Peliblancos

54 2 2
                                    

  Al llegar a casa dejé mis cosas en la sala y me dejé caer cansada en mi cama. Pensando en lo ocurrido con el rubio y Brandon.

¿Realmente me llamó perra? ¿Quién lo diría? El muy imbécil es igual de idiota que los otros dos. Quitando a Oscar ya que es un buen tipo.

Si veía mi situación de otro punto de vista podría decirse que estaba viviendo como en las típicas telenovelas donde hay cuatro playboys y la protagonista se enamora de uno y termina lastimada por él.

A decir verdad, aun mantenía mi orgullo, ¿lastimada por un idiota? ¡Vamos Alice ubícate de una jodida vez!

  —Hija, ¿todo en orden? Es la primera vez que dejas tus cosas en la sala creando desorden—mi madre entró con su comentario de mala gana y bufé

—En algún momento de la vida de cualquier persona hay momentos desordenados así que déjame tranquila mamá—cubrí mi rostro con una almohada y cerré los ojos con fuerza.

Quería estar en mi momento depresivo donde lloras desconsoladamente porque el chico que te gusta te ha apuñalado y te destroza el corazón. Pero tengo demasiada hambre como para pensar en deprimirme.

Con pies pesados bajé las escaleras hacia la cocina a prepararme mi comida; esto se resume a un sándwich, helado, galletas oreo, gomilonas, un pedazo de pastel y frituritas de barbacoa. 

Me senté al lado de mi mochila y encendí el TV mientras comía de mi banquete grasoso y glotón para engordar y rodar como un pandita feliz por la vida. Coloqué una película cualquiera en Netflix, sobre el típico cliché donde la chica es nerd, se transforma en una puta diosa y todos comienzan a odiarla y se disculpa y vuelve a ser la marginada donde el más popular de todo el colegio la besa y la vuelve a amar. Literalmente, la mayoría de las pelis románticas tienen este cliché.

Cliché, mi nueva palabra favorita diría yo, pues era lo único que en mi cabeza rondaba, lo estúpida que he sido al caer ante los cuatro chicos más guapos de todo el instituto. Primero Jason, luego Brandon, luego Sarah con Oscar y Daniela con Jason o con Jensen. ¡Lucía es la única inteligente que tiene un novio universitario al cual ya no recuerdo el nombre o su edad! Es molesto ser una mosca más en la pared viendo el romance florecer en todas partes y que para ti sea una mierda *nota de la autora: me siento identificada con este pensamiento*  Pero que decir al respecto. Todo es como debe ser, todo está como debe estar, sé lo que debo saber y conozco lo que debo conocer.

Debo admitir que el tiempo con los chicos fue extremadamente genial, algo increíble de recordar. Aunque momentos como este no son tan memorables ni agradables en ningún sentido.

  —Hija—mi madre colgó el teléfono y me llamó algo seria—es de mi trabajo—comentó, un nudo en mi garganta se hizo presente—¡SUBÍ DE PUESTO!—chilló alegre, me levanté y la abracé—pero hay un pequeño gran detalle... nos deberemos mudar a otra zona del país—comentó nerviosa, la miré fría

—Pronto terminaré mi año escolar aquí no pienso mudarme sin graduarme—bufé al cruzarme de brazos arrugando la nariz. Mi madre suspiró y me dejó nuevamente con mi película, pero ya no tenía interés por nada. 

Subí a mi habitación y salí al balcón, lista para saltar al de mi amiga hasta que vi como ella, sentada sobre Oscar se sacaba la camiseta. Me bajé del balcón y adentré con un nuevo trauma a mi habitación. No necesitaba saber mas del tema.

¡JODIDO ASCO! ¡SI HUBIERA SIDO UN POCO MÁS TARDE ME LOS ENCUENTRO FOLLANDO!

Respiré profundamente viendo a la nada, acostada en el suelo, con toda mi mente en una sola cosa. Mejor dicho, en una sola persona y no, no es Brandon, no es Jensen, no es Oscar follando con Sarah, no es el novio de Lucía, ni Jason. Es aquel chico de cabellos blancos del ring.

¿Por qué él? Por su hermoso esculpido cuerpo y su perfecta dentadura, su perfecto perfil y sus facciones masculinas y seguras de sí mismo, me daba curiosidad saber de aquel joven ya que para tener el cabello de ese color era realmente joven y no pasaba de mi edad.

Bajé al cabo de un rato y me serví jugo de naranja, pero vi como mi madre mantenía el número de un bar en el refrigerador. Necesitaba algo más fuerte que naranjas, algo como licor. Así que sin dudar tomé camino hacia el bar y pedí una cerveza, para comenzar suave y luego ir un poco más acelerado el paso respecto al consumo de alcohol.

  —Debería dejar de beber señorita boxeadora— y justo cuando creí que las coincidencias no existían ahí estaba el peliblanco, con una sonrisa arrogante y superior, limpiando las cosas de los tragos y cocteles y sirviendo de mesero y bartender en el local—es una lastima que seas menor de edad pequeña, te llamaré a un taxi, así tu madre no tendrá que venir a demandar mi lugar de trabajo por su rebelde niña—tomó mi vaso y terminó de beber el trago en la mitad, arrugué la nariz e hice un puchero

  —¿Bebes todo el alcohol que sobra?— mi tono de burla lo hizo rodar de ojos

—Solo el de las princesas menores de edad de boca limpia y virgen—no pude evitar sonrojarme, sintiendo como el alcohol dejaba mi cerebro sin función, no poder pensar claramente no era mi actividad favorita.

Lo único que no calzaba era la gran coincidencia de que el  bar donde haya roto las leyes y no me gustan las idealizaciones del país no quiere decir que no sea una persona de poca convivencia..

Pero lo más extraño es, que siempre me sucedía a mí.

*****************+

Alice en multimedia (Lily Collins)

YOLO; You Only Live OnceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora