¿Una persona define tu vida?

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Mi primer día no fue tan malo como lo imaginé y tampoco lo fueron los días siguientes, me alegraba el hecho de que tener a Lorena otra vez en mi vida, se había convertido en algo sumamente bueno

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Mi primer día no fue tan malo como lo imaginé y tampoco lo fueron los días siguientes, me alegraba el hecho de que tener a Lorena otra vez en mi vida,
se había convertido en algo sumamente bueno.

Ahora podía saludar a mis compañeros de clase y congeniar con nuevas personas, estaba cambiando, pero toda buena historia tiene su final y el de la mía fue demasiado pronto.

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Era un día normal de escuela, ya había pasado un mes desde que entramos a estudiar y me sentía contento porque había logrado hacer varias "amig@s".
Y lo pongo entre comillas al tener yo una idea muy estúpida de lo que era la amistad, cuando realmente no la conocía.

Aquella mañana el profesor llamó a lista como era usual. Muchos nombres no me importaban pero estaban las excepciones.

- Nicolás Arias.
- Santiago Ariza.
- Sol Ávila.
- Daniel Becerra.
- Felipe Caicedo.
- Elena Díaz.
- Lorena Gómez.
- Alicia González.
- Gabriel López.
- Jose Martínez.
- Juana Pérez.
- Mario Ríos.
- Claudia Rodríguez.
- Diego Sánchez.
- Karen Torres.

Estos eran los nombres que más me llamaban la atención (lógicamente mi nombre estaba incluido) y te dejaré a ti, que estás leyendo esto, descubrir el por qué.

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Lorena era muy sociable, en cambio yo era demasiado timido. En el día hablaba con muchas personas mientras que yo solo me limitaba a sonreír y me quedaba perdido en mis pensamientos. Nunca me interesó convertirme un ser sociable, me conformaba con llevarme bien con mis compañeros de al lado: Claudia Rodriguez, Santiago Ariza, Gabriel Lopez y Karen Torres. Quienes tenían sus puestos rodeándome en el aula de clases y como estaba ciego, a veces necesitaba que me dijeran lo que estaba escrito en el tablero, no había logrado que el profesor me ubicará más adelante.

Solo me faltaba la última clase del día, parecía que los minutos pasaban tan lento como un caracol cruzando una calle. Busqué mi cuaderno y mi lapicero pero gracias a otra cualidad mía: La torpeza, termine botando todo al suelo. Como ya estoy acostumbrado me dispuse a recoger mis cosas y Claudia me ayudó.

— Perdona por hacerte ayudarme. —Me disculpe.

— No te preocupes. —Me dijo mirando detenidamente uno de mis esferos decorativos— ¡Oh! ¿Te gusta esa serie? –Me preguntó.

— Si, es una de mis favoritas. —Le respondí un poco avergonzado, ya que ha muchas personas les parecía un programa muy bobo e infantil.

— ¡Que casualidad, a mí también!

— ¡¿En serio?! —Exclame sorprendido.

Comenzamos a charlar al respecto y me di cuenta de que teníamos muchas cosas en común a parte del gusto por esta. Desde entonces hablamos todos los días e hizo que ya no me sintiera tan solo porque aunque hablaba con Lorena, ella tenía la costumbre de dejarme atrás. Mi vida dejo de ser tan rutinariamente mala.

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Cuando volví a mi casa ese día, me sentía muy animado pero como siempre todo se arruinaba al volver a mi "hogar", porque últimamente mis padres peleaban todo el rato y yo no sabia el por qué.

En aquel instante en el que entré a mi casa lo pude entender, de pura casualidad encontré a mi padre besando a una mujer que no era mi madre.

Otra vez, otra vez estaba pasando la misma desgracia.

Después de vivir aquel momento infraganti algo cambio en mi; me sentía decepcionado de la mala relación de pareja de mis padres, mi madre ha lo había perdonado una vez y él volvió a engañarla; traicionado por mi padre quien siempre me enseñó lo importante de la sinceridad y desconfiado del amor al ser todo lo que había aprendido de él, una farsa.

Seguramente mi madre ya había descubierto su nueva infidelidad y esa era la razón de las anteriores peleas, ahora podía entender todo.

Dolía, cada vez dolía más.

No aguanté y salí corriendo. Llegué hasta un parque que había lejos de la casa, adonde siempre iba antes de mudarnos a la actual.

Empezó a llover, pareciera que el cielo adivinó como estaba mi corazón y me mandó el clima más acordé a él. El frío que sentía por las gotas de agua que caían en mi cabeza me relajaba, en aquel paisaje congelado en el tiempo pero no desolado, veía una figura a lo lejos sentada en un viejo banco.

Sentía que ya la había visto pero no me acordaba de dónde, otro punto más a la lista de mis cualidades: Olvidadizo a morir. Decidí acercarme para verle mejor, me encontré con una chica un poco morena, de cabello negro y ojos cafes. Su rostro estaba sombrio, aunque siempre se veía un poco deprimida en el salón de clases y seguramente era porque no había vivido cosas muy buenas en el pasado. A veces la veía mirando a la nada en clase pero aun así estaba atenta a lo que decía el profesor; note que teníamos algo en comun: No nos mostrábamos como éramos realmente.

Se dio cuenta de que la estaba viendo y volteo a verme, sentí un fuerte latido al ver por primera vez fijamente aquellos ojos que tenían algo único en su interior. Me acerque a ella y le pregunté:

— ¿No crees que está lloviendo mucho como para estar sin una sombrilla?

— Tal vez, pero en estos momentos no es que me importe coger un resfriado, hay mejores cosas de las que preocuparse.

Me senté a su lado.

— ¿Por eso siempre andas pensativa mirando hacia la ventana en clase?

La chica abrió los ojos un poco, no sabia si era porque no me había reconocido como su compañero de curso o si era porque no se esperaba que la hubiera estado observando.

— No soy muy de meditar las cosas realmente.

Nos quedamos un buen rato en silencio y su compañía me tranquilizaba, aunque no sabia la razón. Seguía cayendo más y más agua sobre nosotros, no nos importaba, a pesar de que estábamos empapados, cada uno estaba en su propio mundo, un mundo que prontamente compartiriamos.

No entregues tu corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora