30.

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Joshua de verdad era un ángel, fue tan tierno conmigo los dos últimos días que hasta a veces quería abrazarlo. Se preocupaba por mí, me llamaba constantemente para saber cómo estaba, en el trabajo todo el tiempo me hacía reír porque era un poco torpe, o se hacía el torpe para que yo me riera. Íbamos a almorzar juntos y el sábado como aquella vez nos tocó quedarnos de noche, así que cenamos después de un día largo de trabajo.

La delegación de policía no tenía ninguna información acerca de Gian y su celular seguía fuera de línea, mi preocupación aumentaba a cada segundo que pasaba y más todo lo que pasaba con Ana estaba por colapsar. Para peor, ni siquiera me acordaba dónde vivían sus abuelos y tampoco dijo a qué parte de la ciudad de Tandil iba. Mi mente me hacía malas jugadas y obviamente pensaba en lo malo, ya no podía pensar en que iba a estar todo bien cuando me la pasaba llorando por todo lo que me estaba pasando y encima no saber nada de Gian era lo que peor me hacía sentir.

El domingo por la tarde, después de levantarme con mucho esfuerzo de la cama, me quise entrar a bañar pero una llamada de Joshua entró y tuve que atenderlo.

—Hola.

—Hola Abril, tengo dos horas libres y estoy pensando en hacer la tarta de frutas que me dijiste el otro día, ¿podes darme la receta?

—Sí ¿tenés para anotar?

—En realidad pensaba ir a saludarte y de paso que me lo digas, quiero saber cómo estas.

—Ah eh...Bueno.

Entré a bañarme para esperarlo y me maquillé para que no viera mis terribles ojeras, lo había hecho toda la semana pero ya no tenía ganas de hablar de lo mismo, demasiado tenía con la manipulación de mi cabeza.


—Es que a mi hijo le encantó y quiere que le haga más. —dijo rodando los ojos, yo sonreí y lo hice sentar en el bar.

—Está bien, me alegro que le haya gustado, voy a buscar papel y lápiz.

—Bueno.

Saqué de mi libreta una hoja y de ella cayó la florcita seca que una vez Gian me había dado, en nuestra primera cita real. El nudo que se formó en mi garganta fue inevitable así como una lágrima que cayó por mi mejilla, la sequé rápido y la volví a agarrar para guardarla.

—Anotá, la crema de litro es muy importante. —le dije mientras le daba papel y lápiz evitando mirarlo a los ojos. —Azúcar, dos tazas

—Eso lo va a tener revolucionado, mejor saquemos una taza. —dijo y yo me reí, el timbre sonó y me levanté para abrir la puerta.

Mi alma literalmente cayó al suelo cuando lo vi a Gian en perfecto estado y el alivio de verlo sano y salvo se apoderó de todo mi cuerpo.

— ¿Qué más?—preguntó Joshua desde la cocina. Gian me miró y levanto las cejas, el cuerpo me dio una descarga y la voz me falló, pero por suerte a él no.

— ¿Puedo pasar?

Solo asentí y tragué el nudo en mi garganta, lo vi acercarse a mí pero inmediatamente corrí la cara para otro lado y me miró un poco confundido, quería llorar de la angustia que tenía y sobre todo quería abrazarlo, pero no enfrente de mi compañero, por lo que me apresuré a entrar con las piernas temblando y él cerró la puerta mientras yo caminaba hasta Joshua para agarrar el lápiz.

— ¿Podemos terminarlo después?—le pregunté con la voz entrecortada, miró a Gian y asintió. Yo quise escribir pero las manos me temblaban y era imposible así que lo agarró por mí.

—Dejá no te preocupes, después me lo das bien. —dijo y se levantó de la silla, arrugó el papel y se lo metió en el bolsillo para acercarse a saludar a Gian de la mano. —Hola.

Esperé uno segundo conteniendo el aire y Gian le aceptó la mano sin decir nada, la soltó enseguida y entonces le abrí la puerta totalmente afectada, el aire no me llegaba a los pulmones y ni siquiera pude responderle cuando él me saludó cerrando mi puerta. De repente sentí pánico y me di la vuelta porque no quería que me viera llorar.

—Recién llego. —dijo y yo me tapé la boca para contener un sollozo. Él se acercó y temblé mucho peor, pero cuando me tocó el alivio de que fuera él de verdad se instaló en mi pecho a pesar de la congoja que no me dejaba respirar. —Abril...

Rápidamente me di la vuelta y lo abracé con la poca fuerza que tenía, él me sostuvo de la misma fuerza y yo lloré todo lo que parecía que ya había hecho, pero no era suficiente. Era él al fin y estaba de vuelta, la única persona capaz de contenerme de verdad estaba al fin conmigo, abrazándome y sosteniéndome como siempre.

—No tenés... no tenés idea lo... lo preocupada... que... que estaba.

—Perdón...

— ¡No me vuelvas a hacer algo así! —le dije y me alejé para mirarlo, enojada de repente por todo lo que había sufrido por él. — ¡Me cansé de llamarte, fui a la delegación para saber si te había pasado, fui a tu casa pensando que te había pasado algo!

—No fue mi intención, mi teléfono se murió y me compré uno allá pero no me dieron línea hasta ahora. —me dijo y su justificación para mi tranquilidad parecía bastarle, pero no podía dejar de llorar y cuando quiso agarrarme lo hice soltarme porque necesitaba enojarme aún así fuera sin fundamento concreto. —Perdón pero no quise que fuera así, no me acordaba tu número y estaba muerto mi teléfono...

—Tuve muchísimo miedo...

—Perdón, no quise preocuparte.

— ¿Cómo no me voy a preocupar? Te vas más de una semana y ni siquiera podía saber si estabas bien, dijiste que ibas a avisarme cuando llegabas y toda la semana me estuve volviendo loca pensando en que te había pasado algo. —le dije acongojada y él volvió a abrazarme, por lo que fue imposible no responder de la misma forma.

—Ya estoy acá, ya está, fue una semana difícil y peor sin saber de vos, perdóname.

Me apretó fuerte y sentí esa protección de estar en sus brazos otra vez, pude escuchar lo rápido que iba su corazón y por lo congestionada que estaba yo hasta escuchaba el mío en mis oídos. Seguía llorando en silencio pero de alguna forma me sentía más relajada aunque todavía estaba angustiada, lo tenía conmigo y era lo que importaba después de tanta tensión.


Aprendiendo a Quedarse.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora