Hasta dos veces tuvo que tocar el timbre Aliyah para que Suaibo le viniera a abrir la puerta. Ella podía oír los insultos del hombre desde el otro lado de la puerta. Avergonzada, agacho la cabeza para no cruzarse con la mirada del hombre y así evitar cruzarse con la suya. Suaibo abrió la puerta y se la quedo observando con un rostro enfurecido.
- ¿Por qué has tardado tanto? –Pregunto mientras sujetaba el pomo de la puerta.
- Había mucha gente en la tienda – Respondió ella tratando de entrar en casa, pero el cuerpo de Suaibo que parecía inamovible no le permitía pasar
- Mucha gente, mucha gente, como va a haber gente si esta lloviendo -Se aparto hacia un lado pero con la mirada fija en ella - No me mientas Aliyah - Añadió.
- Es que es verdad –Se detuvo en el pasillo y esta vez le observo a los ojos con un sentimiento de impotencia que se esparcía por todo su cuerpo..
- Deja la bolsa en la cocina y calla–Cerró la puerta.
- ¿Por qué te piensas que siempre miento? No me educaron de esa manera.
- Deja la bolsa en la cocina, que aquí las preguntas las hago yo –Alzo la mano como advertencia de que si no callaba, el lo haría por ella.
Aliyah se apartó acelerando su paso, se fue hacia la cocina y dejó las cosas encima de la mesa, poco después entro el hombre que parecía estar siguiéndola en todo momento, era evidente que la pregunta de la chica le había afectado, puesto que no dejaba de quejarse. Ella entre tanto ignoraba los comentarios y seguía con sus tareas, aunque muy en el fondo los insultos y la falta de confianza del hombre hacia ella la hacían sentir menos.
- Me voy a la mezquita, cuando termines tus tareas ves a rezar –Salió de la cocina.
- Vale –Respondió ella con un tono sumiso.
Estaba agotada al terminar todas las tareas de casa, estiro los brazos mientras se encaminaba hacia a su habitación, se sentó en su cama y empezó a quitarse el velo marrón que llevaba y que dejaba al descubierto su cabello liso y largo, que si no fuera por el moño, sería más largo de lo que aparentaba. A paso lento se fue al baño a hacer la ablución para luego rezar, miraba su rostro reflejado en el espejo y no dejaba de pensar en su futuro, en que sería de ella, en qué pasaría con ella ahora que está viviendo aquí en Europa, con alguien que en realidad casi no conoce y que llegó a su vida repentinamente. Sentía que la habían abolido de sí misma, que ya no sabía quién era ni a donde iba. Termino y se puso otro velo de color blanco con el cual empezó el rezo, mientras rezaba le pedía a Allah que estuviese con ella en todo momento y que la proteja de lo que estaba por venir. Al terminar, se fue al salón a mirar la televisión, salía una novela de la cual ella ya se había enganchado, la única cosa que la entretenía era aquello, ver la vida de personas proyectada a través de una pantalla, una historia de amor, que como casi todas las novelas acaban bien, y en el que una mujer también tiene el derecho de elegir, aquel mundo ficticio la había hecho aferrarse hacia un ideal de vida imaginario.
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DOS PAÍSES Y UN AMOR
Genç KurguIbrahim es un joven de 18 años de raíces gambianas que tiene claro que nada ni nadie cambiará su estilo de vida. Su comportamiento nocivo ha desencadenado el distanciamiento entre él y sus seres queridos, evitando a toda costa a su madre Ñuma que ha...