38.

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—Sólo quiero que te tapes. —le dije y después de un segundo asintió y cerró los ojos. Al fin pude ponerle mi pañuelo para que no viera. Me arrodillé entre medio de sus piernas y lo até bien para que no viera absolutamente nada. — ¿ves?

—No.

—Bueno, vos decime si te gusta y cómo se llaman.

—Ok.

Me senté en mis talones y agarré una galleta saborizada para mezclarla con las distintos tipo de salsa que había hecho, empecé con una muy fácil. Estábamos jugando a adivinar, yo les había dicho el nombre de todas las distintas salsas y ahora él las tenía que probar con los ojos vendados y decir el nombre. Tenía la mesa del centro llena de cosas y nosotros estábamos sentados al lado de ella en el suelo, quería saber qué tanto me escuchó durante todo el tiempo que estuve cocinando y él escuchando o al menos eso fingía que hacía.

—Abrí. —le dije y abrió apenas la boca para que yo lo hiciera probar, la comió y no pude evitar sonreír como sus hermosos labios se movían con gusto. — ¿y?

—Boloñesa, fácil. —dijo, sonreí y le limpié la boca.

—Un puntito extra para no matarte.

—Voy a ganar, no quiero tus puntitos extras.

—Si claro. — rodé los ojos y fui con el siguiente.

—De champiñones.

Maldito hijo de puta, seguí con las más raras y cuando terminó de comer sonrió un poco.

—La de nombre raro. —dijo, suspiré y él ensanchó su sonrisa. —te dije que voy a ganar.

—Todavía no empezamos el verdadero juego. —dije y agarré la más picante y más rara que él vio. Se la di y me causó mucha gracia sus muecas, no la quiso terminar.

—No sé, pero es horrible.

—Punto para mí entonces.

Seguí con las diferentes tipos de salsas y él ganó sólo por dos puntos, fue divertido porque me hacía reír y otra vez estaba escuchando su hermosa risa cuando yo decía algo estúpido. Eran doce salsas diferentes y él adivinó diez, eso significaba que me había escuchado después de todo, no podía quejarme siempre lo hacía a pesar él no ser de muchas palabras.

—Ahora, la ultima. —le dije y frunció el ceño.

— ¿No era la última?

—Si pero ésta si no la adivinas perdes todos los puntos que ganaste.

—Tramposa. —me acusó y sonreí para acercarme un poco más.

—Es un juego, si ganas esto tu premio lo podes decidir vos, y si gano decido el mío.

—Ya gané bombón y creeme que tengo un buen premio por delante.

—Sólo si adivinas este bombón. —le dije de la misma forma, él sonrió. — ¿listo?

—Siempre.

—Ahí va, cuidado. —dije y él asintió como un tonto. Despacio sin que nos rozáramos me acerqué y lo besé, al principio dudó pero me siguió el beso abriendo su boca con la mía para profundizarlo y pasó sus manos por mi cintura para acercarme más, mientras nos besábamos de alguna manera no tan normal y más desesperada.

—Este lo sé. —dijo entre besos y bajó su mano para levantarme la remera, lo ayudé un poco rozando sus manos.

— ¿Cuál? —pregunté en sus labios, me dio besos pausados y después de un segundo habló sobre ellos.

—Sólo puedo decirte que es el mejor sabor del mundo, que es hermoso, me vuelve loco y que lo necesito las veinticuatro horas del día porque si no lo tengo siento que me muero. —dijo y casi arañé su remera para sacársela, él siguió hablando. —Es tan adictivo y tan enfermizo, nunca antes quise algo así.

— ¿Cómo se llama? —le pregunté y me subí encima a horcajadas. — ¿tiene un nombre?

—El sabor es Abril y un nombre...todavía no tiene uno.

Se apartó un poco y se sacó el pañuelo de la cara, me miró con sus intensos ojos verdes que tanto me gustaban, realmente me hacían perder hasta cuando lo miraba.

—Quiero ponerle un nombre. —dijo tomando seriedad. —a lo nuestro.

Mi corazón se detuvo por instante y todo alrededor se detuvo también cuando empecé a escuchar sus palabras.

—Quiero que seas mía, quiero que seas mi novia, mi mujer. —dijo y agarró mi cara entre sus manos para rozar nuestros labios. —no quise que sea así, pero ya no lo soporto te juro que te necesito tanto que me duele, y quiero que la próxima vez que te haga el amor ya seas mías de palabra.

—Sos tan hermoso. —musité buscando sus labios para besarlo.

— ¿Que me decís?

—Que voy a ser tu novia, tu mujer, sólo tuya. —le dije y lo besé, por lo que lo siguiente fue acostarnos sobre la alfombra y saciar la necesidad que ambos teníamos de hacer el amor. Era lo único que deseaba, al fin era oficial, era mío, era mi novio, y yo era completamente suya.


Aprendiendo a Quedarse.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora