¿De verdad que la distancia no afecta?

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Al día siguiente

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Al día siguiente

— ¿Sabes cuál fue el problema Felipe? Tú nunca fuiste sincero conmigo y me ocultaste muchas cosas sobre Santiago que pudiste decirme perfectamente, no tenemos nada más de que hablar, vete y no vuelvas.

Nada pierdes con intentarlo o eso pienso yo al menos, considero que las cosas se solucionan hablando e intente aplicar esto con la mamá de Santiago para solucionar nuestro problema, pero no funcionó. Había ido temprano a la casa de Santiago para hablar con su madre antes de entrar a la escuela, haciendo un esfuerzo por salir de este embrollo y al final fue tiempo perdido, ya que su madre se negó a escuchar mis explicaciones.

— Así que, tu mamá piensa que tú y yo tenemos cuento. —Le dije a Santiago mientras íbamos de camino al colegio.

— Si, ¿Qué estupido no crees? Nos tacho de homosexuales.

— No me molestaría salir contigo. —Dije coqueto.

— En otra vida querido, en esta los dos somos hetero.

— Triste pero cierto. —Bromeé—. Lamento no haber podido hacer mucho.

— Al menos lo intentaste, hablaste más con ella que yo en estos 16 años que llevo viviendo.

— Si ... Tal vez tengas razón pero odio sentirme impotente ante esta situación.

— No te mates por eso Felipe, mi mamá siempre quiere tener la razón y no cambiará de idea, así que déjalo pasar porque esto no afectará nuestra amistad.

Santiago me sonreía tan cálidamente que nunca dude de la promesa que hicimos aquel día, que sigue intacta hasta el día de hoy pero si sucedió algo inevitable que nunca pude cambiar: La distancia que se generó entre nosotros.

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Por la tarde, en la cafetería

— ¡Vaya! Tu vida está llena de dramas. —Le dije a Juana.

— Y que lo digas, he estado escribiendo un diario de mi día a día y cada vez que lo leo me quedo aterrada de la cantidad de cosas raras que me pasan.

— ¿Y qué pasó al fin con tu admirador o admiradora secreta?

— No tengo idea de quién es Felipe, me sigue mandando detalles relacionados con mis gustos. Por ejemplo, la anterior semana me llegó un póster de Alexander Hamilton y ayer mi violín estaba peculiarmente limpio.

No entregues tu corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora