3. Promesa.

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¿Había algo más doloroso que ver a la persona que más amas, admiras y quieres en una cama conectado con maquinas para que lo ayudaran a respirar porque si no esa persona podría pasar a una mejor vida? Bueno, yo creó que no. Dios, ¿Qué iba a hacer? Mi pequeña hermana de seis años había preguntado por mi padre y yo le había dicho que se encontraba de viaje. ¿Qué le podría decir ahora? Pobre Amy. Maldición.

    —Tu padre se encuentra en un estado de coma del cual no tenemos la menor idea si despertara o algo en estos momentos. Lo único que sabemos con seguridad es que si llega a despertar tendrá graves lesiones en su cuerpo y lo más probable es que quede inválido. 

Esto no me podía estar pasando a mí. ¿Tan mala suerte tenía? Digo, no puede todo lo malo llegar y venir sobre mí como si yo fuera la peor cosa de todo el maldito mundo y allá hecho algo tan malo como para merecerlo —cosa que no creo—. Soy una buena chica. A mis malditos veintidós años no había hecho nada grave. Trataba de ser la maldita niña que todo el mundo quería. La chica perfecta. Casa perfecta, familia perfecta y por supuesto novio perfecto. Pero todo eso se me fue como el agua entre las manos. 

      —Lo lamento, Emily, enserio lo hago—habló el médico. Por primera vez desde que entre en la habitación fije mi mirada en el doctor y asentí lentamente. En sus ojos de verdad se notaba una tristeza sumamente verdadera, era como si conociera a mi padre de antes y verlo de esta manera en verdad le afectaba—. La verdad es que no deberías estar aquí hasta mañana ya que la hora de visitas ha acabado, pero te dejaré estar a solas dos minutos con tu padre. El día de mañana ya podrás entrar con más calma. 

      —Gracias—susurré y me acerque a la cama de mi papá. Un gran nudo en el pecho se formo cuando el doctor salió de la habitación y me senté en una silla que se encontraba frente a la camilla. Suspire. Era tan duro verlo de está manera—Papá, soy yo… Emily—murmuré, como si en verdad pudiera escucharme.

 Al ver que no obtenía una respuesta el nudo que tenía en el pecho poco a poco se materializo en lágrimas que poco a poco comenzaron a salir de mis ojos cayendo lentamente por todo mi rostro. Aquellas lágrimas que había estado reteniendo por todo este tiempo al fin lograron salir. Odiaba tanto llorar. Me hacia sentir tan malditamente débil, pero aquí estaba. Llorando por todo el daño que me habían causado. Desde pequeña me había prometido no llorar por boberías ni por nada, por mucho que me doliera. El resto del mundo no tenía porque ver toda mi miseria. Pero de verdad que yo ya no aguantaba más, y por mucho que quisiera retenerlas en mis ojos y que nadie fuera conciente de que estuviera llorando, no me podía engañar a mi misma diciendo que todo estaría bien y sería como antes, sabiendo perfectamente que ya nunca nada volvería a la realidad que en algún momento tuve. Así que, con cuidado y delicadeza tome la mano de mi padre y lloré en silencio rogándole a Dios que por algún milagro o algo hiciera que mi papá volviera a abrir sus ojos. 


Sentí que alguien se acercaba por el pasillo así que rápidamente me seque las lágrimas y respire hondo tratando de parecer tranquila y calmada. Cosa totalmente opuesta a como me encontraba. La puerta de un segundo a otro se abrió y con ella el médico apareció. 

     —Lo siento, Emily, pero tienes que salir. 

Asentí y me levante de la silla. Me acerque y le di un pequeño beso en la frente a mi padre y luego camine hacia la puerta. Una vez allí me detuve y miré de nuevo a mi papá. Suspire. Tendría que salir adelante con o sin el. Y también tendría que decirle a Amy. Con un nuevo nudo formándose en mi di media vuelta y salí de allí. Miré a Tom que se encontraba sentado en una silla esperando a que saliera. Cuando supongo que me sintió se levanto de allí y yo corrí a sus brazos y lo abracé fuertemente. 

     —Tranquila—solo asentí en su pecho. Se separó un poco de ver para mirarme y cuando se dio cuenta de que no había soltado ninguna lastimosa lágrima me dio un beso en la frente. 

    —¿Por qué me pasa esto a mi?  —pregunté en voz baja mientras lo miraba directo a los ojos.

   —No lo sé—susurró, y lo volví a abrazar, enterrando mi cara en el espacio que había entre su cuello y su clavícula. Después de un rato de silencio, Tom volvió a hablar—. ¿Por qué no te sientas y yo te iré a buscar algo para comer? Conociéndote no haz comido desde ayer.

Asentí. Tenía razón. Ayer había comido solo la mitad de un sándwich y eso fue solo porque Tom me amenazo con metérmelo por la nariz si no me lo comía por mi cuenta.

    —Ya vengo—dijo dándome un beso en la frente. Dio media vuelta para ir a la cafetería por algo para mí y supongo que para él.

Me senté en la sala de espera y enterré mi cara en mis manos. Me dolía mucho que mi papá se encontrara en toda está situación por el estupido de Brad y de Yarella, pero también me dolía que por culpa de ellos dos ahora mi pequeña hermana se estuviera quedando sin padre y su “mamá” ni siquiera la tomaba en cuenta. ¿Cómo le diría a Amy que mi papá estaba en coma y no se sabía si es que algún día despertaría? Era una niña de seis años. Tenía que tener un padre y una madre, no a uno debatiéndose entre la vida y la muerte. Claro, su papá a punto de morir, mientras que su “liberal” madre andaba haciendo quién sabe que por cualquier lugar. Por lo menos me tiene a mí, pero no es lo mismo que tenerlo a ellos dos. 

    — ¿Emily?—Escuché su voz algo extrañada. De nuevo. 

Levante la cabeza y arregle mi pelo con una mano tirando de él hacia atrás. ¿Es que acaso Bruno no tenía nada mejor que seguirme?

     — ¿Me estás vigilando o algo por el estilo? Es la tercera vez que te veo en el día y ya no me está gustando para nada. —dije algo molesta. Y no es que antes me hubiese agradado o algo, pero cada vez que estaba teniendo un momento de paz para poder pensar tranquila llegaba el y lo arruinaba con sus estupidos aires de grandeza. 

    —No te creas tanto. Estaba buscando a mi papá y me dijeron que estaba acá. Vine a buscarlo y te vi. Tengo mejores cosas que andar por ahí siguiéndote. 

*Si, ¿Qué te crees? ¿El centro del mundo?*

¿Y a ti quién mierda te metió en esta conversación?

 *Nadie, pero de todas maneras puedo opinar*

   Si, pero no quiero que lo hagas. ¡Así que cierra tu boca!

   *No tengo boca, genio*

    Lo que sea. Solo ya cállate.

    —¿Tu papá está hospitalizado?

    — ¿Qué? —preguntó horrorizado. —No, ni Dios lo quiera así. Mi papá es médico y estaba viendo a algunos pacientes. Vine a esperarlo. —Asentí. Por lo menos el tenía algo de suerte—. ¿Y tú? ¿No que me habías dicho que te ibas a encontrar con uno de tus amigos? ¿O es que me estabas mintiendo?

   —De hecho si me junte con un amigo. Fue a buscar algo para que comiera, ya debe estar por volver. 

   — ¿Una cita en una clínica? ¿En serio? ¿Qué te vino a mostrar? ¿Gente a punto de morir o algo así? ¿Acaso algún familiar tuyo está acá y el dijo “Oh, la llevare a una cita para que lo vea antes de que se vaya al más allá o algo parecido”? —Se rió, seguramente pensando que era una gran broma, pero no fue así. Eso me dolió.

    —Es que de verdad tu eres un cretino—mascullé entre dientes, con toda la furia que logro salir de mi cuerpo. Me paré rápidamente y me acerque a él. Bruno retrocedió instintivamente—. Para que puedas entenderlo de está manera pequeño individuo sin cerebro, vine acá a juntarme con Tom porque quería saber como se encontraba mi papá ya que no lo había visto. Y no, no era una cita. No cuando tu papá está debatiéndose entre la vida y la muerte. ¿Ahora si tu diminuto cerebro del porte de un maní logró captar algo? ¿O es que tengo que dibujártelo porque lo poco que tienes en tu cabeza aparte de aire no logró entender siquiera una palabra de las que te acabo de decir? 

Bruno me miró con la boca abierta, incrédulo por las palabras que le acababa de decir. Entre cerro sus ojos como si yo le hubiese hablado en chino y de verdad no hubiese comprendido absolutamente nada de lo que yo le hubiese dicho. Parece que de verdad no tenía más que aire en su cabeza. Lastima. Luego de un momento de mirarme acusadoramente me hablo fríamente:

    —No te creo.

   — ¿Y eso a mi que? —desafié. —Me interesa un rábano lo que tu estupido individuo de poca capacidad mental pueda creerme o no. No iré a pedirle a uno de los médicos que te deje entrar para que veas a mi papá en coma o algo así. 

Me observo durante un segundo y luego soltó algo en voz baja que no alcance a comprender bien. Y aunque para llevar tan poco tiempo en Italia sabía bastante del idioma, aun no lo manejaba por completo.

¿Cómo todos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora