Capítulo 23.

1.7K 145 53
                                    



Me alejé con lentitud de Henry, evitando su cercanía peligrosa mientras mi mente gritaba que aquello estaba mal, muy mal.

No sabía en que términos estaba con Jack, pero igualmente eso no me daba derecho para ir por ahí, en paños menores besando a otros chicos. Yo lo quería, maldita sea, demasiado. Jamás sería capaz de hacerle daño.

—Lo siento... De verdad tengo que irme.— Le susurré. Él asintió metiendo las manos en sus bolsillos, con decepción evidente.

—No te preocupes... Y gracias. Supongo que te debo una.— Respondió risueño, refiriéndose al incidente de hace minutos.

Lo pensé un poco. Él no era un mal chico. Su vida era trágica, desolada, fría. El dolor, usualmente, nos convierte en personas que no somos, y comprendía que fuese como era. Solo debía cambiar, poco a poco.

—Bueno... Podrías empezar por no molestar a los chicos, y una disculpa para ellos tampoco estaría de más.— Le sonreí, y me incliné para darle un beso casto en la mejilla. Su piel ardió, y entonces sonrió nuevamente. Yo simplemente me despedí.

Salí del garaje y me escurrí por los alrededores de la casa, evitando a toda costa que el padre de Henry pudiese verme a hurtadillas, porque uno: estaba únicamente con un suéter, saliendo de su garaje; eso podría malinterpretarse y generarme aún más líos. Y, ah, dos: ese tipo me odia, podría acusarme de allanamiento o robo para meterme unos días en una celda pútrida.

Suspiré y caminé tan rápido como mis lastimados pies me lo permitían, pensando en cuanto me tardaría para arreglar las cosas con el mundo.





















Mi piel se erizó al máximo cuando el frío se filtró por todo mi cuerpo. Me arropé aún más y me dio un escalofrío. Era de madrugada, y el clima estaba helado, impidiéndome dormir. Eso, sumado a que mis pensamientos no me dejaban tranquila. No había sabido mucho del mundo exterior, y Annie seguía extremadamente irascible. Suponía que era uno de esos momentos en los que el mundo no quiere saber nada de ti. Pero la parte que nadie cuenta es que se siente demasiado mal ser dejada de lado, merecido o no.

De tanto pensar, mis párpados cayeron por su propio peso, sucumbiendo al sueño que sentía.

Cuando ya me encontraba en la frontera del sueño, un sonido lento y suave me alertó: la ventana de mi habitación estaba siendo abierta. Me quedé en la misma posición, evitando moverme o abrir los ojos para simular que seguía dormida. Mi corazón se aceleró, y me sentí asustada. Era de madrugada, solo los ladrones o personajes peores entran por las ventanas a esta hora.

La ventana se cerró, y entonces pasos se oyeron, acercándose a mi cama. Me acurruqué aún más, esperando lo peor que pudiese pasar.

Mis sábanas se levantaron, causando un escalofrío rotundo en toda mi anatomía, pero a pesar de eso seguí quieta, siendo incapaz de tan siquiera mirar lo que sucedía.

Un cuerpo tibio y liviano se acostó a mi lado. Las sábanas lo taparon igualmente y sentí el inconfundible olor a colonia masculina. Era embriagante.

Una mano caliente se pasó delicadamente por mi espalda, arrastrándome con suavidad. Me apegó a su cuerpo, y pasó las yemas de sus dedos por mi abdomen.

Sabía que era él.

Fingiendo que acababa de despertar, abrí los ojos y me volteé lentamente. A pesar de la oscuridad perpetua de la noche, un haz de luz que provenía de una farola afuera lo alumbraba. Jack estaba recostado a mi lado, sin alguna camisa puesta, acariciando mi cuerpo con una delicadeza delirante. Fingí incredulidad, pero en el fondo me encontraba más que emocionada. Su visita tal vez significaba que el orgullo estaba desechado, y que nuestra relación era más importante que seguir manteniendo peleas absurdas.

Rotten: It/Eso [Bill Skarsgård]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora