EXPERIMENTOS Proyecto Escape Libro 1 | DISPONIBLE EN FÍSICO |

CAPITULO XXVI EL ERROR

Quizás había actuado sin pensar.

Admito que uno puede perder el control de la noción cuando siente que su cabeza está a punto de explotar por la presión.

—Doce —pero para Lex no parecía ser una novedad el que me haya visto arrojar el cuchillo para matar a una ardilla que estaba corriendo por la rama de un árbol.

La creatura había quedado clavada y yo no lo podía creer.

Había arrojado el arma y ahora estaba viendo algo a lo que antes no me creía capaz de hacer antes.

Todo con tal de ignorar los reclamos de Lex.

—Se nota que Kai te enseñó bien —pero ella no mostró mucho interés.

—Me dijiste que querías carne de ardilla, no.

—Entonces ya sé qué decirte cuando quiera una malteada de chocolate.

Lex no iba a cambiar su forma de pensar hacía mi, ni aunque la salvara de ser comida por un T-Rex.

—Vamos, que se nos está haciendo tarde.

—Está bien.

Tomé la ardilla y después todo siguió como sí nada.

Me mantuve en el silencio, de la misma forma que un niño bueno lo haría, durante lapso que trascurrimos antes de llegar al lago. Maté a unas cuantas ardillas y mapaches en el camino e ignoré todo lo que Lex parloteó sobre mi, dejando que esa nueva actividad me ayudará a despejar mi mente.

Recorrimos de los caminos hasta llegar al lago y una vez ahí Lex me llevó hacía el punto donde ella se solía esconderse cada vez que el grupo iba de pescar.

Un pequeño lugar que al verlo con mis propios ojos...

—No puede ser —...me dejaba sin palabras.

—Que —Lex, por otra parte, mantuvo su mirada fija ante el sarcasmo—. Es solo un jardín.

—Lo sé, pero..., es hermoso.

No tenía palabras para describir lo que veía.

El lugar tenía una cierta apariencia con un libro que había leído llamado "El Jardin secreto".

Un espacio que triplicaba el tamaño del lago, como la aldea de los Aborígenes.

En él había pocos árboles y muchas flores cubriendo los alrededores. También había pájaros, mariposas y un sinfín de creaturas pequeñas que caminaban con libertad entre las plantas.

—¡No! —y al ver a Lex detenerme, antes de sacar mi cuchillo, me hizo saber que el lugar era muy especial para ella.

—¿Te pasa algo?

—Ya casaste muchas ardillas.

—¿Y eso qué?

—No necesitamos tantas, de lo contrario la carne se echará a perder. Debes pensar en los demás, antes de actuar como un demente.

—Y lo dice la chica que me obligó a pelear contra un tigre gigante que casi logra matarme.

—No es mi culpa que te hayas equivocado. Yo te dije claramente en donde debías de atacar.

Lex no iba a cambiar su carácter. Pero de todos modos eso no me importaba.

Me sentía listo para encontrar esas raíces e irme, aun cuando Lex no parecía compartir esa misma emoción.

—¿Lex? —ella comenzó a caminar detenidamente entre la maleza, como sí estuviese viendo lo que el jardín le fuese a ofrecer.

Eso me hacía sentir incomodo porque ella no era así.