Capítulo 50

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Nuestros labios no se han separado desde hace unos minutos, mis manos están sobre todo su cuerpo, ahuecando sus pechos, apretando su trasero y por fin me dirijo a su zona íntima. Paso mis dedos por encima de sus bragas y está muy mojada. Celina se remueve debajo de mi mientras yo recorro mis dedos por su ropa interior. Las manos de Celina están en mi espalda baja y sin previo aviso bajan a mi culo y me aprieta hacia ella, haciendo que los dos soltemos un jadeo.

No puedo esperar más y meto mi mano en sus diminutas bragas, siento que toco el cielo cuando mis dedos llegan a su clitoris, casi siento más placer que ella y soy yo quien está tocando.

Una diminuta mano de Celina se cuela entre nosotros y llega a mi polla. La envuelve entre sus dedos y mueve su mano lentamente. Oh dios, creo que con poco más me puedo venir.

Meto un dedo dentro de ella y al instante arquea su espalda pegando su pecho desnudo al mío.

— Oh, James. — Gime.

No puedo expresar con palabras el sentimiento de ella gimiendo mi nombre, es el mejor sonido del mundo.

Meto otro dedo y ella me recibe abriendo más sus piernas. Beso su cuello.

— Di mi nombre Celina, dilo. — Pido pegado a su piel.

Ella aprieta más sus dedos en mi polla y aumenta sus movimientos.

— James, no pares. — Gime.

Muevo mis dedos más rápido mientras mi pulgar acaricia su clitoris. Siento las piernas de Celina temblar y en el mismo momento que de sus labios sale un grito me corro sobre su estómago.

Estoy echado encima de ella durante un buen rato, me da igual que ella esté manchada, solo quiero estar muy cerca de ella en este momento. Sus dedos acarician mi pelo y mis ojos empiezan a pesar. Estoy derrotado pero necesitamos una ducha.

— Ven, vamos a ducharnos y luego nos dormiremos. — Le digo mientras me levanto de la cama.

Tarda unos minutos en reaccionar y me paro admirando la imagen, ella extendida en toda mi cama, solo en bragas, con el pelo revuelto y las mejillas ligeramente sonrojadas gracias al orgasmo que le acabo de provocar.

Estiro mi mano para ayudarla a levantarse pero antes de tocar el cielo la levanto en mis brazos y ella pega un pequeño grito.

— Puedo andar. — Se queja pero no hace nada para bajarse.

Abro el grifo de la ducha antes de bajar al suelo a Celina, está delante de mí con su pecho descubierto y ahora no le da ninguna vergüenza. Me mira fijamente esperando mi próximo movimiento. Me agacho y pongo mis manos en sus bragas antes de mirarla. Ella asiente dándome permiso a quitárselas.

Las bajo hasta sus tobillos y ella me ayuda a quitárselas. Levanto mi vista y me paro más de lo normal mirando su entrepiernas, ella se mueve incomoda pero no se tapa. La miro y está ruborizada mirando directamente al agua de la ducha. Me levanto y pongo mis manos a cada lado de su cara.

— Gracias. — Le susurro.

— ¿Por? — Me pregunta con el ceño fruncido.

— Por dejarme tener el honor de ser el único en verte. Si te vieras como te veo yo no te avergonzarías de tu cuerpo lo más mínimo.

Ella sonríe, una sonrisa de verdad, de oreja a oreja. Levanta las brazos y los envuelve en mi cuello, mientras yo tiro de ella hacia la ducha.

Nos besamos mientras el agua cae encima de nosotros, esto de verdad se está poniendo caliente y yo quiero parar antes de que no tenga fuerzas para hacerlo, pero Celina tiene sus manos alrededor de mí y no tiene ningunas ganas de soltarme.

— Bebé, tenemos que parar porque sino no me voy a poder controlar. — Le susurro.

Ella me mira y luego baja su mirada mientras aparta sus manos de mí, de repente se ve triste.

— Eh. — Levanto su barbilla. — ¿Qué pasa?

Ella suspira e intenta mirar hacia otro lado pero no le dejo.

— ¿No quieres... estar conmigo? — Dice esto en un susurro.

En un principio no entiendo a qué se refiere pero al poco rato se que se refiere sexualmente.

— Bebé, me muero de ganas por estar dentro de ti, pero quiero que sea especial y estés segura de ello. No tengo prisa, contigo no.

Ella sonríe y envuelve sus brazos alrededor de mi estómago.

— Ven, déjame lavarte. — Y solo es una excusa para poder sentir su piel.

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