente me gustas.
Fue esto lo que lo sacó de control.
—Jamás tendría una cita contigo —Gruñó entre dientes el escritor—. Quiero mujeres de faldas cortas, piernas largas, pechos grandes...
—Tus deseos siempre pueden cambiar, Joseph. Créeme. A mí me sucedió.
Pero Howe no quería que los suyos cambiaran.
—Escúchame bien —Lo alertó—... Jamás, en ninguna de mis vidas, me enamoraría de un asqueroso homosexual como tú. Jamás, en ninguna de mis vidas, dejaría que un depravado sexual como tú me tocara. Jamás, en ninguna de mis vidas, yo podría sentir ningún tipo de deseo por ti.
Las dolorosas lágrimas acumuladas en los ojos de su admirador habrían detenido a cualquiera de seguir con aquellas crueles palabras, pero Howe no lo estaba mirando a él.
—¡Eres un enfermo asqueroso que no se cansa de acosarme! ¡Seguro tienes miles de enfermedades para contagiarme!
Sus palabras no le dolieron solo al admirador, sino también a sí mismo.
¿Quién era realmente el asqueroso e idiota en toda esa situación? ¿El hombre enamorado o el que lo odiaba solo por estarlo?
La respuesta llegó a su mente demasiado tarde.
El admirador ya se había marchado.
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|| HOWE ||
Historia CortaHowe era un hombre extraño. Un demente. Un desequilibrado. Howe era un hombre desconocido. Un incomprendido. Un repudiado. Howe era un hombre soñador. Un iluso. Un romántico. Howe era un hombre. Howe era un loco.