CAPITULO XXV LEX

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—Vamos Doce, que no tenemos todo el día.

—Voy tan rápido como puedo, Lex.

—Pues no parece. Vas demasiado lento.

Hacer entender a Lex que no era tan rápido como ella era prácticamente imposible.

Lex siempre encontraba la forma de contradecir cualquier cosa que dijera, como sí su mente tuviese una respuesta preparada para cualquier cosa. Afortunadamente eso me era lo que me servía como una pequeña ayuda para mantener su mente alejada del tema "Trent".

—¡Corre!, ¡Que no tenemos todo el día!

Desafortunadamente soportarla era lo difícil.

Lex conocía con exactitud los lugares de la Jungla a los que solían estar libres de peligros, como tal tuve que verme obligado a guardar silencio ante cualquiera de sus tontas acusaciones mientras que caminábamos entre los matorrales.

Miles y miles de ellos que nos impedían ver todo lo que podía estar en nuestro entorno, como...

GGRRRRRRGGGGG—...la cola de un mapache.

—¡Ahhh! —Una creatura que por fuera parecía ser inofensiva—. ¡no puede ser!

Pequeña, peluda y gordita.

Eso no podía hacerme daño.

O tal vez sí.

Después de haberme enfrentado a ese tigre me di cuenta de que La Jungla era capaz de ocultar cosas demasiado peligrosas a través de rostros inocentes, ya que era ahí donde eran enviados los desperfectos de La Zona.

Ese mapache podía una especie de creatura mutada o algún animal venenoso.

No podía arriesgarme, así que me vi obligado a actuar.

Tomé mi cuchillo y lo clavé sobre el estomago del mapache, ignorando el hecho de que Lex me estaba mirando.

Enterré la punta de mi arma pensando solamente en la precaución, sin darle importancia a lo que ella me pudiera decirme.

—Ahh —y hacerlo fue muy sencillo—. Listo —. Ya que no era muy peligroso.

—Vaya —pero Lex no pareció estar del todo convencida— se no te gustan los mapaches.

—Solo me aterran. Además uno debe de estar preparado para cualquier cosa.

—¿A qué te refieres?

—Los mapaches pueden parecer inofensivos, pero son unas creaturas muy peligrosas. Sus garras son capaces de perforar tu piel en cuestión de segundos, además suelen morder a sus víctimas de la misma forma que lo haría una piraña, ya que sus dientes son muy delgados.

—Vaya. Se nota que te gustaba estudiar sobre los animales.

—Leí mucho de ellos, como también de sus propiedades. La carne del mapache contiene muchas proteínas.

—Es bueno saber eso, aunque sí me lo preguntas yo prefiero la carne de ardilla. Es más jugosa.

Era lógico que Lex no iba a agradecerme por haber salvado su vida, ya que para ella mapache solo podía verlo como una cena.

Ignoró el hecho de que yo era inteligente y continuó su camino, como sí nada, dándome a entender que yo tampoco podía darle algo de importancia ya que tenía una misión.

Salvar a Kai.

Caminamos hacía el norte, evitando cualquier contacto físico o visual, más no el habla.

Lex me hablaba repetidamente, mientras que yo hacía mis esfuerzos por ignorar todos sus insultos.

Pero hacerlo era prácticamente imposible ya que no dejaba de hablar.

Repetía a cada momento todo lo que hacía mal y yo me sentía incapaz de detenerla.

Tenía que guardar silencio, sin importar lo que dijera...

...pero...

¿...por cuánto tiempo más iba a ser capaz?

Necesitábamos una raíz que crecía en unos musgos ubicados a solo dos kilómetros del lago de la Flor y Lex era la única que sabía cómo llegar de manera segura, ya que conocía ese lugar porque fue ahí donde conoció a Trent.

Ese punto podía ser ideal para que su chip se activase, por eso debía de tener cuidado.

No podía mencionar a Trent.

¿Entonces qué debía de hacer?

Guardé mi silencio al momento que Lex me repitió todo lo que hacía mal, desde pisar arbustos que no debía hasta confundir cosas como la tierra con el excremento.

—¡EAJJJJ! —y ella lo repetía— te recomiendo que limpies esa bota.

—Me gustaría, sabes sí hay alguna lavandería por aquí.

—No, pero puedes usar el agua del lago, a menos que quieras apestar hasta que esa mierda se seque.

—No gracias —Tenía tantas cosas que decirle pero no podía porque solo pensaba en lo que le ocurriría a Kai.

El necesitaba tanto esa medicina y ella era la única que sabía como encontrarla.

—Vamos, Doce. ¡Muévete! —pero era insoportable.

Su voz seguía sonando en mi cabeza, de manera repetitiva, mientras que mis manos solo pensaba en actuar, como un demente salvaje al que solo podían callar de una forma...

—¡Lex! —...y esa no era la más apta— ¡Por lo que mas quieras!—ya que mis manos solo tenían una cosa— ¡Podrías callarte!

...el cuchillo.

—¡Ahhh!


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