Epílogo

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Harry suspiró con melancolía.

Su mano se dirigió hacia la cicatriz que permanecía en su frente y tras un par de segundos limpió las lágrimas que aún habían en su rostro por el recuerdo.

Miró al frente, en dirección al libro y se percató que finalmente habían llegado a esa sección que se encontraba totalmente sellada.

Hizo una seña hacia ella para que terminara la lectura pero Dumbledore negó lentamente.

-Es mejor si lo ves con tus propios ojos-

El chico observó como era que Dumbledore se ponía de pie y caminaba al rededor de su oficina. El anciano subió un par de escalones hacia la parte superior y se detuvo frente a un pequeño baúl, con un movimiento de varita se deshizo de la complicada cerradura y de ahí sacó un pequeño frasco.

-Ven Harry, acércate- pidió al momento que llegaba junto al tan conocido y habitual pensadero.

El nombrado se puso de pie y caminó a dónde se le indicó.

-Esto...- dijo Albus alzando el pequeño frasco. -Es un regalo del pasado- susurró mientras vertía su contenido y ambos se semergían en el último recuerdo.

 -Es un regalo del pasado- susurró mientras vertía su contenido y ambos se semergían en el último recuerdo

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Addeline se miró al espejo. Su reflejo mostraba la sombra de una mujer cuya belleza era sólo un recuerdo. Su rostro lucía demacrado y el cansancio era evidente pero era entendible por el hecho de que habían pasado tan sólo unas horas desde que se enteró de lo sucedido con Tom.

Ella lo sabía, conocía el final del chico ya lo había visto cientos de veces en su mente, sin embargo está esta vez lo sentía.

Era una agonía de dolor sobre todo por la situación en la que se encontraba. Pero no había marcha atrás, ella había aceptado su destino hacía muchos muchos años atrás.

La chica se había mantenido tan oculta como le había sido posible, incluso se había resistido a contestar la mensajería de su esposo, pero ahora tras el cumplimiento de la profesía decidió volver a Albania a esa vieja cabaña que alguna vez compartió con Tom.

Pasó noches en vela, pensando en Riddle, pues aunque le costará admitirlo se había convertido en su vida entera.

Noche tras noche anhelaba su regreso pues ella sabía y confiaba en que se hallaba por ahí, buscando regresar a casa con ella.

La soledad se instaló en su mente.

Cada mañana ella se sentaba en el sofá y miraba la marca en su brazo, pasaba sus dedos por ella pero ya no podía sentir nada, ni una simple comezón, ni mucho menos su presencia.

Era como si se hubiera esfumado en el aire, por muy imposible que aquello fuera.

Los días pasaron y una mañana en la que despertó entre escalofríos y un mal sabor de boca supo que su tiempo se había agotado.

Maligno {Tom Riddle}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora