- ¿Todo en orden? -Preguntó Lamin al notar la persistente vibración del móvil de Ibra debido a los mensajes entrantes.Ibra asintió cortésmente ante las palabras de Lamin y desvió su atención hacia el teléfono móvil, el cual vibraba sin cesar. Aquel dispositivo, que hasta ese momento apenas había sido más que un adorno en su bolsillo, de pronto cobraba vida como si hubiera despertado de un largo letargo. Mientras tanto, su mirada se deslizó hacia el hombre que había gestionado sus datos anteriormente, quien permanecía sentado en una silla de plástico bajo un parasol que lo protegía del sol implacable. Alrededor de él, se encontraban otros vendedores, cada uno ofreciendo una gama diversa de productos, desde alimentos hasta dispositivos electrónicos y prendas de vestir.
Justo detrás de los chicos se extendía la carretera principal de Turntable. Al otro lado, se erguía una gasolinera, y a unos metros hacia la derecha, una fila de vendedores ofrecía sus mercancías, culminando en diversos edificios que albergaban principalmente tiendas y restaurantes. Turntable servía como punto de conexión clave en Kombo, facilitando el transporte entre diferentes pueblos. Sin embargo, "facilitando" podría ser una descripción inexacta, dado el estado lamentable de las carreteras gambianas. Con el tráfico, la imprudencia de algunos conductores y la falta de respeto de los pasajeros hacia los turnos, esperar un medio de transporte podría prolongarse durante horas. Afortunadamente, los chicos contaban con la compañía de Amadou y su abuela. Se ahorraban tener que empujarse por un asiento, o por pagar un poco mas por el ingles de Ibrahim.
-¿Funciona no? –Preguntó el hombre en ingles.
- Si ¡Muchas gracias! –Respondió con una sonrisa de alivio.
- ¿Queréis algo más?
- No, muchas gracias -Respondió Lamin mientras se encaminaba hacia el coche. Luego se volteó hacia Ibrahim -¿Vamos, no? -Agregó, al darse cuenta de que su primo no había avanzado ni un milímetro.
- ¡Si, ya voy! -Respondió Ibrahim con premura mientras deslizaba su dedo por la pantalla del móvil, dedicando una última mirada a los mensajes de despedida antes de dirigirse hacia el coche.
Durante el trayecto de regreso a casa en el coche, la abuela Khadija se enfrascaba en una animada conversación con Amadou sobre el reciente viaje a Senegal, mientras este relataba sus experiencias con evidente satisfacción. En los asientos traseros, los dos chicos ocupaban sus lugares respectivos, uno absorto en su teléfono móvil y el otro atento a la charla entre la abuela y Amadou. Un suspiro escapó de los labios de Ibrahim, llamando la atención de Lamin, quien lo observó brevemente para luego desviar su vista hacia su pantalla. Examinó cómo su primo tecleaba rápidamente y deslizaba la pantalla con destreza en busca de algo, sacudiendo la cabeza con un gesto de desaprobación antes de volver a mirar al frente, perdido en sus pensamientos.
Las horas pasaron sin sobresaltos para el joven, quien desde su escondite observaba cómo su tío Abudo hacia resonar su voz por toda la casa anunciando así el momento para la oración. En el mosaico de tradiciones islámicas, hay cinco gemas de devoción: la primera, Fajr, en el velo del amanecer; la segunda, Thuhr, en la quietud del mediodía; la tercera, Aasr, tejiendo su magia en la tarde; la cuarta, Maghrib, al beso del ocaso, y la última, Isha, en el abrazo de la noche. Era esta última la que Abudo anunciaba. Los presentes en la casa comenzaron a prepararse, cumpliendo con los rituales de ablución. Principalmente hombres se sumergían en esta tarea, mientras muchas mujeres y niños se encontraban inmersos en un bautizo que se llevaba a cabo unas calles más allá. Una amiga íntima de la familia había dado a luz semanas atrás, y la mayoría deseaba estar presentes en este acontecimiento especial. Durante todo el día, las mujeres habían estado dedicadas a los preparativos de la fiesta, que se había planificado meticulosamente desde el día anterior. Algunas optaron por quedarse en casa y unirse más tarde, sabiendo que la celebración se extendería hasta altas horas de la noche.
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DOS PAÍSES Y UN AMOR
Genç KurguIbrahim es un joven de 18 años de raíces gambianas que tiene claro que nada ni nadie cambiará su estilo de vida. Su comportamiento nocivo ha desencadenado el distanciamiento entre él y sus seres queridos, evitando a toda costa a su madre Ñuma que ha...