3.

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Como era de esperar el día había empezado con demasiado estrés de mi parte, Kike era ese típico hombre exigente hasta con los detalles, lo cual era frustrante porque más detallista que yo para la cocina no conocía. Entendía que el restaurante se llenaba, pero no podía cumplir las dos funciones bajo presión, y mucho menos cuando la gente estaba dispuesta a esperar mis especialidades.

Al mediodía cuando llegó la hora de mi descanso, no quería comer ahí por lo que salí directo para Mc Donald's, estaba a unas pocas cuadra del restaurante y me quedaba más cerca salir por detrás aprovechando sacar la basura, la dejé en los tachos del callejón y bajé del porche para caminar hacia el lugar de comidas rápidas. La angosta calle se parecía al lugar en donde habíamos estado el viernes con Ana, con la diferencia que era más frecuentada exceptuando el día de hoy.

—Hey. —escuché detrás de mí, me paralicé en el mismo segundo. Pensé que no había nadie detrás por lo que me quedé estática rogando que no fuera un robo. Aquella persona se estaba acercando a mí y apreté los puños para que no fuera doloroso, me giré un poco a ver a mi asesino cuando me di cuenta que era ojos verdes. —Tenemos que hablar. — dijo y yo me quedé perpleja, fruncí el ceño y traté de ser lo más normal posible

— ¿Hablar?—repetí dudosa, él me agarró del brazo y casi me arrastró hacia el callejón oscuro del que acaba de salir con vida, mi corazón iba muy rápido y no sabía si era el miedo o los nervios que él me provocaba con su imponente mirada y misteriosa persona bajo la capucha.

—Tenés que prometerme que no vas a decir nada de lo que viste el viernes. —dijo serio, pensé por un segundo y recordé.

—Ah eso... ¿qué tengo que hacer?—pregunté, él apretó la mandíbula sin rastros de paciencia.

—No tenés que decir nada, o estás muerta. —musito de forma que le creí, tragué por un segundo y me arrepentí de haber pensando cosas lindas de él. —prometeme que no vas a decir nada.

—No le hago promesas a gente que no conozco. —dije con fuerza, pensé en que tenía que ser valiente al menos en mi lecho de muerte. Lo vi apretar la mandíbula y apenas respirar.

—Si no querés terminar muerta te convine no decir nada.

— ¿Y por qué diría algo?

Entrecerró los ojos y aún así su verde era hermoso, él lo era.

—No lo sé, pero no podes decir nada.

— ¿Por qué, vas a matarme?—redoblé, él levanto una de sus perfectas cejas.

—No.

—Enton...

—Yo no. —dijo serio, sin mínima gracia.

Si él no iba a matarme, ¿entonces quién? El aire empezaba a hacerse escaso en mis pulmones, yo iba a morir sólo por haber visto algo ilegal ¿Qué tan malo podía ser? Respiré hondo ya que el pánico empezaba a consumirme, no tenía que tener miedo eran amigos de Ana ella iba a protegerme de eso, o eso esperaba.

—Está bien. —musité. —no voy a decir nada.

—Prometelo.

—Ok, lo prometo. —asent. Me dio una mirada fría pero segura y se alejó un poco para irse. Tragué saliva y lo llamé. Se quedó quieto y despacio se dio la vuelta con sus manos dentro de los bolsillos del pantalón. — No voy a decirle a la policía ni nada de eso, pero... ¿Ana lo sabe?

—Obvio que lo sabe y por lo que sé...—se encogió de hombros. —es una gran clienta.

Abrí los ojos de par en par y traté de que mi horror no se notara tanto, apreté mis manos temblorosas y me quise pellizcar la palma pero nada iba a pasar. Miraba atento a mi reacción, pero no sabía qué hacer, estaba parada frente a uno de los chicos más lindos que había visto en mi vida, y me había dicho lo peor que podían haber escuchado mis oídos, peligro.

Aprendiendo a Quedarse.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora