Observé con furia el cartel que estaba pegado enfrente de mi auto, y no pude evitar soltar una maldición al pensar en quien lo envió. Furiosa, tiré de él y lo arrugué todo lo que pude para luego tirarlo al piso.
Blasfemando, tomé mi bolso para buscar las malditas llaves de mi auto, pero no las encontraba en lo absoluto, así que enojada tiré el bolso al suelo, justo cuando una pareja pasaba por el estacionamiento de la universidad.
—¿Qué?—grité al ver que me quedaban mirando. Extrañados, siguieron su camino. ¿Qué uno no podía tener un mal día o alguna mierda como esa?
Recogí mi bolso, para volver a buscar las putas llaves que se escondían cuando más lo necesitaba. Y justo, como por arte de magia, aparecieron en el piso. ¡Malditas!
Enardecida, entré en el auto y me encontré con un arreglo floral en el asiento trasero.
—¡Por el amor de Dios! —volví a gritar, elevando las manos al aire.
Murmurando incoherencias por lo bajo, tiré el arreglo por la ventana, sin mirar la pequeña notita que tenía. Sabía muy bien lo que decía, al igual que las anteriores, tenía escrito lo mismo de siempre: «¡Vuelve conmigo! Te amo, Brad.»
Me cagaba en todo, absolutamente en todo. Es que no lo podía creer. Habían pasado, ¿cuánto? ¿Un mes? ¿Dos? No lo sabía bien, pero todavía el muy maldito me seguía enviando cosas para que lo perdonara, como si tan solo unos objetos lo fueran a arreglar todo. Pff, ya, y los cerdos van a volar.
Aunque, en contra de todo, debo admitir que en un principio me pareció lindo, tenía de nuevo sus atenciones y se notaba que estaba preocupado. Luego, con el paso de los días, se volvió tedioso y ya no me agradaba. Después, no solo me acosaba a mí, sino que a mi familia y amigos para que me pasaran ciertos objetos que según él tenían significado. Y ahora, todos los días me encontraba con un pequeño cartel que pedía que lo perdonara y un ramo de flores con una notita, que siempre decía lo mismo: «¡Vuelve conmigo! Te amo, Brad.» Y siempre estaban en lugares diferentes, ¿es qué acaso ese tipo no se cansaba?
Encendí el auto y fui hasta el apartamento de Mad, en donde sabía que podría relajarme un rato, aunque solo esperaba que no estuviera con Tom besuqueándose por ahí. Y bueno, antes de que lo pregunten; sí, están juntos.
Luego de que Tom la cagara en grande y me pidiera consejos, le pasé una llave que tenía del departamento de Mad y él fue hasta allí; decoró su cuarto de la manera más linda en el mundo. Lo llenó de pétalos de flores, globos, velas y un cartel GIGANTE que decía «Sé que la cagué, Mad, pero me gustas, ¿podríamos intentarlo?» Y bueno…En cuanto ella lo vio tan solo se tiró a sus brazos y desde allí que pasan todo el día pegados como chicles, literalmente.
Cuando llegué me di cuenta de que no había estacionamiento, así que sin más remedio aparqué el coche a una manzana, ¿pero desde cuándo hay tantos autos en esta ciudad?
Una vez en su casa, toqué el timbre y esperé a que me abriera. Segundos después, apareció mi amiga por la puerta de la casa completamente abrigada de la cabeza hasta los pies, literalmente.
—Hola—saludé y entré dándole un casto beso en su mejilla.
—Hola, pensé que no ibas a venir—contestó y caminó hacia la cocina—. ¿Tienes frío? ¿Quieres un café?
—Sí, gracias.
Tomé asiento en uno de los sillones de cuero y esperé hasta que me trajo mi taza. Minutos después, comencé a relatarle un poco de cómo había encontrado otro regalo de Brad.
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¿Cómo todos?
ChickLitEmily Abagnalli: Atractiva, inteligente, sarcástica, con demasiada mala suerte para su gusto y con un montón de cualidades inigualables. En pocas palabras, es única. Y lo tiene todo. Todo, menos el amor. Cuando se ha crecido en una familia de d...