22. Un poco agridulce.

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     Los exámenes finales por fin habían llegado a su fin, y yo ahora tenía mis merecidas vacaciones de invierno. Sí bien no eran demasiado largas, sí me daba el tiempo suficiente como para que pudiera descansar y no preocuparme por mi carrera. Eso había sido hace aproximadamente tres días. Tres días en los cuales Bruno no había parado de llamarme y de decirme cosas que me hacían derretirme por dentro, como si yo fuera la mantequilla en un pan. Era tan dulce como la miel, que no hacían más que tenerme suspirando como tonta todo el día. En la casa todos se habían dado cuenta de que algo me estaba pasando, pero nadie decía nada y yo internamente les agradecía el gesto. Era bueno saber que no me juzgaban y que a pesar de todo me estaban dando algo de espacio.

       Hace media hora Bruno me había mandado un mensaje diciendo que tenía algo importante que decir, y por la forma en lo que lo mandó suponía que era algo bueno. Así que me había ido a dar una ducha y a cambiarme de ropa para luego salir y juntarnos. Iríamos a comer una pizza y luego a su departamento a ver una película. El plan sonaba bastante interesante, la verdad.

          —¡Emma!—gritó Amy entrando como una tromba a mi habitación. Se lanzó directo a mi cama, donde se puso a saltar como una loca. Sonreí al verla tan feliz. Eso era una buena señal después de todo.

         —Dime, cielo—dije mientras terminaba de maquillarme.

         —¿Qué vamos a hacer para navidad? ¿Nos quedaremos aquí?

         —No lo sé, papá tiene una cabaña cerca de la playa, quizás podríamos ir allí. ¿Tú qué quieres hacer? Necesito la opinión de mi princesita en esto.

    Ella rió y luego se sentó en la cama, mientras me miraba algo impaciente.

      —Me da igual—se encogió de hombros—. Pero quiero que haya alguien de mi edad, así no me aburriré sola.

       —Veré que podemos hacer—le guiñé un ojo—. Oye, ¿quieres ir mañana a ver a papá? Ayer preguntó mucho por ti, y yo le dije que te llevaría a dar una vuelta sí es que querías.

      —¡Sí!—gritó—. Ya extraño a papá, y lo quiero ver. —Hizo un puchero con sus labios y me batió las pestañas. Demonios, ella sí sabía comprarme. —. ¿Vas a salir con Bruno?

     —¿Cómo sabías? ¿Te convertiste en una pequeña brujita y no me dijiste?

     Amy rió tiernamente y negó.

  —No, es solo que te estás arreglando mucho.

     Me sonrojé al oírla. Yo no lo estaba haciendo, ¿verdad?

       —Estoy como todos los días, Amy. Creo que estás imaginando cosas—respondí.

       Ella negó con su cabeza.

       —No, yo creo que tú le gustas—dijo. Me puse nerviosa. ¿Cómo diablos ella sabía ese tipo de cosas?—. Y creo que a ti también te gusta.

     Me reí nerviosa al oírla y traté de evitar su respuesta. No estaba preparada como para decir eso todavía a alguien más que a Bruno. Aun me estaba acostumbrando a la idea. Era obvio que me gustaba, y bastante. Pero tampoco me quería ilusionar más de la cuenta. No quería que las cosas se estropearan antes de tiempo, así que quería ir paso a paso para tratar de evitar cualquier posible error.

         —No me gusta, Amy. Sólo somos amigos.

       Ella se ríe y niega con la cabeza, en un claro gesto que demuestra que no me cree en lo absoluto. Creo que debería aprender a mentir mejor, esto definitivamente no se me daba demasiado bien.

¿Cómo todos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora