¿Existe algo peor que la confusión?

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Esa misma noche

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Esa misma noche

No sabía dónde me encontraba, veía borroso a mi alrededor, seguramente estaba en un lugar desconocido para mi. Camine a través de lo que parecía ser un bosque, encontré a Alicia de pie frente a uno de los innumerables árboles, estaba llorando. Sentí mi corazón arrugarse, odiaba verla triste, corrí hacía ella y la abracé por la espalda, no sabía el porqué de sus lágrimas pero sentía la necesidad de consolarla. Podía oler su aroma, era un olor muy embriagador para mi, cerré los ojos y me concentré en disfrutar su perfume.

Noté como ella se giró hacía mí, yo seguía con los ojos cerrados cuando sentí, algo suave presionar mis labios. Abrí mis ojos y vi su cara, tan cerca como nunca había estado, puse todos mis sentidos en el tacto de su boca, se sentía cálido y dulce, estaba sorprendido y sin embargo, me sentía tan tranquilo, como si no fuera la primera vez que la besará, como si siempre hubiera sentido latir a mi corazón desbocado, como si esto realmente estuviera pasando.

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Me desperté sobresaltado, tenía los latidos a mil por hora y me sentía acalorado. ¿Qué mierdas acababa de soñar?

Mientras más lo recordaba, más latía mi corazón con fuerza y más avergonzado me sentía. No entendía esto, no entendía nada, nunca había sentido algo así antes y estaba comenzando a asustarme, pero me negaba a la idea, ella solo era mi amiga y ese sueño solo había sido otro más de las incontables bromas que me jugaba mi mente.

— No significa nada. —Trate de convencerme de ello.

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Hoy por la tarde estaría en la casa de Santiago estudiando para unas evaluaciones bimestrales, nos servía a los dos porque yo le explicaba lo que no entendía y de paso repasaba también.

Últimamente pasaba mucho tiempo en su casa, era agradable y me sentía recibido. Ahora que vivía en la casa de Alicia me sentía de la misma manera pero no quería ser un estorbo entonces trataba de no incomodar en sus momentos familiares; además, aunque quisiera repasar con Alicia siempre me sentía como una carga para ella y prefería no molestarla.

Por el sueño que había tenido, me sentía intranquilo, por lo que estaba actuando más raro de lo normal. No me podía quedar quieto, me la pasaba de un lado para otro tratando de ocupar mi mente para no volver a recordar aquello, porque tan pronto me ponía a pensar, la escena volvía a mí.

— Oye Felipe. —Me llamó La enana haciendo que me tensionara por completo.

— ¿S...i? —Tartamudeé.

— ¿Al fin hoy vas a ir a la casa de Santiago verdad?

— Si ...

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