Escribía para mantener su mente ocupada. Se saturó mientras buscaba olvidarlos.
Su traje se mantenía, pero no la pulcritud de éste. Su cabello se había tornado completamente blanco, había crecido hasta sus hombros, y su barba irregular lo hacían parecer un pordiosero.
Se sentía tan deprimido sin sus tres compañeros que, pensando en no pensar, olvidó escribir un octavo libro.
Estaba más loco que nunca.
Olvidó sentir. Olvidó pensar. Olvidó amar.
Olvidó cada cosa que había aprendido en la vida y se dedicó a la demencia, su última compañera.
Caminó hasta la estación de tren cuando la soledad en su departamento comenzó a ahogarlo. Antes había amado la soledad, pero nunca había estado realmente solo.
Había tenido un admirador.
Había tenido un asistente.
Había tenido un amigo.
Y, mientras escribía cuatro libros sin sentido, los vio.
Su admirador cortejando a un desconocido.
Su asistente sirviendo a una mujer.
Su amigo charlando con unos niños.
Y en un charco de agua vio su solitario reflejo, dándose cuenta así de lo que había perdido.
—¿Realmente me necesitaban? ¿Realmente me querían? —Preguntó al viento mientras lloraba.
Y se dio cuenta de que era él quien los había necesitado. Era él quien los había querido.
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|| HOWE ||
Historia CortaHowe era un hombre extraño. Un demente. Un desequilibrado. Howe era un hombre desconocido. Un incomprendido. Un repudiado. Howe era un hombre soñador. Un iluso. Un romántico. Howe era un hombre. Howe era un loco.