2| Capítulo 2.

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1 de enero, 1999.

Mis piernas se cruzaron y descruzaron por millonésima vez en los últimos diez minutos, hasta quedar balanceadas suavemente en el aire. Lola seguía mordiendo una de sus largas uñas pintadas de rojo eléctrico, mientras me miraba, después de contarle la gran odisea de los días anteriores. Pero yo no estaba para juegos, moría de nervios y necesitaba un veredicto con urgencia.

—Vale. Entonces eres una maldita enfermera, de las mejores graduadas en tu generación, ¿y no estás segura al cien por ciento de estar embarazada?—Cuestionó ella, mirándome pensativa y algo risueña. Le di una mirada de reproche, pero en el fondo sabiendo que era verdad. No me culpen, estoy completamente bloqueada.

—No entiendes... En clases te enseñan sobre suturas para heridas abiertas, reanimación y férulas para brazos rotos. No para saber cómo te embarazaste, y de paso, lidiar con ello.— Le dije bajándome del escritorio donde estaba sentada. El centro de emergencias donde estábamos ubicadas como principiantes permanecía vacío. Y eso me hacia sentir aún más jodida; necesitaba distraerme, y el tiempo no ayudaba. Me paseé de un lado a otro, mientras Lola mordisqueaba un lápiz en la punta.

De la nada, una bombilla se encendió en su mente.

—¡Mierda! ¡Tengo una idea!— Gritó, levantándose como un resorte de la silla. La miré con atención absoluta, mientras ella me decía que la acompañara fuera de la oficina.

Avanzamos hasta unos casilleros en el pasillo, donde nos permitían guardar nuestras pertenencias. Ella sacó el pequeño candado del casillero y a continuación, retiró su bolso. Lo abrió, y entre sus cosas, sacó una cajita púrpura y alargada.

Me la entregó con saña, y yo enarqué una ceja, dubitativa—. ¿Qué es esto? ¿Y por qué me lo pasas cómo si fuese contrabando?

—Muy graciosa. Es una prueba de embarazo, genia.— Al instante rodó los ojos.

Me sorprendí en gran medida—. ¿Cargas una siempre?

—Es para prevenir.— Explicó en voz baja mientras encogía los hombros.

La tomé entre mis dedos, palpándola con nerviosismo—. Vale, señorita promiscua. Iré a usarl...— Rápidamente me interrumpió.

—¿Qué? No, debes hacerlo en casa. Vete, cubriré el resto de tu turno. Debes llamarme enseguida que tengas el resultado.— Indicó, moviendo su cabello pelirrojo de un lado a otro, percatándose a la vez de que nadie nos viese.

—¿Estás segura? —Realmente no me sentía cómoda con ello.

—Solo se darían cuenta de tu ausencia si el presidente viniese por aquí. Ya, anda, hazlo.— Volvió a apurar. Vaya, le debía una.

Saqué mis cosas rápidamente del casillero grisáceo mientras Lola vigilaba. Al estar lista, le di un beso en la mejilla—. Te debo una.

—Espero que si estás embarazada, me envíes una fotografía de la cara de Jack al enterarse. Podría burlarme de ello por un año entero.— Pidió burlescamente.

























El pequeño aparato púrpura y blanco tembló entre mis dedos frágiles. En un movimiento lento, cayó al suelo, dando un pequeño sonido casi inaudible como muestra de su inminente roce con el piso. Pero yo seguía sin creerlo, sin poder reaccionar debido a mi consternación ante aquella noticia fugaz y evidentemente mordaz que yo sola había descubrido.

Me paré de un salto y salí del baño que permanecía inhóspito, yendo a parar a la habitación iluminada y solitaria. Tomé con temor el teléfono blanco de su base sobre mi cómoda, y marqué el numero de Lola con velocidad memorizada. Estaba ansiosa, y atemorizada como hace años no lo estaba. Me asomé por la puerta del cuarto, percatándome de que estaba sola, y volví al baño con los nervios erizando mi piel, encerrándome gracias a la emoción y el pánico.

Rotten: It/Eso [Bill Skarsgård]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora