46.

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Hicimos el desayuno juntos y nos volvimos a acostar para desayunar en la cama, habíamos estado chicles desde que abrimos los ojos y yo tenía intención de empacharme con tanta dulzura, porque él estaba siendo como nunca antes y eso me fascinaba, no sé cuántas veces me dijo que me amaba en toda la mañana pero era hermoso escucharlo siempre. Dejamos la seriedad para el momento que creímos que teníamos demasiado pero no era suficiente, y él preguntó otras cosas.

— ¿Cómo está Ana?

—En coma. —dije y tragué saliva. —el doctor dijo que la próxima vez iba a ser muy difícil porque no sólo estaba drogándose, sino que tomaba pastillas y eso le quemó el cerebro.

—Qué mierda. —musitó y yo asentí tomando un poco de jugo. — ¿Hay probabilidades de que despierte?

—Despertó varias veces, pero está todo tan atrofiado que la tienen que mantener dormida y apenas salga hay que internarla en un centro de rehabilitación...Se inyectó varias cosas así que estamos esperando a que la sangre se desintoxique y hacerle estudios por las dudas...no quieren pincharla más. —le comenté, él alejó la bandeja y me abrazó haciéndome acostar en su pecho mientras secaba mis lágrimas que ni cuenta me había dado que habían caído.

—No puedo creer que le hayan hecho eso, ella y Dino eran más que amigos.

—Ella mintió, dijo que se fue con su mamá y mientras nosotras creíamos eso su mamá creía que estaba con nosotras.

—Es que la droga te lleva a eso, te oscurece la vida y para encontrar luz tenés que tener mucha fuerza de voluntad.

—Espero que ella la tenga.

—Vas a ver que sí. —dijo y besó mi frente.

Pasamos todo el día juntos sin despegarnos uno del otro, necesitaba una buena dosis de energía y felicidad y Gian completó todo eso en un segundo. Escucharlo decirme que me amaba quizás era lo más hermoso que alguna vez había escuchado, me enamoraba y amaba cada detalle de su persona, incluso hasta lo que tenía ahí guardado, definitivamente era el amor de mi vida, y ya lo había comprobado.

—No te obligo, pero si querés podes conocer a mis papas.

—Sí. —dijo en un suspiro. —quiero conocerlos...ya es momento.

Sonreí y lo abracé fuerte.

—Gracias.

—Hago todo lo que quieras por vos.

— ¿Ah sí?—pregunté levantando una ceja, él asintió. —entonces besame.

—Y por mí. —dijo y se acercó a mis labios.


Antes de entrar al departamento le bajé la capucha de la sudadera y recién ahí pude sacar la llave, iba a quedar más presentable que pareciendo el chico malo y a mi familia le iba a gustar más. Entramos y todos estaban sentados en la sala mientras mamá cocinaba y desde la puerta se sentía el olor a la salsa.

—Al fin. —dijo mamá y lo miró a Gian algo sorprendida, así que me acerqué a ella con él por detrás. —hola.

—Ma, él es Gian. —le dije y él se adelanto a darle la mano, ella se la aceptó con una sonrisa.

—Un gusto soy Nancy.

—Voy a presentárselo a papá. —le dije y ella me sonrió, primera aprobación. Lo empujé lejos de la cocina y lo llevé a la sala para que saludara a mi papá. —Pa, él es Gian, Gian papá.

Papá se levantó y se apretaron las manos.

—Buenas noches señor.

—Buenas noches hijo, un gusto conocerte.

Papá parecía feliz con una sonrisa que tomé como aprobación por contagiar la mía, si él lo aceptaba ya no me importaba mucho más.

—Ella es Pia mi hermana. —le comente a él y se saludaron con un beso en la mejilla, con Peter se dio la mano. —y Peter mi hermano mayor.

Peter me sonrió y palmeó el hombro de Gian.

—Al fin te conocemos, un gusto.

—Igualmente.

Miré a Santi que estaba atento a todos y mientras Gian saludaba a Ema y a su mamá yo me acerque a él.

—Y el más importante Gian. —le dije y él se acercó a nosotros. —Santi, mi ahijado.

—Hola. —le dijo Santi y le extendió la mano haciendo que todos se rieran por su madurez. — ¿vos quien sos?

— ¡Santiago!—lo retó Peter. —no se dice así.

—Gian, un gusto conocerte.

—Mirá qué me regaló mi abuelo. —le mostró un muñeco de Capitán América y Gian lo agarró para inspeccionarlo.

—Qué bueno que está, es genial ¿te gusta Capitán América?

—Sí.

—A mí también.

— ¿Me imagino que te vas a quedar a comer no?—preguntó mamá desde la cocina, Gian me miró a mí.

—Si ma, se queda—le dije y Peter me arrastró hacia la habitación. Gian estaba hablando con mi sobrino así que no le importó y ni se dio cuenta cuando me fui con mi hermano.

— ¿Es él no?—me preguntó cerrando la puerta, en un suspiro asentí. — ¿qué pasó?

—No puedo dejarlo y aunque me lo explicó y le creí, no iba a poder dejarlo nunca de todas formas.

—Viste que sos una tonta, parece un buen chico. —me retó, y yo sonreí un poco.

—Lo hice por mí también, él me hace bien y no quiero perderlo.

A pesar de que estuve un poco nerviosa durante la cena, fue maravillosa, estaba realmente sorprendida de la manera distendida que tenía mi novio al hablar con mi familia, fue un gran alivio que se llevaran bien y que hayan podido establecer conversación que era a lo que más le tenía miedo.

Por donde lo mirara a Gian era perfecto, no me quedaba duda de cuánto amaba a ese hombre y antes de volver a dudar de él, sabía que tenía que dejar de lado mi desesperación y escucharlo, porque al fin de cuentas, siempre tenía razón.


Aprendiendo a Quedarse.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora