2.

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La miré a Ana creyendo que el corazón se me iba a salir del pecho, no era algo normal que se me acelerara tanto el pulso y menos por un chico. Ella sonrió negando, se fue de mi lado y me apresuré a buscarlo con la mirada, pero al no encontrarlo volví al lugar donde mi amiga demostraba con su cara cuán incómoda estaba.

— ¿Ya nos podemos ir?

—Ese chico es demasiado...perfecto. —le dije haciendo caso omiso a su malas vibras.

—Por favor, no sabemos ni dónde estamos y esto no me gusta para nada.

—Los chicos son simpáticos y no pienso irme sin hablarle, después de un par de copas más obvio.

—Abril estás loca, esto es horrible...—dijo el mayor desprecio que le salió. Miré a Ana y ella se veía feliz riéndose con sus amigos. —encima Ana ni siquiera nos presta atención.

—Si estás con ella sí te va a prestar atención, pero estás acá aislada como si fuese muy malo.

— ¡No conocemos a nadie de acá, el lugar es un asco, están todos fumando marihuana y hasta se ponen pastillas en la bebida, me quiero ir!—dijo exasperada, la miré y dejé mi sándwich en la mesa de al lado.

—Se supone que es el fin de semana de Ana, no podemos irnos, ella ni siquiera está borracha como para persuadirla. —le dije intentando convencerla, puso su peor cara de seria y enojada y miró hacia adelante ignorándome. Suspiré. —bueno, vamos

—Al fin. —bufó y se levantó, rodé los ojos y antes que pudiera darme cuenta ella abrió los ojos de par en par y se tapó la boca

— ¿Vas a vomitar?—pregunté alarmada, asintió y me levanté rápido, corrimos adentro de la casa y busqué alguna puerta, abrí una sin mirar qué había y dio casualidad que era el baño. Entramos y ella vomitó enseguida se acercó al inodoro, levanté su pelo y me agaché a su lado para tranquilizarla. Algo me decía que ya no era un empacho, o algo que haya comido.

Después de que estuvo más tranquila, la ayudé a levantarse y lavarse la cara y las manos. Se sentó en el suelo relajándose y yo me encaminé a la puerta.

—Voy a llamar a Ana y decirle que nos vamos.

Ella estaba bailando con los chicos ya que habían puesto la música a todo lo que daba, se me hizo difícil llegar hasta donde estaba porque había chicos que me querían sacar a bailar, estaba muy preocupada por Ema así que me apuré e intenté ser educada al negarme y salir corriendo. Llegué a mi amiga y la arrastré fuera del lugar en donde estaban todos, ella bailaba mientras tenía un cigarrillo en la boca y en su mano un vaso de alcohol.

— ¡Me voy con Ema!—le grité encima de la música. — ¡Está vomitando y se siente mal!

— ¿Eh?—me miró confundida pero todavía bailando, me acerqué y le hablé al oído

— ¡Que me voy con Ema porque está vomitando y se siente mal!

— ¿Dónde está?—preguntó dejando el vaso para ir hacia adentro, fui tras ella y llegamos al baño en donde Ema estaba vomitando, enseguida la ayudó con el pelo y a hacer lo mismo que hice yo antes, o más bien toda la semana. —tranquila nena, no te fuerces, Abru andá a buscar un vaso de agua.

— ¿Pero dónde?

—A la cocina, debe estar Dino pedile a él.

Salí rápido sin saber a dónde ir, traté de caminar por la casa con la luz tenue que apenas entraba del patio trasero, me acerqué de inmediato cuando vi que de lo poco que estaba abierta una puerta salía mucha más luz. La abrí y mi mandíbula cayó abierta cuando encontré la cocina, pero no de comida. Kilos y kilos de cocaína había en pequeñas bolsas y en bandejas, sobre pallets a lo largo de todo un pasillo. El olor era casi nauseabundo y de repente la puerta se me cerró frente a mis ojos.

Aprendiendo a Quedarse.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora