16.

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Según Gian íbamos a volver el lunes por la tarde, por lo que preparé un pequeño bolso para esa cantidad de días y estuve lista a las cinco de la tarde como me lo pidió. No fue una buena despedida, no quería que se fuera a su casa pero no fue mucho el tiempo separados y cuando volvimos a vernos, la felicidad que sentí fue inmensa, no sólo porque me iba a alejar de la ciudad, sino porque iba a ser con él y esa confianza me empezaba a gustar, tanto como de por sí Gian me gustaba.

Les dejé una nota a mis amigas y bajé al encuentro con él, me mordí el labio enseguida lo vi en el auto con los anteojos puestos y su sonrisa respondiendo a mis besos cuando los exigí desde su ventana.

— ¿Lista?

—Lista. —asentí y di la vuelta para subirme y ponerme el cinturón de seguridad. — ¿no lo usas mucho el auto no?

—No, tengo todo cerca.

— ¿Vivís cerca de mi casa?

—A pocas cuadras.

Una vez que estuvimos en la ruta no dejé de ver el campo por las siguientes horas. Fuimos hablando de todo un poco, de mi trabajo, mis amigas, mi vida y anoche, más que nada hablaba yo y él me escuchaba, a veces hacía algún comentario pero no era mucho de hablar y me había dado cuenta desde el principio, prestaba mucha atención aún así y lo analizaba en su mente, por sus diferentes muecas o aspectos lo parecía. Sin embargo, el viaje empezó a cansarme y me dormí sin prever lo poco que quedaba, hasta que sentí sus pequeños besos desde mi mejilla hasta mi cuello, y el pequeño cosquilleo me despertó.

—Hermosa, llegamos. —lo escuché decir, abrí apenas los ojos y pude ver como todo estaba oscuro, pero mi primera reacción fue sonreír un poco, era la primera vez que me decía así. Corrí un poco la cara y sus labios se juntaron con los míos, mientras me daba pequeños besos habló. —despertate, dale.

Me levanté despacio hasta que estuve bien sentada en el auto, miré para todos lados y vi a mi lado derecho una casa muy grande, sólo tenía luz la ventana del costado y el establo un poco más alejado pero con buena iluminación, aunque al abrirse la puerta principal de la casa, la luz me hizo identificar a una señora.

—Mi abuela. —dijo y abrió la puerta del auto para salir, el frío entró y me heló los huesos pero tuve que ignorarlo, abrí mi puerta y también salí mientras veía como la señora lo abrazaba a quien lo tildaba como frío. Me acerqué y la señora abrió los ojos sorprendida, dejó de abrazar a su nieto para verme y sonreír.

—Hola linda.

—Abuela ella es Abril. —le dijo él y la señora se acercó a darme un beso en ambas mejillas

—Buenas noches señora.

— ¡Hola linda! Pero no me digas señora, soy Leticia, decime Leti. —dijo agarrándome de las manos y me llevó hacia adentro. Gian entró detrás de mí y sonreí al verlo hacer una mueca. La casa por dentro era enorme y toda rustica, en la entrada estaba el living y en uno de los sillones, un señor miraba de cerca la televisión. —Abel, vino Franco. —le informó la abuela, el hombre se dio vuelta rápido y miró frunciendo el ceño, se acomodó los anteojos y se acercó un poco.

— ¿Franco?

—Gian abuelo. —le dijo y se acercó al hombre confundido. —hola.

— ¡Gian, mi nieto!—lo abrazó y yo sonreí por la felicidad que le provocó, los dos se abrazaron y me causó demasiada ternura.

—Abel, ella es Abril, la novia de Franco. —dijo Leti y Gian y yo nos miramos, él rodó los ojos mientras el señor se acercaba a mí y tomándome por sorpresa me abrazó.

Aprendiendo a Quedarse.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora