9. Sorpresas agradables.

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Ring…Ring….Ring…Ring…Ring…

Maldito sonido.

Ring…Ring…Ring…Ring…Ring…

Muevo la mano tratando de saber de dónde proviene el molesto sonido y apagarlo, pero antes de que me dé cuenta, todo se vuelve silencio.

Suspiré con alivio y me acurruque aún más en mis sabanas.

Ring…Ring…Ring…Ring…Ring…

Y ahí está otra vez. Maldición.

Gruñiendo en voz baja me siento en la cama y me paso una mano por el pelo y la otra por la cara, tratando de despejarme un poco.  Ugh, no cerré las cortinas anoche y me llega todo el sol en la cara. Entrecierro los ojos y diviso mi celular en la mesita de noche.

Ring…Ring…Ring…Ring…Ring…

¡Que ya lo escuche, maldita sea!

Contesto sin mirar quién es.

—Diga—medio gruño, medio hablo. Sí, mi humor por las mañana no era nada agradable.

— ¿Te desperté?—preguntó Bruno algo culpable.

—Sí—Respondíde mala gana.

—Oh, lo siento, te llamo más tarde.

—Olvídalo, ya estoy despierta.

—Está bien,

Se rió a través del teléfono.

—¿Paso algo?—pregunté preocupada, luego de un pequeño silencio.

Más le valía que algo ocurriera, porque despertarme un sábado temprano era un sacrilegio. 

—La verdad es que no…He…Te llamaba para ver si saldríamos hoy por ahí.

—Bruno—Alargó—, acabo de despertar, aun no me visto, tengo que desayunar, ver unas cosas de la universidad, ir a la clínica y salir con Amy, no creó que pueda hoy. De hecho, no sé ni siquiera si tendré tiempo para comer, por mí podría pasar todo el día acostada y no me molestaría, pero lamentablemente no puedo.

Soltó un suspiro de rendición. 

—Claro, lo entiendo.

— ¿Qué tal mañana? —pregunto para que se anime.

— ¿Qué día es mañana?

—Domingo.

—No puedo los domingos. —contestórápidamente, de forma tajante.

—Oh, bueno, entonces…

—No te preocupes, entiendo. —Me corta con aire desanimado. 

Miro la mesita de noche, mientras me muerdo el labio inferior: 10:15 AM.

Maldigo en silencio, soy demasiada blanda. ¿Por qué quería estar tanto conmigo?

—¿Qué estás haciendo ahora? —pregunté.

—Siendo sincero, no estoy haciendo nada.

Sonreí. 

— ¿Tomaste desayuno?

—No, ¿por qué?

—Podríamos salir a desayunar. —digo mientras enrollo un mechón de mi cabello en uno de mis dedos algo nerviosa. Casi puedo escuchar cómo se forma su sonrisa.

—Me parece una buena idea. Te paso a buscar en quince minutos, ¿te parece?

—Claro, te espero.

¿Cómo todos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora