12.

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Pasamos un rato más arriba del árbol hasta que nos bajamos y caminos por los bosques iluminados, no había gente y caminar agarrada de su mano me hacía sentir bien, incluso cuando pasó su brazo por mis hombros y volvió a darme la mano para caminar, me sentí como una tarada por emocionarme internamente. La tensión que había entre ambos en cada beso y cada caricia estaba presente, pero prefería esperar y no arruinarlo de hacerlo por desesperación, cuando en realidad lo único que quería era conocerlo más.

— ¿No vas a entrar?

—No puedo, tengo que irme. —dijo y antes de que dijera algo o me bajara, me hizo acercarme a él y a su boca, para darme el que parecía ser el último beso de la noche. No quería dejarlo ir lo absoluto, pero logramos apartarnos cuando recobramos el sentido y la razón. —Nos vemos.

— ¿Cuándo?

—Espero que antes del viernes.

Asentí y le di un último beso para bajarme del auto y subir las escaleras de la entrada. Él se quedó hasta que estuve adentro y lo escuché arrancar cuando cerré la puerta. Entré a mi casa y en mi cuarto guardé la florcita que me había regalado adentro de mi agenda, me lavé los dientes y me cambié para acostarme, sin poder dejar de pensar en sus besos y todo de él, incluso cuando usaba su campera.


— ¿Que sugerís de menú Abru?—me preguntó Jime, mi compañera.

—No sé, ¿qué dice Kike?

—Digo que hagamos lasaña. —dijo Kike mientras entraba a la cocina y se acercó directo a saludarme. — ¿cómo estuvieron tus vacaciones Abril?

—Muy bien gracias. —respondí y empecé a hacer los pedidos, aunque faltaba para el mediodía la gente pedía el plato del día desde temprano, ya que el horario de oficina sólo les permitía buscarlo e ir almorzando en el camino.

Terminaba cansada y agotada por todo lo que demandaba mi trabajo, la semana se me pasó volando por lo concentrada que estuve en hacer las cosas bien cuando mi jefe más me lo exigía, solamente tenía que soportarlo pero empezaba a impacientarme cuando sabía perfectamente que era de las pocas que cumplía con todo. Intentaba verlo por el lado profesional, me estaba formando para el futuro, pero nada me hacía mejor cuando tenía mi rato libre para poder respirar un poco de aire.

Salí por la puerta trasera y empecé a caminar, pero antes de ponerme los auriculares escuché su voz y mi cuerpo entero se tensionó. Me di la vuelta y estaba donde me había amenazado básicamente para que no dijera nada, con la capucha puesta y el cigarrillo entre los labios esperando a que reaccionara. Caminé hasta él y no pude decir nada que me acercó a su cuerpo para besarme la sonrisa que de pronto me iluminó la cara.

—Hola.

—Hola. —murmuré y profundicé el beso sin abrir los ojos. Me agarré de sus brazos mientras me sostenía y lo seguí asegurándome de que no me iba a caer. Cuando me alejé un poco él tiró el cigarrillo que había estado alejando de mí y que por inercia no sentí en su aliento. — ¿Ya salís?

—No, voy a almorzar, salgo como a las cinco. —le dije y miré a mi alrededor, los edificios eran altos por lo que el lugar era sombrío y recordé cuánto miedo me había dado cuando se apareció aquella vez. —Acá me amenazaste.

—No te amenacé, te salvé la vida Abril.

—Qué exagerado ¿sólo por ver eso?

—Sólo por ver eso te podrían haber matado y ahí sí que no ibas a poder decir nada. —dijo y yo levanté una ceja ante su seriedad. .

Aprendiendo a Quedarse.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora