18.

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Dejé de quejarme cuando empecé a divertirme con el horrible trabajo. Darles de comer a los cerdos y verlos me parecía lo más asqueroso, pero estaban tan felices que me causaba muchísima gracia observarlos, al igual que apostar con Gian para sacar los huevos de las gallinas entrando al granero cinco veces cada uno sin que las aves nos picotearan. Gané yo y por lo tanto ver como las gallinas se defendían con la entrada de él fue hasta perjudicial para mi estomago de tantas carcajadas que me causaba.

Solamente paramos un ratito para el almuerzo y seguimos con las ovejas, Gian las esquiló y después me enseñó a ordeñar las vacas, lo cual fue un poco prudente para mí porque nunca lo había hecho y tenía miedo de lastimarlas, pero logré divertirme cuando llegué a amigarme con la vaca para poder sacar más que él. Conocer parte de su personalidad divertida me tenía fascinada, su risa me encantaba y principalmente cuando yo lograba causarla con mis estupideces, por lo que pasar un día de campo no fue tan aburrido cuando le encontramos el lado divertido a todo.

Volvimos a descansar sobre los fardos antes de que retomáramos el último trabajo con los caballos y él mencionó que quería irse en la mañana temprano, la tensión con su abuela era evidente, pero no quise preguntar porque entre nosotros las cosas estuvieron geniales, y no quería ver su cara enseriada hasta el momento.

—Está anocheciendo.

—Sí, nos perdimos todo el día acá.

—Pero fue divertido. —dije y asintió acostándose hacia atrás en los fardos. — ¿Es fácil bañar caballos?

—Puede ser rápido, pero por cómo vamos creo no nos vamos a ir dormir temprano.

—Entonces empecemos.

Me quise levantar pero me agarró del brazo haciendo que me acercara, lo miré de cerca y aunque estaba oscureciendo el verde de sus ojos nunca dejaban de estar claro, era imponente mirarlo tan directo.

—Gracias por ayudarme.

—De nada. —le sonreí y se acercó un poco, descendió su vista a mis labios y yo me los mordí antes de que se acercara para hacerlo él. No habíamos tenido mucho tiempo para lograr mantener contacto físico, lo que empezaba a extrañar y su beso a provocar con más intensidad, por lo que me recosté más encima de él y sus manos bajaron a mi espalda acariciándome.

Me aparté después de unos segundos y me acomodé para mirarlo a los ojos, aunque él seguía mirando mis labios, lo que me hacía sonreír voluntariamente.

—Tenemos que seguir.

—Quiero seguir. —dijo y volvió a mi boca, le di un corto beso y lo aparté.

—Pero no eso.

— ¿Chicos?—llamó su abuela y él me soltó para que pudiera sentarme, apareció y nos dio una linda sonrisa cómplice. — ¿ya están terminando? porque en poco tiempo va a estar la cena.

—Una hora. —dijo Gian frío y ella asintió retractándose un poco.

—Gracias Leti. —dije y con una sonrisa forzada se dio vuelta y se fue. Lo miré y lo agarré de la mano para ayudarlo a levantar. —dale, hay que seguir.

Había dejado los caballos para lo último porque fue lo más asqueroso que alguna vez hice, me mojé toda con agua podrida, el barro que habíamos hecho era impresionante y los caballos estaban un poco agresivos, no fue tan divertido pero al menos logramos dejarlos un poco más limpios de lo que estaban, necesitando nosotros un baño de inmediato por todo el lío hecho. Para mi suerte me dejó entrar primera y pude ayudarla a Leti a poner la mesa de la cena mientras él se bañaba.


— ¿Te parece si vamos el domingo Franco?

—No es necesario.

—Pero...

—En serio no importa. —dijo él, su abuela suspiró y se quedó callada mientras seguía comiendo. No me gustaba su actitud a pesar de no saber exactamente lo que pasaba, y con la misma inocencia pregunté por lo comentado.

— ¿Quieren ir el domingo Leti?

—Ya no vamos a poder ir

— ¿Por qué no?

—Él no nos deja. —dijo Abel, Gian lo miró mal y rodó los ojos, el abuelo se rió aunque era muy simpático y siempre se reía hasta en el peor momento, eso me encantaba del señor. La abuela, sin embargo, le pegó por debajo de la mesa y me sonrió tristemente a mí negando.

—Vayan el domingo, me encantaría verlos de nuevo. —dije y miré a Gian que me estaba mirando con los ojos entrecerrados. — ¿No te parece que están grandes para que les digas qué hacer?

—Sos realmente encantadora, en serio. —me sonrió Leti y le dio un apretón a mi mano. Gian se levantó de la mesa y se fue, ella se apoyó en la silla y dio un largo suspiro.

—No sé qué le pasa. —dije y ella se encogió de hombros.

—Yo tampoco, pero es mi nieto y conozco esos estados de ánimo así que mejor no acercarse, al menos vos no le hables Abel. —le advirtió a su marido, el hombre negó y siguió comiendo

— ¿Por qué quieren ir el domingo?

—Es su cumpleaños.

—Cierto qué tonta. —rodé los ojos fingiendo el olvido. —estoy un poco perdida con las fechas, pero creo que si quieren ir tienen que hacerlo, le haría bien.

—No lo sé, no quiero incomodarlo.

—Es su nieto, no debería sentirse así.

Ella sonrió débilmente pero no parecía muy convencida, y yo tampoco, aunque terminé de comer hablándoles de cualquier cosa para no dejarlos solos y desanimados como de por sí lo estaban por su nieto.

—La ayudo Leti.

—No, no te preocupes gracias linda, andá a descansar, sé lo cansados que están. —dijo y agarró por mí los platos.

— ¿Está segura?

—Por supuesto, vos descansá.

Le agradecí y me levanté para irme, salí afuera y busqué en la tenue luz, lo encontré en la tranquera con un cigarrillo en la boca y fui hasta él abrigándome con mis propios brazos al cubrirme.

—Podes prender fuego todo Gian. —le dije por el cigarrillo y se encogió de hombros sin darle importancia. Me puse a su lado y me subí un poco a la tranquera. — ¿Qué pasa? ¿Por qué tratas así a tu abuela? Es importante para ella festejar un cumpleaños tuyo.

— ¿Cómo sabes que es mi cumpleaños? —me miró dándole una larga pitada al cigarrillo, notablemente enojado por la información.

—Me lo dijo, pero no es el punto, no deberías ser así con ella. —le dije y rodó los ojos para ponerse de costado y mirarme.

—Abril me gustas demasiado como para mandarte a la mierda, así que para que no pase eso no te metas en mi vida.

—Mándame a la mierda si querés, pero te estás equivocando, puede ser todo lo que quieras pero no parece una mala mujer y no se merece que la trates así y mucho menos cuando quiere hacer algo por vos. —dije y me bajé de la tranquera para irme, su actitud me molestaba hasta a mí y no pensaba en hablarle de nuevo, no hasta que se calmara y al menos fuera educado en reaccionar con su abuela y conmigo, ya que lo único que intentaba es que la mujer no se sintiera peor.


Aprendiendo a Quedarse.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora