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Los papás de Ana llegaron el domingo por la tarde, fue una injusticia porque a ellos los dejaron entrar a verla sin ninguna restricción, así que con Ema tuvimos que discutir con el doctor y las enfermeras. Recién pudimos entrar el lunes y fue justo cuando su papá se fue, su mamá se quedó y hasta ella tuvo que pedir que nos autorizaran. Ana estaba media dormida y media despierta, no podía estar mucho despierta porque el cuerpo no se lo permitía y estaba en estado delicado. Pensé que los efectos de la droga ya se le habían ido pero no era por eso, sino que su cuerpo estaba muy débil para recibir más droga de la que encima le estaban dando los médicos y no podía aguantarlo demasiado, tanto como yo mis lágrimas de verla así, pensaba que era demasiado alcohol el que estaba tomando, pero no era exactamente eso y sabía perfectamente de dónde venía todo, necesitaba contárselo a Ema pero podía ser peligroso, Gian me había hecho prometer no decírselo a nadie.

Hablamos con su mamá para ponerle un psicólogo y le contamos todo lo que sabíamos, nosotras éramos dos ejemplos para Sara, pero no quería que menospreciara a su hija y menos en los momentos que estaba viviendo. Nos comprometimos a ayudar y a tratar de que Ana mejorara y no consumiera más, aunque la intención de su mamá estaba puesta en internarla en rehabilitación y por más que fuera lo mejor, Ana nunca cedería a que eso pasara.

La línea seguía cortada, era miércoles y seguía sin saber de Gian, dudé en llamar a la policía pero las noticias malas corrían rápido y esperaba que no se tratara de nada eso, sin embargo necesitaba muchísimo de él, lo extrañaba y quería de su calma, la operadora me seguía diciendo que su línea tenía fallas por lo que las lágrimas no eran más que mi primera opción porque tampoco sabía el número de sus abuelos para saber de él. Salí a almorzar y mientras me dirigía al MC Donald's se me caían las lágrimas de la nada, intentaba tener mi mente en blanco pero era inevitable no pensar y sentirme tan mal.

— ¡Abril!—me llamaron y rápido me sequé las lágrimas, sabía de quien era esa voz. —Hey. —Dejé de caminar y Joshua se acercó a mí, se puso enfrente e iba a hablar pero me miró con el ceño fruncido. — ¿Qué te pasa?

—Nada, ¿qué necesitabas?—le pregunté. Estaba haciendo mi mayor esfuerzo para adaptarme a él, pero era esa típica persona que se preocupaba mucho por los demás y yo no estaba acostumbrada a eso, aunque me agradaba.

—Quería saber si podía ir a comer con vos, ¿en serio estás bien?

—Podes ir a comer conmigo. —asentí en un suspiro y él me siguió.

Pedimos nuestra comida y volvimos al restaurante pero nos sentamos fuera en el porche de atrás. Él decía que Kike lo felicitó por su evolución y la verdad era que se lo merecía, todavía no llevaba una semana dentro y ya habíamos adelantado muchísimo en los últimos días, terminábamos antes en el horario más congestionado y era menos estresante, lo que obviamente era un alivio para mí.

—Ya sé que no somos amigos, pero podes contarme qué te pasa si querés. —me dijo y me rendí, necesitaba hablarlo con alguien y él era el que quería escuchar.

—Es que mi amiga está internada. —musité y tomé un poco de mi gaseosa así el nudo en mi garganta bajaba.

—Uh qué mal, ¿cómo está ella?

—Estable, pero tiene que estar una semana ahí y por eso estoy tan cansada porque cuando no estoy acá, estoy en el hospital.

—Eso debe ser agotador, qué mal Abril. —dijo y yo asentí. Era tan malo como sonaba. —Y aparte de eso, ¿estás peleada con tu novio?

Peleada hubiese quedado mejor, pero la realidad que estaba preocupada y tenía miedo de cómo estuviese, suponía que bien porque de alguna manera iba a enterarme si algo malo le pasaba, pero cuando pasé por su casa no había indicios de sus abuelos, por lo que calculaba que estaba bien.

—No estoy peleada, estoy un poco triste.

— ¿Por qué?

—Porque se fue el viernes y desde entonces no hablamos

— ¿Lo extrañas? —me preguntó y eso me quemó por dentro, asentí porque era la realidad. No había nada que extrañara más, por más que durmiera las pocas horas que tenía para hacerlo con su campera, no era suficiente, lo necesitaba a él. —Hey no llores, pensá que tu amiga va a salir pronto y va a estar mucho mejor.

—Gracias. —le dije y me sequé las lágrimas con el dorso de la mano.

—Y con respecto al chico, bueno supongo que tendrá sus razones pero creo que es un estúpido si no te habla, espero que mejores pronto.

—Gracias.

—Y si necesitas hablar, podes decirme porque yo sé escuchar. —dijo y se levantó. —ojalá algún día lo tomes en serio y podamos ser amigos ¿no?

Asentí y le di una pequeña sonrisa, pero fue más bien una mueca. Después de que él entró, tiré la basura en el cesto y lo seguí para entrar al baño y lavarme la cara, tenía que seguir con mi trabajo y despejarme un poco de tanta tensión.

Aprendiendo a Quedarse.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora