El accidente

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El entrenamiento de hoy ha sido agotador. Y dudo mucho que fuera por ser sábado o en conjunto sino por Bokuto, que no quería parar de entrenar. Al final el entrenador del Fukurodani le ha regañado y Akaashi se ha pasado media hora intentando animarlo. La única forma posible fue prometerle que entrenaría con él al volver a su escuela, tras lo cual se ha puesto en pie tan animado (o más) como antes.
Mientras me cambio me fijo en la hora: las 5 de la tarde. Vacilo un momento antes de llamar: quiero asegurarme de que no daré esta vuelta para nada. Tras colgar me dirijo fuera del recinto escolar y voy en dirección contraria a la que suelo tomar.
Llego a mi destino unos 30 minutos después: el hospital principal de Tokio. En la recepción se encuentra una enfermera que conozco ya por todos los años que llevamos viniendo aquí:
- ¡Sonja! ¡Pero qué guapa estas en uniforme escolar!
- Buenos días, ¿qué tal va todo?
- Perfectamente. ¿En qué te puedo ayudar? – y tras echarme una mirada preocupada añade - ¿No te encontrarás mal, verdad?
- Sólo vengo de visita. Hemos salido antes del entrenamiento y...
- ¡Oh, es verdad! ¿Estás como manager del Nekoma, verdad? No sabes lo orgulloso que está tu hermano de ello.
Me sonrojo. Es típico de Kyoya.
El ascensor tarda en llegar y, cuando lo cojo, va lleno de familiares. Algunos están bastante perdidos y no paran de tocar botones por lo que nos paramos en cada planta. El matrimonio de mi izquierda no para de quejarse de ello pero yo no puedo culparles: probablemente mi familia era igual al principio.
Me bajo en la planta 6ª y me dirijo a la sala de final del pasillo, la que tienen habilitada para las rehabilitaciones. Abro la puerta ligeramente y entre los 3 pacientes y sus medicos que veo allí dentro está mi hermano, agarrado a unas barandas e intentando sostenerse. Este es el motivo por el que hemos vuelto. Y también el motivo por el que se conoce tanto mi apellido.


Algunos años atrás.

"Desde que era muy pequeña admiré a mi hermano. Y nunca dejé de hacerlo.
Mi hermano comenzó a jugar a vóley desde que era muy pequeño. Lo cierto es que no recuerdo un momento en el que no sostuviera un balón en sus manos. Debido a su pequeño tamaño lo pusieron a jugar de libero en la primaria. Algunos de sus compañeros se metían con él por ello pero no le importó: el hecho de poder mantener en el aire la bola le parecía un papel tan importante como el de anotar.
Kyoya siempre fue muy ágil y pronto destacó por sus grandes recepciones. A muchos se le habría subido a la cabeza, pero no a él. Ese era su trabajo, y si para ello tenía que quedarse entrenando más tiempo lo hacía.
Al entrar en el Nekoma, un equipo con recepciones solidas, no temió por su papel en el equipo. Si era necesario, el entrenador lo dejaría jugar. Si no, entrenaría más hasta que llegara su momento. Pero el equipo era lo primero. Si algún miembro sufría o debía practicar más, el se quedaba para ayudarlo sin importar cuánto.
Y así fue como, hacía el final de su primer año en preparatoria, Kyoya Tategami fue conocido como 'El Capitán'. La gente siempre ha creído que se debía a su gran capacidad para organizar la defensa y permitir un buen contraataque, pero la realidad es que sus compañeros de equipo (entre los que se encontraba Naoi) lo eligieron porque se convirtió en el verdadero capitán, pese a la regla de que los líberos no puedan serlo.
Yo siempre fui a animarlo a los partidos. Cuando era más pequeña solo podía cuando mi padre no estaba replegado o cuando mi madre se tomaba el día libre pero, cuando ya crecí un poco, podía ir con mi hermano y luego quedarme sola en las gradas hasta que volvíamos. También iba a muchos de sus entrenamientos y el entrenador Nekomata me pedía que lo ayudara, por lo que me dedicaba a regañarlos o animarlos según me diera ese día. Mi hermano suele meterse conmigo diciendo que era la mascota del equipo.
Sin embargo, cuando estaba al final de su tercer año, sufrió un accidente que lo dejó en esa maldita silla de ruedas. Toda la gente hablaba sobre Kyoya Tategami, 'El Capitán' que no podría volver a su barco. Recuerdo oírlo llorar por las noches y fingir una sonrisa todas las mañanas. Al ver que no recuperaba sensibilidad o movilidad en las piernas los médicos recomendaron una ciudad más pequeñas y sin tanta contaminación para facilitarle, dentro de lo posible, la vida. Mi padre pidió una excedencia del ejército y mi madre el traslado, y así es como nos fuimos a vivir a Miyagi."


Y ahora hemos vuelto. Parece que por un milagro mi hermano ha empezado a sentir en los dedos, con lo que hay muchas posibilidades de que pueda recuperar algo de movilidad. Sin embargo, ya ha asumido que esa movilidad nunca será suficiente para volver a la pista.
Kyoya levanta la mirada y me sonríe al verme, lo que yo considero una invitación para entrar. Saludo a los otros pacientes y médicos y me acerco a donde se encuentra.
- Hola, hermano
- Hola, Sonja. ¿Qué tal entrenamiento?
- Intenso – respondo mientras me siento en su silla y suelto un largo suspiro. Mientras hace los ejercicios que le ha mandado el doctor voy desplazándome con la silla de un lado a otro, siempre pendiente por si necesita ayuda. Veo que empieza a templar así que me levanto de un salto y le siento en la silla. - ¿Qué tal vas?
- Poco a poco.
Mientras le empujo por el pasillo hasta el vestuario veo que tiene los puños apretados. El primer paso en su recuperación es que se pueda mantener en pie pero aun no puede si levantarse de la silla solo. Tiene que ser muy desesperante para él.

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Nuestro padre nos recoge en coche, sorprendido de encontrarme allí. Al llegar a casa me encargo yo de la cena mientras mi padre ayuda a mi hermano a cambiarse.
Mi madre está pasando el fin de semana en Miyagi, recogiendo las últimas cosas del traslado y terminando algo de papeleo pendiente, así que preparo solo comida para tres. Intento bromear y contar las cosas que hayan pasado en el entrenamiento de forma exagerada, de forma que sirva de distracción. No solo es Kyoya, mi padre también está serio lo que quiere decir que las noticias de la base no son buenas. Termino por hartarme, así que suelto en un tono más brusco de lo que pretendía:
- Bueno, ¿qué pasa?
- ¿Qué quieres decir, cariño?
- Hoy ibas a ir a la base a hablar con tu superior. Y no es que vengas muy feliz así que... ¿Qué pasa?
- Me voy de misión humanitaria durante un par de meses – contesta con los ojos cerrados. Durante varios minutos no se oyen ni los cubiertos.
- ¿Cuándo? – logra preguntar mi hermano
- Pronto, aunque aún no se sabe fecha exacta. Aproximadamente un mes.

Un nuevo gato en el NekomaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora