23. Es sólo el comienzo.

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    Solté un suspiro de exasperación al oír que la canción se empezaba a repetir por milésima vez en el auto. Bruno me miró de reojo con una sonrisa divertida y volvió la vista a la carretera antes de bajarle un poco.

       Llevábamos cuatro horas de viaje en auto; íbamos a pasar la navidad con nuestras familias en Anzio, donde papá tenía una pequeña casa. Yo venía en el auto de Bruno con todas las maletas —incluyendo algunas de los demás—, y Amy junto con el sobrino de Bruno, que curiosamente era el compañero de mi hermanita, del que me había hablado el otro día: Trent. Ambos se llevaban de maravilla, y eso me encantaba. El problema era que tenían puesta la misma canción una y otra vez, y yo lo único que quería hacer era darme de cabezazos contra la pared.

      —¿Cuánto falta, Emm? Ya me cansé y quiero mover las piernas.

       Amy me había preguntado lo mismo hace poco, y yo ya le había respondido, pero al parecer tenía mala memoria.

       —Quedan dos horas, cielo. ¿Por qué no duermen un rato? Yo los despertaré cuando lleguemos.

         Trent soltó un bostezo y tocó el brazo de su tío.

         —Tío Bruno, tengo mucho sueño y un poco de hambre, ¿quedan galletas?

         —No lo sé, ¿quedan? —preguntó mirándome. Asentí y les pasé un pequeño paquete que quedaba. Media hora después ellos estaban dormidos plácidamente, y yo por fin pude apagar el infierno de radio. Definitivamente viajar con dos niños era algo difícil.

        —Estoy agotada—murmuré apoyando mi cabeza en el hombro de Bruno. Él sonrió y entonces soltó la mano que tenía en la palanca de cambios para abrazarme y pegarme un poco más, manejando así con una sola mano.

          —Lo sé, tienes una cara de sueño terrible—Rió levemente y plantó un beso en mi coronilla sin dejar de mirar al frente. Suspiré algo más cómoda y tomé su mano y la uní con la mía, comenzando a jugar con nuestros dedos. Bruno me miró por unos segundos antes de sonreírme y volver a conducir. —. ¿Tienes mucho sueño?

         —No, pero moriría por estar estirada en mi cama en estos momentos.

      —Queda una hora y algo, no desesperes. Además, cuando lleguemos podemos tomar una siesta juntos, ¿qué dices? —Asentí complacida ante la idea. La verdad es que me parecía maravilloso eso, de hecho ya tenía muchas ganas de llegar.

       —Recuerda que nuestros papás no saben nada, ni nadie, así que tenemos que tratar de no dar muchas muestras de amor con ellos cerca. —le recordé, haciendo que Bruno soltara un bufido con algo de fastidio. Días atrás habíamos estados tirados en su cama después de una pequeña siesta, y llegamos a la conclusión que lo mejor sería tener lo nuestro oculto por un tiempo. Nos serviría para hacernos una idea a nosotros mismos sin que nadie más se entrometiera.

        —Lo sé, pero la verdad es que se me va a hacer muy difícil. Estar cerca de ti y no tocarte es una tortura.

         Sonreí y le planté un pequeño besito en la palma de su mano. La verdad es que entendía su fastidio, para mí era casi igual, aunque yo tenía algo más de autocontrol.

           —Pues caballero, vamos a tener que trabajar en eso. Tenemos que evitar ser tan cariñosos, sobre todo frente a los niños.

          —¿Pero al menos podré dormir contigo, cierto? —preguntó. Solté una carcajada y negué con mi cabeza, haciendo que hiciera un mohín algo fastidiado. Le había dicho que la casa tenía al menos seis habitación, pero que de todas maneras íbamos a tener que compartir, porque íbamos aproximadamente doce personas a quedarnos allí. —. Esto no es justo, Emma. ¿Quién va a dormir contigo? 

¿Cómo todos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora