Capítulo 1.

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1989




—¡Hora de despertar, niñitos!— Un policía golpeó su arma contra los barrotes de la celda, creando un sonido estridente y fastidioso. Poco a poco abrí mis ojos, solo para encontrarme con las mismas cuatro paredes de la celda donde estaba reclusa desde hace tres meses. Me habían atrapado robando por cuarta vez, y como lo suponía, en esta ocasión no había caución o fianza que me sacara del aprieto. Estaba técnicamente jodida de por vida.

Me levanté de la dura cama donde dormía y observé a Layla, poniéndose su uniforme naranja frente a mí. Era hora de desayunar –bueno, si es que eso que servían aquí se podía considerar eso— y teníamos que básicamente correr a la sucia cafetería.

—¿Piensas quedarte todo el día ahí?— Preguntó ella burlescamente, dándome una sonrisa. Al igual que yo, era una chica que había caído aquí por andar en malos pasos. Ambas estábamos hasta el cuello en problemas.

—No es como si tuviera esa opción. Sabes que los policías me molestan demasiado incluso por estar parada.— Me burlé, poniéndome de pie a su lado. Aquel lugar era un infierno.

Layla caminó y yo la seguí fuera de la celda, en donde tendríamos que caminar hasta la cafetería. El lugar estaba infestado de adolescentes malhumorados, ya que este lugar hacía el papel de reformatorio. Pero era de todo, menos un buen sitio. Sabía que incluso se expedían más drogas clandestinas aquí que en una farmacia.

Cuando llegamos, fuimos por unas bandejas para depositar aquella masa grisácea que se suponía era comida, pero parecía más vómito que algo más.

Los adolescentes hablaban animadamente, pero yo permanecía callada, únicamente pensando en la hambre voraz que tenía.

De la nada, los murmullos se apagaron en el lugar, y yo supe bien lo que significa. Era nuestra “hora feliz”.

—Maldición, no te muevas Sky, uno de ellos viene hacia acá.— Me alertó Layla. Ella se refería a los policías. A diario venían a la cafetería y nos ponían a "raya", como solían decir. Eso significaba una buena sarta de golpes y amenazas, el menos desafortunado era el elegido para el castigo. Y ahora, temía mucho ser la escogida.

—Tú, Rogers —Temblé en aquel momento. Una voz gruesa acababa de decir mi apellido. Fuerte y claro—, ven aquí, tienes que acompañarme.

Volteé, aún con la bandeja en mis manos, y hablé—. ¿Qué? ¿Yo? ¿Por qué?

Él frunció el ceño y se acercó dando dos zancadas. Me jaló y tiró la bandeja repleta de aquel líquido gris al suelo—. Cuando te diga que vengas, haz caso, maldita delincuente.

Apreté los dientes, mientras que todos los demás nos miraban en silencio. A pasos rápidos, ambos salimos de la cafetería. La mano del policía ejercía muchísima fuerza en mi brazo, causándome daño—. ¡Sueltame, imbécil!

Él hizo caso omiso y siguió arrastrándome. Vale, sé que he sido mala persona, pero vamos, no soy un animal. No merezco ser tratada así.

Nos acercamos a una puerta de cristal, la cual él abrió de un sopetón. Como si fuera un costal de papas, me arrojó dentro y cerró la puerta.

Caí de lleno con las manos y me agaché, tratando de evitar el dolor en las piernas. Al subir mi mirada, solo vi una mesa y tres sillas vacías. ¿Qué hacía yo ahí?

Al instante me levanté, sacudiéndome el polvo del uniforme naranja. Una pequeña cámara seguía mis movimientos al pie de la raya, mientras yo veía incrédula toda la habitación.

Rotten: It/Eso [Bill Skarsgård]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora