El loco vendaba con furia la mano de su amigo. Se había quemado mientras intentaba, en su mundo de oscuridad, preparar una cena para ambos.
—Eres un idiota —Gruñía el pobre escritor. No solo estresaba su vida la escritura de tres libros en secuencia, sino también tres hombres estúpidos siendo parte de ella
—Lo siento, Howe. Yo...
—Perdí al maricón de mi admirador, a mi asistente sin inteligencia —Enumeró con enojo— ¿Quieres que pierda a mi amigo inútil también?
El loco escritor estaba tan inmerso en sus propios sentimientos que no se daba cuenta de la forma en la que sus palabras herían a los demás.
—No soy un inútil, Howe. Yo...
—¡Claro que lo eres! —Exclamó con total exasperación— No puedes salir de casa, no puedes leer... ¡No puedes siquiera cocinar sin herirte más de lo que ya estás!
—Puedo hacer todo eso —Insistió el ciego, quien enterraba sus uñas en la piel morena de sus brazos para no golpearlo. Comenzaba a enfadarse también—. Solo necesito práctica.
—¡Lo que tú necesitas son ojos nuevos!
—¿Tú o yo? —Cuestionó— Porque sí, extraño ver al mundo, pero mi ceguera es algo que ya acepté. Tú, por otra parte, no pareces soportar la idea de tener un amigo que no pueda halagar tu horrible rostro por las mañanas.
—Retráctate.
Sabía que su rostro jamás podría llegar a verse mal, ni siquiera por las mañanas. El admirador se lo había dicho muchas veces, él mismo se lo había dicho muchas veces, su amigo se lo había dicho muchas veces.
Él daba una nueva definición a la palabra perfección.
—¿Puedes irte de mi casa, Howe?
El escritor rio.
—¿Realmente quieres que me vaya?
—Por supuesto.
Volvió a reír. No se movió, por supuesto. Su mejor amigo no podía estar pidiéndole algo así.
Era insólito.
—Howe, por favor.
—¡No! ¡No sabes siquiera lo que dices!
Su amigo se acercó. Era alto, muy alto, y sin esa venda sobre sus ojos habría llegado a intimidarlo.
Ahora solo se veía como un débil joven al cual el escritor debía proteger con su vida.
—El único rostro que recuerdo desde el accidente es el tuyo, Howe. Desde tus ojos color café hasta tu más escondido cabello blanco permanecen en mi memoria. Y no solo recuerdo a ese hombre, sino también la forma en la que me trataba... Y tú no suenas para nada como el hombre a quien pertenecía ese rostro.
Y el chico débil le propino un golpe que lo dejó inconsciente.
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|| HOWE ||
Short StoryHowe era un hombre extraño. Un demente. Un desequilibrado. Howe era un hombre desconocido. Un incomprendido. Un repudiado. Howe era un hombre soñador. Un iluso. Un romántico. Howe era un hombre. Howe era un loco.