Prefacio

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Seis años antes....

Llorando. Así me encontraba. Estaba acostada en mi cama, con la cara enterrada contra las almohadas, llorando a moco tendido y todo. Si, sumamente elegante, no tienen que decírmelo.

Es que, estaba harta. Simplemente, ya no podía más. Mi corazón estaba hecho trizas-Para variar-, y ya no podía soportarlo.

Había tenido una gran decepción amorosa, y no quería volver a repetirla nunca más. Ugh, Dios, el amor apesta.

-Cariño, ya para de llorar...Por favor-suplicó mi papá mientras me hacía cariño en la cabeza, tratando de tranquilizarme en vano. - ¿Qué tal si sales con Tom, para que te presente algún chico nuevo, que te parece?

-No quiero salir con nadie, me quiero quedar aquí encerrada por el resto de mi maldita vida

-Pero hija, si sales, puedes conocer a chicos nuevos y...

-¡Es que no quiero más, maldita sea! ¿Cuándo lo vas a entender? No quiero volver a enamorarme nunca más. Simplemente yo no sirvo para eso. -Levanté mi cara de la almohada, pero mis lágrimas seguían corriendo por toda mi cara, y yo no las pensaba detener. Odiaba cuando lloraba, me sentía tonta, pero ahora, para mí al menos, era necesario hacerlo. Papá me miró mal- No me mires con esa cara, sabes perfectamente de lo que hablo. Cada vez que he sentido que alguien me gusta termino con mi corazón partido en dos, no quiero volver a sentirlo nunca más.

-Cielo, no todos los hombres son así.

-Tú no cuentas.

Él río.

-No hablaba de mí, cariño. Hablo de que, en algún lugar, alguien está igual que tú, esperando que llegue su princesa. Y créeme, que a lo mejor, al principio no lo veras como tu príncipe, pero con el tiempo te darás cuenta de que es el indicado. El hombre con el que siempre soñaste. Y lo amarás, tanto como él a ti. Solo recuerda que tienes que esperar. Aun te falta mucho por vivir como para que lo encuentres en este mismo momento.

-Estoy segura de que fue abortado.

Papá me dirigió una mirada mal intencionada, regañándome con ella.

- ¿No escuchaste nada de lo que te dije, verdad?

Asentí y volví a esconder mi cara contra las almohadas ya mojadas.

-Sí, pero ya no me importa. Creo que seré monja.

-Cariño, solo tienes quince años.

-No me importa.

-Escucha...

-No, maldición. No quiero nada más. No quiero volver a escuchar tu discurso de "el príncipe azul te está esperando por ahí". Eso solo pasa en las películas y cuentos, no en la vida real. Así que déjame ser miserable con mi tristeza, gracias.

Papá suspiró derrotado. Sabía que cuando me ponía en mis días depresivos no había que hacer más que dejarme en paz, sufriendo con mi estupidez.

-Está bien, tú ganas. Estaré abajo con tu mamá.

-No me importa.

Sentí que se paró de la cama, y cuando percibí que la puerta fue cerrada, solo entonces, me permití llorar tanto como quería.

¿Cómo todos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora