11.

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Abrí los ojos y me di vuelta en mi cama mientras agarraba el teléfono, tanteé mi mesa de noche pero no estaba ahí, me fui levantando de a poco y me fijé por mí misma, y no había nada. Los recuerdos de la noche volvieron a mi mente y me encontraba sola, a como me había acostado, y todo era real, porque tenía la campera de él puesta. Sin embargo, no podía desprestigiarlo, se había quedado demostrándome que un poquito le importaba, lo que obviamente yo valoraba y para que existiera otra oportunidad, me animé a escribirle, aunque presentía que la mayoría de los primeros pasos, iba a tener que darlos yo si quería algo más.

Gracias por quedarte y entender.

Dejé el teléfono y entré a bañarme, tenía efectos del vodka pero no me importaba demasiado porque fui consciente todo el tiempo, él me había besado y no se había ido, se quedó conmigo a cuidarme de mis pesadillas. Hasta que estuve consciente él todavía estaba conmigo, y veía muy difícil la parte de dejarlo ir ahora, quería más y mucho más, iba a ser un desafío y lo sabía, pero no tenía mucho que perder, arruinar mis ideas era algo tan normal en mí que empezaba a acostumbrarme.

¿Puntos extras para mí?

Definitivamente sí.

Sí, felicidades ganaste poder verme de nuevo.


Era sábado y no quería quedarme en casa, tenía que recompensar el viernes. Mis amigas estaban más que felices de ayudarme con eso y no tuvieron mejor idea que ir a un boliche.

— ¿Estás lista?—me preguntó Ana levantándose y yo asentí, Ema salió de su cuarto y también asintió. —entonces vamos.

Teníamos que hacer fila para entrar al boliche y aunque eso no me gustó mucho, nos quedamos paradas mientras mis amigas socializaban con otros chicos, preferí apartarme de eso porque no me agradaban las obvias intenciones de ellos y para mí suerte mi teléfono vibró con un mensaje para distraerme. Era de Gian.

No sabía que vos eras el premio, ¿cuándo?

Fui demasiado impaciente como para hacerlo más interesante, así que le respondí.

Cuando quieras.

Para pasar desapercibida de la conversación de ellos, me mantuve en línea esperando a que escribiera y no tardó mucho en hacerlo.

Viernes.

Recién era sábado y faltaba toda una semana, eso era injusto porque quería verlo antes. Tenía que hacerle saber que yo no quería esperar, así que le escribí.

Es mucho tiempo.

La fila empezó a avanzar y yo caminé detrás de mis amigas y esos chicos mientras miraba la pantalla de mi celular, esperando su mensaje hasta que entré y el horrible olor a cigarrillo me infectó los pulmones, la música alta me aturdió y todo el camino a la barra me quisieron alejar de mis amigas para bailar, pero me negué para tomar algo y esperar a que mis ganas de bailar se activaran.

Uno de los chicos que había entrado con nosotras se acercó con una sonrisa intencional, intenté no devolvérsela pero fue imposible no mirarlo cuando se puso enfrente de mí.

—Hola.

—Hola.

— ¿Cómo te llamas?

—Abril.

— Fausto ¿Bailas? —me ofreció la mano con la sonrisa intacta y aunque quise negarme, mis amigas se estaban yendo con los suyos y con la mirada me obligaron a que aceptara, suspiré y acepté la mano del chico para bajar del taburete y entrar a la pista, pero antes de que me pusiera a bailar, saqué mi teléfono cuando vibró.

Aprendiendo a Quedarse.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora