CAPITULO XXXIII EL PSICOPATA

136 18 1
                                    

Benneth me tenía en la mira y no podía hacer nada para defenderme.

Cualquier intento que hiciera por moverme hacía que las cosas empeorasen. Tanto los dolores como la tensión que me tenía atrapado en medio de un mar de lagrimas.

—¡AGRRRHH! —Y lo más difícil era el tener que soportarlo todo.

Era como sí tuviese una armadura de oro cubriéndome de la cabeza a los pies.

—Vamos Doce —Y Benneth lo sabía—, solo quiero hacerte unas cuantas preguntas.

Él podía estar en cualquier lugar y yo no lo iba a saber.

Oía su voz como sí fuese un eco que rondaba por todas partes, igual que un tono pasajero que me limitaba las pistas.

No escuchaba pasos ni sentía la presencia, de la misma forma que Kai me había enseñado para atrapar presas pequeñas mapaches, lo cual me dejaba en claro que Benneth conocía la forma perfecta de esconderse entre la oscuridad.

—Vamos amigo —era lo que me repetía con demasiada constancia—, se que sabes muy bien lo que estoy buscando.

Hablaba repetidamente, como sí estuviese esperando a que yo respondiese.

Sentía demasiado dolor y me creía incapaz para poder moverme.

—Y se que me lo dirás, porque no tengo todo el día —Desafortunadamente Benneth tenía más sorpresas escondidas.

—¡Ahhhh!

Todo ocurrió tan rápido que muy apenas lo sentí.

Benneth me brindó golpeó mi cadera de manera repentina, creando un profundo impacto que por alguna razón comencé a sentir de la misma forma que sí hubiese sido un meteorito aterrizando sobre mi.

—¡Ahgggggg!

¡No lo podía creer!

La droga que no solo podía alterar mis neuronas para hacer creer que mi cuerpo pesaba casi una tonelada, sino que también era capaz de alterar mi sistema de defensas a un grado muy sensible.

Era capaz de sentir el golpe de una pluma como sí fuese un camión siendo arrojado hacía mi.

—Ay, no llores. Que solo te di una patada.

—¿Una patada? —eso no podía ser cierto.

—Sí. Supongo que ahora te estás dando cuenta que La Zona se encuentra preparada para cualquier situación como esta, Sujeto Doce. Ya que han sido capaces de crear sustancias con el poder de alterar las defensas y sensibilidades de un ser humano a un grado que ni la misma naturaleza hubiese sido capaz de hacer. Pero no te preocupes que ellos han podido crear también antídotos que funcionan al momento. Sería una lástima que no te lo diese solamente porque no me agrades.

—Eres un maldito.

—Claro que no, solo soy un soldado que esta dispuesto a solo sí contestas unas simples preguntas.

—¿Cómo qué?

—No lo se. Tal vez cosas simples como por ejemplo podrías decirme sí es verdad o no que los Sujetos Tres y Cinco siguen con vida —de un segundo al siguiente las cosas comenzaron a tener más sentido.

Benneth sospechaba de mi porque no podía haber alguna forma en que yo pudiera explicar el hecho de que había sobrevivido a la caída de un acantilado y con suficientes cortadas como para parecer un alfiletero.

La única forma en que explicar eso era sí otra persona estuviese cerca de ahí para ayudarme.

Un miembro que conociese métodos de curación y no pudiese ser detectado por La Zona.

Alguien que haya podido encontrar la forma de burlar los sistemas de operación.

—No sé de qué estas hablando.

—Por favor, Sujeto Doce. En serio crees que soy un idiota —no me atreví a responder—. Sí cuando ingresaste a la Jungla eras incapaz de pelar una banana sin tener miedo de lastimarte.

—Eso era porque temía a que fuesen una fruta venenosa. Además dejé de temerles cuando descubrí lo deliciosas que eran. Además tienen mucho potasio, no sabías eso.

—La verdad sí como también que el calcio es un elemento muy vital para los huesos.

—¡AGGHHHHTTTT!

Benneth no se iba a sentir capaz de querer perder el tiempo con bromas.

Comenzó a golpearme repetidamente hacía varias partes de mi cuerpo, atrapándome en un grande y profundo mar de agonía.

—Vamos, Sujeto Doce —Benneth era un demente—. Solo tienes que decirme lo que sabes ¿Acaso los Sujetos siguen con vida?

Y era lógico que no se iba a parar.

Mis defensas estaban al borde de un gran colapso.

Me era imposible respirar y todo lo veía tan despacio, como sí estuviese cerca de perderme en la nada.

—¡Habla de una maldita vez! —y Benneth se sentía capaz de poder continuar.

Él tenía fuerza de su lado, mientras que yo apenas sí podía decir una simple palabra.

No podía hacer nada, más que dejarme caer por el sueño.


EXPERIMENTOS Proyecto Escape Libro 1 |  DISPONIBLE EN FÍSICO |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora