—Abru...vamos que tenés que ir a la enfermería, estás lastimada. —me dijo Ema, yo negué y me aferré más a su cuerpo. No había dejado de llorar desde las dos horas que estuvimos en el hospital, pero no podía dejar de hacerlo tampoco, me dolía el alma, el cuerpo, la vida, todo lo que estaba pasando tenía que ser una pesadilla y yo me iba a despertar en cualquier momento.
Cuando abrí los ojos de nuevo, todo estaba borroso y yo estaba acostada en una camilla. Me senté rápido y me arrepentí porque me dolía todo el cuerpo, miré a mi alrededor y estaba en una sala de emergencia.
— ¡Amor! —dijo mi mamá alarmada y yo la miré confundida, ella enseguida se abrazó a mí y empezó a llorar.
— ¿Qué pasó con Ana?—pregunté con un hilo de voz, ella me abrazó más fuerte y fue como si mi corazón se hubiese parado. —mamá...
Se apartó y me miró mientras se secaba las lágrimas.
—Ella está intentando salir. —dijo y fue un alivio saber que no estaba muerta. — ¿Cómo estás vos, cómo te sentís?
Me acosté de nuevo en la camilla y la miré con los ojos lagrimosos.
— ¿Qué pasó, por qué estoy acá?—le pregunté y ella acarició mi mejilla.
—Te desmayaste, recibiste muchos golpes hija. —dijo en un sollozo, fruncí el ceño. Recordaba los golpes, pero no recordaba el desmayo. —fuiste muy valiente, pero no tenías que hacerlo.
— ¿Hace cuanto estoy acá?
—Todo un día, te despertaste pero estabas inconsciente así que te volviste a dormir. —dijo ella y fue más extraño para mí.
Empezaba a caer en razón y mi corazón se contrajo cuando me acordé de lo que había pasado, con Ana y ahora con Gian...lo había dejado.
Me quedé en silencio durante todo el tiempo que vinieron todos a verme, me habían dicho que no sabían nada de Ana pero lo último que les dijeron fue que estaban haciéndole un lavaje de estomago y aparte de eso intentaban reanimarla, sólo había que ser paciente porque ella seguía inconsciente y era por el efecto de toda la droga.
Sólo había que esperar.
Un día después me dieron el alta a mí.
Los padres de Ana estaban ahí en la sala de espera, Ema estaba con su mamá y yo acompañada por mis papás también. Mamá no quería ni soltarme y no paraba de pedirme explicaciones, pero yo no tenía ninguna más que: lo hice por amiga. Los médicos nos decían que había que esperar y sólo hablaban con los padres de ella, pero les decían lo mismo.
Esa noche fui a mi casa a dormir y mamá y papá tuvieron que dormir en mi cuarto, apenas mamá entró inspeccionó todo.
— ¿Éste es tu novio?—me preguntó y miró la foto que había puesto en mi mesa de noche con Gian. Eran un mosaico de cuatro fotos, una nos estábamos besando, la otra él me daba un beso en la mejilla, y en otra yo a él, la ultima foto los dos estábamos mirando hacia la cámara normal sonriendo, y esa hermosa sonrisa estaba ahí mirándome. Pero ya no podía verla igual.
No le dije nada y me di vuelta en la cama, el nudo en mi garganta se formó y aunque intenté tragarlo me raspaba fuerte, algunas lágrimas cayeron por mi mejilla y fue inevitable.
—Mmm bueno, vamos a dormir. —dijo papá y él se acostó en el suelo donde le había puesto un colchón. Mamá tenía que dormir conmigo.
Se acostó detrás de mí abrazándome y aunque se durmió rápido, yo no dejé de llorar en silencio durante toda la noche. Me dolía el alma pero no podía seguir pensando en él, ya no.
Recuperé mi teléfono y estaba colapsado de las llamadas y mensajes de Gian. No abrí ninguno y borré todo hasta su número, no quería saber nada más y era de verdad.
No se había escuchado mi voz por los últimos cuatro días en el hospital, Ana seguía sin responder y yo no tenía ni fuerza de seguir, sólo lloraba y hasta a eso lo hacía en silencio y sin que nadie me viera, no sólo estaba pasando por esa situación con mi amiga, sino que estaba sufriendo una ruptura horrible, aunque él no dejaba de llamarme me obligué a no responder.
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Aprendiendo a Quedarse.
Teen FictionAbril sabía que no tenía que meterse con un chico como él, había algo detrás de sus ojos verdes que escondía y no podía descifrar, todo de Gian la tenía encandilada pero su introvertida personalidad la alejaba en cada oportunidad. Que ella quisiera...