De vuelta a casa

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La alarma del móvil sonó a las seis de la mañana. Había que volver a casa. Metí a presión la ropa en mi maleta-bolsa de deporte y fui a buscar a mi hermano.

-¡Brooo!¡Despiertaaaa!-dije prácticamente dormida.

-¿Que pasa?

-Que querias salir pronto para no pillar atasco.

-Cinco minutitos...

Los cojones iba a tener cinco minutitos. Me había despertado a las seis por algo y no le iba a dar cinco absurdos minutitos. Fui a la cocina y no, no cogí el típico jarro de agua fría. Cogí algo que Allan no soporta: zumo de naranja. Con un par de vasos en mis manos, recorrí los pasillos hasta llegar a la habitación de mi hermano.

-Bro, despierta.

-No se han pasado los cinco minutos.

-Vale.

Giré mis muñecas y vertí el contenido de los vasos encima de la cara de mi hermano, él abrió mucho los ojos.

-¿¡Pero que coño haces!?

-Ahora que estás despejado ve a darte una ducha que yo voy a ser buena hermana y te voy a hacer la maleta.

-Idiota.

-Me lo tomaré como un cumplido.

Se fue y yo sonreí ante la idea de haber hecho rabiar a mi hermano. Cogí todo lo que mi hermano había dejado por la habitación. Afortunadamente, los tíos no eran tan guarros como pensaba y habían guardado al menos la ropa interior. Sólo recogí camisetas. Saqué la bolsa de mi hermano a la calle. Mi maleta-bolsa de deporte, costó más llevarla. No avanzaba ni tres metros y la tenía que dejar en el suelo para que mis brazos no se despegasen de mi cuerpo. Cuando Allan volvió de ducharse, él cargó las maletas en el coche, nos montamos en él y volvimos para casa. No duré ni cinco minutos despierta. No me gusta dormir en los coches, pero supongo que tenía sueño. Mi siestecita duró dos horas y media. Casi estábamos en casa. Me desperté a tiempo para escuchar en la radio I don't wanna miss a thing. Mi hermano la empezó a cantar. No le seguí.

-Krys, adoras esta canción, ¿por qué coño no cantas?-me preguntó al ver que no cantaba.

-Me recuerda demasiadas cosas-si, me recordaba a Rick  besándome, a Rick cogiéndome de la cadera, a Rick mordiendo suavemente mi oreja, a Wesley pálido mirándonos. La canción me recordaba cosas bonitas y horribles a la vez. Llegamos a casa y me tumbé en el sofá.

-No te tumbes tanto-me dijo mi hermano mientras descargaba el equipaje.

-No te voy a ayudar con las maletas si es lo que estás insinuando-dije levantando una ceja.

-No es por eso, Krys. Hoy empiezas a trabajar, ¿te acuerdas?

Ostias. Era verdad. Hoy empiezo a trabajar en una cafetería pin-up del centro. Allan es mi tutor legal y, aunque la casa está pagada, la luz y el agua cuestan dinero y no mola dejar todo ese peso a mi hermano, cuando me pueden pagar por trabajar los fines de semana. En una hora tenía que estar allí. Mierda. Cogí una mochila con lo imprescindible y salí corriendo a la parada de metro más cercana. Cogí el primer tren que iba en dirección al centro. Por dos minutos no llegué tarde el primer día. Allí me recibió una chica casi rubia (no era rubia del todo), llamada Amelie, tendría un año más que yo, pero era la encargada. Me dio una camiseta con el logo de la cafetería, era mi uniforme. Me presentó a mis compañeros. Había dos chicos y tres chicas sin contar a Amelie. Los chicos se llamaban Josh y Danny. Las chicas se llamaban Cara, Gemma y Lena. Nombres de una o dos sílabas=nombres fáciles de aprender. Me puse detrás del mostrador o barra o como se llame eso y esperé a que pasaran clientes. Sólo pedían cafés y si, hasta yo sé hacer un café. Entonces, oí unos gritos que provenían del almacén. Como buena cotilla que soy, me asomé por una pequeña rendija de la puerta. Pude reconocer a Gemma y a Danny discutiendo.

-¡Gemma es que yo ya te borré de mi pasado, joder!-gritó Danny.

Gemma salió del almacén y buscó algo en una papelera. Por lo que pude ver que asomaba por su mano, era un trozo de cristal de un vaso roto. Fue al baño. Sabía lo que venía después. Corrí tras ella, estaba en uno de los cubículos, llorando. Me asomé por debajo y vi que caían gotitas de sangre. No estaba con la regla. Tenía los pantalones subidos. Llamé a la puerta.

-¡Gemma abre!-grité.

-¿¡Para qué!? Mi vida ya no tiene sentido.

-Gemma, créeme, por un chico no se acaba en mundo. Para de cortarte y sal, por favor.

Quitó el pestillo de la puerta y yo entré. Tenía una herida de considerable tamaño en la muñeca derecha. Vale, era zurda. La dí un abrazo.

-Por un chico no se acaba el mundo, Gemma. De todos modos así no ibas a hacer nada.

-¿Cómo?-me miró confundida.

-Lo mejor es cortarse en vertical y después en zig-zag, si no quieres sufrir. Yo opté por la vía de sufrir. Mira-me señalé las cicatrices-. Esta-señalé a la más cercana a mi mano-, me la hice a los doce y esta-señalé la más a lejada de mi mano-, el año pasado.

Una chica diferenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora