1. Conociendo al oponente

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Aquella misma tarde Harry Potter había sido llamado a la oficina de Albus Dumbledore, el anciano tenía una idea en su mente y necesitaba del joven para realizarlo. A fin de cuentas ya todo estaba planeado y le quedaba poco tiempo para enseñarle lo necesario.

El joven entró por la puerta del despacho del director minutos después del anuncio que le había llegado por medio de un pequeño Gryffindor de primero.

Y ahí estaba él, parado junto al pensadero, aquel objeto mágico que sirve para revisar recuerdos, o en ciertos casos para despejar la mente. Harry se acercó lentamente al profesor mientras observaba la pileta poco profunda de piedra decorada con runas y símbolos. Como siempre, su interior estaba lleno de sustancias de extraño aspecto.

Dumbledore poseía una sonrisa discreta al verlo acercarse.

—Me alegra que hayas llegado, tengo algo muy importante para mostrarte— dijo con aparente calma mientras caminaba adentrándose en otra área de su oficina.

Subió los pocos escalones que habían hacia su biblioteca privada mientras Harry lo seguía de cerca sin dejar de mirar a su alrededor, preguntándose qué clase de cosa le mostraría Dumbledore.

El profesor se detuvo entre los estantes "Aa-Ad" y al cabo de unos segundos removió un oscuro y pequeño libro rojo. Harry no pudo evitar notar la similitud que había entre ese libro y el anteriormente destruido diario de Riddle.

Los dos volvieron en silencio al escritorio, donde Albus tomó asiento y Potter lo imitó colocándose delante de él, justo del otro lado. La cabeza de aquel joven estaba llena de inquietudes y mucha preguntas que pronto podrán resolverse.

A estas alturas ambos ya habían visitado ese completo recuerdo que Horace Slughorn les había proporcionado la noche anterior. Sabían ya que el amigable profesor de pociones le había hablado a Riddle acerca de los horrocruxes y el objetivo que aquella magia posee, junto con toda la información para crear uno.

Seis horrocruxes existían ahora, o al menos eso le informó Dumbledore al joven Harry, él mismo debía descubrir el resto del enigma.

Dos de ellos ya han sido destruidos: el diario de Tom Riddle y el anillo de Marvolo. Faltan cuatro, pero antes de poder emprender la búsqueda, el anciano tiene algo más en sus manos, algo que es de mucha ayuda.

—Este libro, es la puerta a lo desconocido— aseguró el profesor centrando su mirada en la portada.

Harry alcanzó a leer una letra dorada: A.

—¿Qué es esto señor?— preguntó el joven confundido, no tenía ni la menor idea del contenido de aquellas viejas páginas.

—Es un libro— ironizó el anciano. Jamás perdía su toque ni buen humor y eso a veces era desesperante para Harry, sobretodo en ocasiones tan serias como esta. —Te he enseñado hasta ahora bastante a cerca de la vida de Tom, pero aún hay un hueco enorme y este libro nos ayudará en eso— sonrió tendiéndole lo ya mencionado.

Aquel hombre tenía razón cuando decía que conocían a cerca del pasado del innombrable. Ambos habían ya presenciado todos esas historias que los frascos contenían. Los recuerdos se visualizaban a partir de diversas fuentes, tales como un empleado del Ministerio de Magia, Bob Ogden, un elfo doméstico llamado Hokey, Morfin Gaunt, Horace Slughorn, y otros provenientes del mismo Albus Dumbledore.

Adquiriendo siempre información crucial para que Harry comprendiera la mentalidad del Señor Oscuro.

El lugar pronto se llenó de silencio, donde Harry esperaba a que el profesor diera inicio a su relato.

Maligno {Tom Riddle}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora