11. Adivina buen adivinador.

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Me estaba congelando. Tom, Mad, Paolo y yo estábamos afuera de un local —el cual según ellos era el último en moda—, y estábamos esperando a que Bruno llegara. Llevaba más de diez minutos de retraso, y yo, muy inteligentemente pensé que no me daría frío dentro del local, pero no contaba con que nos quedaríamos tanto tiempo afuera.

 —¿Y si lo esperamos dentro y cuando llegué alguien lo salé a buscar?—pregunté.

 —No, porque después no lo dejarán entrar—dijo Mad—, solo lo dejarán ingresar si estamos nosotros o se quedará afuera.

 —Todo esto es tú culpa—gruñí.

 —Ya Emma, deja de quejarte. Está noche es para divertirnos—Paolo me atrajo hacía él y me rodeó con un brazo para darme calor—, y para ligar.

 —¿Qué? ¡Claro que no!—Giré mi cabeza hacía él frunciendo mi entrecejo—. Pensé que habíamos quedado en que está sería una noche para disfrutar entre amigos, no para conseguir un ligue.

 —Pues…Podemos hacer las dos cosas, ¿no?

 —Sí, pero…

—Pues no se hablé más.

 —Pero…

 —Miren, Bruno ya llegó—interrumpió Mad, señalando con su dedo a un chico que bajaba de su motocicleta.

 Solté un suspiro de alivio, ¡al fin! Un poco más y me congelaría. El invierno en Roma era crudo, y el frío te pelaba hasta los huesos.

 —Perdón por el retraso, tuve un asunto que atender antes—Hizo una mueca con sus labios y luego se acercó a besar mi mejilla, y así con cada uno; menos con Tom.

 —¿Podemos entrar ahora?—pregunté.

 —Sí, odiosa.

 —¡Gracias!—exclamé.

 Caminamos todos juntos hacia la entrada del local, hasta que el guardia nos detuvo en la entrada y Mad le mostró una credencial, ¿De dónde la saco? Ni puta idea.

 Cuando ingresamos al lugar, la música fuerte llenaba el ambiente y el olor a alcohol y cigarro me inundaba las fosas nasales. Los chicos quisieron ir al segundo piso, porque según ellos estaba menos atestado de gente. Según yo, era lo mismo. Una vez arriba buscamos alguna mesa desocupada y que daba justo con el barandal para poder mirar hacia abajo.

Nos sentamos un rato mientras pedíamos las bebidas.

—Una ronda de tequila—habló Mad por todos nosotros, sin dejarnos responder.

La camarera asintió y luego de un rato trajo nuestros tragos.

—¡Por la soltería! —gritó mi amiga en cuanto tomó su vaso y se tragó todo de una sola vez, echando su cabeza hacia atrás. 

Mierda, ella estaba algo desesperada y despechada. Tendría que hablar con Tom luego. 

—¡Por la soltería!—secundé, imitando de plano a Mad. Mierda, estaba fuerte. Sentí como todo el líquido quemaba mi garganta y luego mi estómago. Carraspeé un poco.

—¿Ustedes dos se quieren embriagar está noche, no?—dijo Tom.

 Con Mad solo nos miramos y no respondimos, en vez de eso nos reímos. Solo para que quede claro, ese era el plan de Mad, no el mío. 

 La conversación era amena entre todos, incluso Tom y Bruno intercambiaban alguno que otro comentario y nos estábamos riendo bastante. Llevábamos un buen rato disfrutando de la noche, cuando Mad saltó prácticamente de su silla y por poco gritó:

¿Cómo todos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora