Erik Lehnsherr

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Las noches me parecían eternas ahora que él no estaba junto a mi. Toda la noche estoy despierta mirando por la ventana hasta que salen los primeros rayos de sol.

Alex, prometiste que nunca me dejarías sola. Eres un idiota, no debías morir, no ahora que estábamos a punto de casarnos.

Las lágrimas no dejaban de salir, ya habían pasado seis meses pero aún me dolía como si hubiese sido ayer.

Escucho que abren la puerta y enseguida mi cama se hunde un poco.

Siempre que alguien viene es para convencerme de ir a comer o de salir de la habitación pero siempre digo que no.

Esta vez es raro, no se quien esté junto a mi y no ha dicho ni una sola palabra.

-No pienso salir- dije. No recibí ninguna respuesta.

Una... dos horas pasaron y aquella persona seguía ahí sin hacer o decir nada.

Me di la vuelta sobre mi lugar para ver de quién se trataba.

Sonrió un poco.

-Erik...

-Se supone que vendría a convencerte de que bajes a comer, pero entiendo como te sientes.

-No... no lo sabes.

-Hace no mucho...- comenzó a decir sin mirarme- Mataron a mi esposa y a mi hija frente a mi, estoy muy seguro de saber cómo te sientes, aunque a diferencia de ti... yo sentía furia en lugar de tristeza.

Lo miré fijamente, sus ojos tenían un gran vacío.

-No tenía ni idea...-dije.

-No es algo que se diga a todo mundo... Lo de Alex es una desgracia, pero debes de seguir adelante. No te diré que eso es lo que a Alex le gustaría por que él ya está muerto, hazlo por las personas que te amamos, no nos gusta verte así.

Erik se puso de pie y salió sin decir nada más.

Miré el reloj sobre mi mesita de noche. 09:21 am. Sentía muy débil mi cuerpo pero puse todo mi esfuerzo para ponerme de pie.

Entré al baño y llené la tina, el agua me hizo sentir mejor. Limpié todo mi cuerpo y después lave mi cabello.

Cuando salí, me puse mi bata. Me miré en el espejo. Mi cara era horrible.

Pensé en todo lo que me dijo Erik, tenía razón. En todo.

Enrolle mi cabello en una toalla, comencé a rasurarme todas las zonas donde tenía mucho bello, después coloqué crema hidratante y me comencé a vestir.

Unos jeans, una blusa blanca, un suéter gris bastante grande y un par de tenis.

Me veía muy pálida y mis labios estaban agrietados.

Dejé caer mi cabello y lo cepille un poco. Me hice una coleta alta y finalmente me puse mi maquillaje.

Ya frente a la puerta y con mi mano sobre el pomo, dudaba si debía salir o no.

Cerré mis ojos con fuerza y abrí la puerta. El pasillo estaba solitario, supongo que todos los alumnos están en clases. Comencé a caminar hasta llegar a la cocina. Estaba muy mareada.

Abrí el refrigerador y saqué algunas cosas para preparar algo.

-Sabía que saldrias- dijo una voz a mis espaldas. Dejé lo que estaba haciendo y me di la vuelta.

Corrí a abrazar a Erik y él me recibió sin ningun problema. Lloré sobre su pecho y el sólo acariciaba mi cabeza.

Sentía que liberaba todo el sufrimiento que tenía acumulado.

-Lo extraño- dije entre sollozos.

-Lo sé. Y está bien, tu lo amas. Llora todo lo que quieras, aquí estaré.

No sé cuanto tiempo estuve llorando, pero cuando me di cuenta, ninguna lágrima salía de mis ojos y seguía en los brazos de Erik.

-Lo lamento-dije- Ensucie tu camisa con mi maquillaje.

Escuché una pequeña risa por parte de Erik.

-Está bien, no me gustaba tanto.

Yo también reí, o eso intenté.

-Me alegra verte fuera de tu habitación- dijeron.

-Charles...- lo miré- Estás calvo.

Erik evitó soltar una risa.

-Te queda bastante bien- dije.

-Le sé querida, lo sé. Cero que Erik te convenció.

Me di cuenta de que seguía en sus brazos, un color rojo inundó mi rostro y me separé.

-Si bueno, fue de mucha ayuda. Ahora creo que debería de comer.

Escuché la risa de Charles.

-Le pediré a Erik que venga más seguido- dijo Charles sin dejar de reír.

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